Ya a varias cuadras del estadio Monumental se podía advertir que el público estaba de vuelta. El tránsito era mucho más lento que lo habitual, la presencia policial era la propia de un partido de alta convocatoria y los vendedores ambulantes se tomaban los accesos, con la finalidad de juntar algunos pesos. El ambiente en la antesala del partido entre Chile y Brasil era, por cierto, festivo y familiar. Y, también, futbolero. Los poco más de diez mil hinchas que pudieron entrar al reducto de Macul intentaron marcar la localía. Cuando salieron a realizar el calentamiento, los arqueros brasileños fueron recibidos con sonoras pifias.
La irrupción del equipo chileno para realizar el acondicionamiento físico desató los primeros ‘ceacheí’ de la jornada. Y también bajó desde las tribunas el ‘Vamos Chilenos’, que estuvo guardado casi dos años producto de la pandemia. Los fanáticos se acercaron a la banca de Martín Lasarte para brindar apoyo y para registrar imágenes con sus smartphones. Arturo Vidal, Claudio Bravo y Gary Medel monopolizaban los gritos y los aplausos.
Brasil, en cambio, recibió el rechazo de un tablón que lentamente fue dándole ambiente eliminatorio al recinto de Macul. Neymar, por ejemplo, fue objeto de cánticos que la FIFA ya ha sancionado fuertemente en otras oportunidades. La conducta se repitió durante el partido, otra vez con insultos colectivos hacia el astro del PSG. “Chúpala Neymar”, se escuchó varias veces. El equipo referil encabezado por el peruano Diego Haro también fue objeto de fuerte rechazo. En el intertanto, en el hall del estadio albo se paseaba la dirigencia, encabezada por Pablo Milad. Había tranquilidad.
El distanciamiento social, eso sí, brilló por su ausencia. Los fanáticos se ubicaron, literalmente, uno al lado del otro. Eso sí, todos con mascarillas. El estadio estaba lleno de llamados a mantener las medidas de prevención. Los murales de la Garra Blanca, en la galería Arica, estaban cubiertos por una lona roja.
Cada ataque brasileño generó un nervioso silencio, aunque fue la lesión de Charles Aránguiz la que produjo alarma y un cántico para estimular al puentealtino, quien volvió al campo de juego.
Entusiasmo y decepción
En cada pausa, Lasarte aprovechó para dar instrucciones. Primero a Iván Morales, que parecía algo extraviado. Y después a Maripán, que tenía problemas para controlar a Gabigol. También hubo un diálogo entre Bravo y Vidal después de un contraataque de Neymar. Y otro entre Aránguiz y Vargas, en el que debió mediar Vidal. Los reclamos al juez Haro, quien también sacó de casillas al público, cerraron la primera etapa.
En el segundo tiempo, con Chile dominando el juego, envalentonó a los fanáticos. Desde las tribunas bajó el aliento y también las pifias cada vez que Brasil retrasaba el reinicio del juego. Al borde del campo, Lasarte les pedía calma a los jugadores. Primero para no caer en provocaciones y luego para hacer circular el balón. La Roja superaba las expectativas.
Sin embargo, el destino tenia reservada una nueva decepción. En los 64′, Claudio Bravo, le sacó un remate a Neymar, pero no pudo detener el balón. Éverton Ribeiro lo mandó al fondo de las mallas. La incredulidad se instaló en Macul. El Monumental acusó el golpe y enmudeció. La Marea Roja había puesto su parte, pero no bastó. A ocho minutos del final se empezó a retirar al recinto. Algún grito al aire contra Lasarte y el desesperado pedido de protagonismo a Carlos Palacios marcaron el adiós. Internamente, los hinchas sabían que quedaban poco que hacer. Y los que se quedaron se descargaron contra el juez Haro. Le reclamaron, insultos de por medio, un penal de Casemiro a Arturo Vidal.
El cierre queda marcado por la disputa entre Guillermo Maripán y Neymar, que le cuesta la suspensión al jugador del Monaco. El Monumental arde. Lasarte, en tanto, se toma la cabeza. Ha perdido un pieza clave. Los jugadores del Monaco y del PSG son separados y parten a los vestuarios. No había más que hacer.