A sus 38 años, Sebastián Núñez, técnico chileno del Nacional de Potosí, goza de un enorme reconocimiento en la liga altiplánica, mismo que hasta ahora se le ha negado en Chile. Con una carrera ascendente como DT, el ex jugador de las inferiores de Wanderers logró trasladarse de Bolivia a Con Con, hasta donde llegó a esperar el paso de la pandemia luego de una verdadera odisea.
¿Cómo fue el regreso a casa?
Tuvimos que conseguirnos todos los permisos y el Consulado nos ayudó mucho para salir del país y que nos dejaran circular en un auto desde Potosí hasta la frontera. Eso tomó ocho horas. Pasamos por Uyuni y en varios lugares nos escoltó la policía para que nos dejaran pasar los controles militares. Llegamos al paso Avaroa, pero no nos dejaron seguir en auto. Y ese tramo entre la frontera de Bolivia y la de Chile tuvimos que caminarlo, casi seis kilómetros. Hacía mucho frío, no había nadie, pleno desierto. De ahí hicimos tres horas más en auto a Calama, luego un avión a Santiago y de ahí a Concón, que es de donde somos. Hicimos 22 horas de viaje.
¿Por qué decide regresar?
Soy soltero, pero trabajo con dos personas, Cristián Cárdenas, mi preparador físico y Nacho Benavente, mi asistente técnico, y los dos son casados. Aprovechamos para que ellos puedan compartir y yo con mis papás y hermanos, porque después va a estar muy apretado el calendario y no va a haber posibilidades de venir.
¿Estaba muy inquieto en Bolivia?
No, lo tienen relativamente mejor controlado que Chile.
¿Cómo ha sido afrontar un nuevo desafío así?
Manejarnos a distancia con los jugadores ha sido extraño y complicado. Solo podemos trabajar las capacidades físicas.
¿Cómo lo hacen?
Mandamos la planificación diaria y ellos nos devuelven a través de videos su evolución. Hay días que nos juntamos, pero hay algunos, sobre todo los juveniles, que están en lugares más rurales y no tienen tanta conexión.
Instaurar un mensaje así no debe ser fácil.
Alcanzamos a entrenar solo cuatro días. No pudimos entregarles mucho de lo que pretendemos. Ahora hay que empezar de cero, como si fuéramos recién a conocerlos.
¿Su contrato corre peligro?
Llegamos a un acuerdo de cobrar solo un porcentaje del tiempo que estuvimos allá y ahora congelamos el contrato hasta cuando todo se reanude. Debiésemos volver sin problemas.
¿Dónde hizo escuela?
En Argentina saqué mi título de entrenador. Después me fui a especializar a Europa, luego hice el curso de análisis tecnológico en el INAF y además soy preparador físico. Pero mi gran escuela ha sido Wanderers. Pasé 15 años ahí; siete como jugador de inferiores y el resto como PF o entrenador. Ahí aprendí casi todo lo que sé.
¿Quién lo marcó en su formación?
El paso por Europa. Poder ver trabajar a Berizzo, Luis Enrique, Guardiola. Eso me marcó, más que los profesores.
¿Pudo sostener diálogos con ellos?
Con el Toto mucho, porque estuve un mes y medio ahí. Con los otros pude observar y conversar.
¿Qué absorbió de ellos?
Ver cómo gobernaban un grupo lleno de figuras. Luis Enrique tenía a Messi, a Neymar. Y me explicaban que a cada uno se le trata totalmente distinto, que no hay un trato general. Me ha servido para tratar a mis planteles: al no tener una trayectoria futbolística, los jugadores el primer día te miran y dicen ‘¿y este sabrá algo?’. No es como un DT que es ex jugador, que el futbolista mira distinto.
¿Qué más destaca de su pasantía en Europa?
La humildad de todos. Soy bien busquilla, me gusta ver entrenamientos, y en Chile o Sudamérica a veces se complica, no te abren las puertas, te miran extraño. Y en Europa nadie me las cerró. Fui al Manchester City, al Villarreal, al Barcelona, al Celta... me enseñaron todo lo que quise.
¿Llegaba y tocaba puertas simplemente?
A Europa llegué solo con un contacto en el Celta. Fui compañero de curso de Marcucci, el asistente de Berizzo. Él me abrió el camino y luego tuve que ir consiguiendo números o golpeando puertas. En el Villarreal estaba Martín Arenas en el equipo filial y él fue jugador mío en Wanderers. Lo llamé y me consiguió poder ir a ver. En el City estaba Claudio Bravo y me conseguí su número. Le escribí, me hizo el contacto y estuve una semana. Él mismo me contactó para ir al Barcelona. Al Valencia y el Levante simplemente fui y golpeé el portón. Les daba risa, pero les mostraba qué hacía, a qué iba, e imagínate que me atendió Marcelino, técnico del Valencia.
¿Por qué no jugó profesionalmente?
No tenía las condiciones. Era central, pero nunca fue mi sueño jugar. Jugué porque era lo lógico. No podía ser entrenador sin jugar. Hice todas las divisiones menores, fui capitán en todas las series, estuve en el equipo de proyección, pero terminé el colegio, entré a la universidad, estudié un par de años ingeniería de noche y seguí jugando en Tercera División hasta los 23 años, que era el límite de edad, y ahí decidí: me puse a estudiar para ser preparador físico.
¿Le hubiese gustado jugar?
Nunca me obsesioné con jugar ni tampoco soy un futbolista frustrado. Tengo un grupo de amigos de Wanderers que somos casi 30 y solo dos llegaron a Primera: Joel Soto y Firulais Contreras.
¿Hincha de Wanderers entonces?
Sí. No existe otro equipo en la familia.
¿Por qué Bolivia?
Porque estaba buscando una oportunidad en Chile, pero nadie me abrió las puertas. De hecho, de Wanderers me fui porque no me dieron permiso para ir a Europa a capacitarme. Cuando volví, en la Tercera de Bolivia había un amigo, Francisco Pedraza, a él lo habían contratado recién como jugador del FATIC y le preguntaron si conocía a algún DT joven, distinto, porque querían salir de lo común de allá. Él me preguntó si me interesaba, me contó que no era mucha plata, mandé mi curriculum, les gustó y viajé. Arreglamos al tiro. Yo iba a decir que sí independiente de la plata. Ascendimos a Segunda y me reclutó un cuerpo técnico, el de Sport Boys. Terminamos cuartos y nos contrató Bolívar. Salimos campeones y ahí decidí lanzarme solo. Y como ya tenía cierto recorrido en Bolivia, me llamaron de Always Ready y luego de Nacional de Potosí.
¿Ha vuelto a hablar con gente de Wanderers?
Tengo buena relación y entendí su necesidad. Les pedí permiso para irme dos meses y era difícil poner a alguien por ese tiempo y sacarlo. Me dolió porque es mi casa, pero el fútbol es así. No tengo rencor con nadie.
¿Cómo llega a ser asistente de Vigevani?
A través de su representante hicimos contacto cuando trabajó en Chile, porque él necesitaba informes del fútbol chileno, porque no conocía tan bien el medio. Yo hice esos informes. En Bolivia se quedó sin su asistente y me llamó.
El año pasado usted dio el gran salto.
Clasificamos a la Sudamericana a un equipo que hace 52 años no iba a un torneo internacional. Se hizo eco en otros lados, era el DT más joven de Bolivia. A mi representante lo llamaron de varias partes. Entonces, si podemos hacer otra campaña similar con Nacional, quizás algunos equipos de Chile se interesen.
¿Encontró en Bolivia lo que en Chile no?
Sí. Es que necesitaba un espacio e iba a ir donde fuera. Me daba lo mismo. Siempre he sido bien valiente para tomar mis decisiones y estaba esperando algo.
¿Cuál es su sueño como DT?
Ganar la Copa Libertadores. Estoy obsesionado con ella.
¿A qué técnicos ha estudiado y en cuál se refleja?
Me gusta mucho Bielsa, Guardiola, Klopp, y todos son distintos. A todos les intento sacar cosas que me hagan sentir cómodo. Uno no puede imitar a alguien, porque no es esa persona. No tengo un gran ídolo como entrenador.
¿Y tuvo como jugador?
El Manteca González, tenía hasta un poster en la pieza.
¿Cuál es su filosofía entonces?
En eso no hay duda. Con mi cuerpo técnico siempre buscamos atacar todo el partido. Me siento muy incómodo cuando mi equipo defiende porque hay posibilidades de que nos hagan un gol.
¿Su dibujo preferido?
Lo cambiamos todos los fines de semana. Ocupamos mucho el video análisis y en la medida que vemos debilidades en el rival, buscamos un sistema con el que podamos hacerle más daño.