La nueva vedette de Europa: la liga bielorrusa dispara sus contratos televisivos tras ir a contracorriente
El único torneo europeo que se desarrolla durante la pandemia ha tenido un alza en su cobertura global, con países extranjeros comprando los derechos de TV. Pero los partidos tienen poca gente en las tribunas. En la fecha pasada, el promedio apenas superó las 500.
Al día de hoy, son cinco las ligas que se siguen disputando en el mundo pese a la pandemia del coronavirus. La única en Europa es la Premier League de Bielorrusia. Desafiando todo consejo de las autoridades sanitarias, el fútbol en la ex nación de la Unión Soviética comenzó de manera normal el pasado 19 de marzo. Ante la abstinencia de las competencias de mayor importancia, el torneo ganó una inusitada atención.
Siendo la única de las 55 federaciones de la UEFA que está en competencia durante la emergencia sanitaria, un fútbol de tercera línea en el Viejo Continente se ha transformado en la vedette. Tanto así que la federación ya firmó 10 contratos de derechos de televisión para emitir la liga fuera del país. En Rusia, Ucrania, Israel e India han comprado los derechos. “Esta es una situación sin precedentes”, dijo el portavoz de la federación, Alexander Aleinik. Además, hay encuentros que pueden ser vistos en Youtube y los equipos de la primera división han creado cuentas de Twitter en inglés, para extender aún más su impacto. Muy pocas veces aparece Bielorrusia en el radar del fútbol internacional. Quizás lo más parecido en el pasado fue cuando uno de sus jugadores históricos, Alexander Hleb, jugó en el Arsenal y en el Barcelona.
Además, el jueves 30 de abril arrancó el torneo de primera división femenino, en el que compiten ocho elencos.
Eso sí, no todas son cuentas alegres para la liga bielorrusa. Al no haber medidas de confinamiento, el fútbol es con público. Pero las cifras de espectadores en los estadios son bajísimas. Aquello se refleja en las últimas dos jornadas. En la fecha 6, entre el viernes 24 y el domingo 26 de abril, se registró un total de 3.960 personas en ocho partidos. En otras palabras, se registró un promedio de 495 espectadores por partido. Solo un duelo superó la barrera de las mil personas: Dinamo Brest – Shakhtyor (1.496). El primer duelo de la jornada, disputado el viernes 24 entre el Smolevichy y el Dinamo Minsk, solo tuvo 172 personas en sus gradas.
En la fecha 7, jugada entre el 1 y el 3 de mayo, el total de fanáticos en las tribunas fue un poco más alto: 4.235. El promedio fue de 529 por partido. Dos de los ocho encuentros superó los mil espectadores. Por contraparte, otros dos juegos no superaron las 200 personas.
¿Cómo se puede explicar esta distancia? Una razón fundamental dice relación con una rebelión de los hinchas que consideran que en el país no se ha sido lo suficientemente transparente con el tratamiento de la enfermedad. A finales del mes de marzo, los aficionados del Grodno denunciaron las “mentiras” sobre la situación epidemiológica e instaron a la federación a que tuviera “el valor” de detener el campeonato. Luego, las barras de los principales equipos anunciaron que dejarían de asistir al estadio.
Los jugadores se han manifestado bajo las dos consignas. Quienes apoyan el desarrollo del torneo dicen que les sirve de vitrina porque son la única liga europea que se juega, hasta ahora. “Es un plus si esto sigue así, nos da visibilidad si jugamos bien”, declaró el franco-armenio Aik Musahagian, volante del Energetik-BGU, en declaraciones a la agencia AFP.
Pese al coronavirus, la vida en Bielorrusia se desarrolla sin restricciones. El presidente Alexander Lukashenko ha mostrado una postura blanda en la emergencia, minimizando medidas que puedan controlar la expansión del virus. Ha dicho que prefiere “morir de pie antes que vivir de rodillas”, ha practicado hockey sobre hielo y recomendó “beber vodka” para la enfermedad. Hasta el cierre de esta nota, Bielorrusia registra oficialmente 19.255 casos positivos y 112 fallecidos. A pesar de las restricciones de sus países vecinos, Ucrania y Rusia, el gobierno de Lukashenko, quien está en el poder desde 1994, apuesta por la indiferencia ante la crisis sanitaria.
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