Llorar está de moda
El discurso es interesante, pero enteramente falso. Como un lugar común majadero y facilista, porfiado y poco prudente, desde el interior de la industria local (técnicos, jugadores, analistas) se ha puesto de moda decir que, para los equipos chilenos, los torneos internacionales son cada vez más complejos debido a que la mayoría de los rivales invierten más y por ende tienen planteles mucho más poderosos, casi inalcanzables. Que tienen más opciones de ganar por un mero asunto de plata.
Perdón, pero eso hay que demostrarlo. No sólo con números, con presupuestos anuales, sino a través del simple ejercicio de recorrer esas supuestas nóminas ajenas donde, de acuerdo a la tesis, debieran saltar a la vista nombres trascendentes, cargados de pergaminos, con una trayectoria y un peso internacional inigualable.
Pues bien: no es así. Contradiciendo el supuesto de moda, dicho ejercicio no arroja datos que lo avalen. Al revés. Hoy no existen, al otro lado de la vereda, ni por casualidad, esos planteles fenomenales, invencibles, que marcaron otras épocas (cuando el 90% de los buenos no terminaba, como ahora, en Europa, Asia o México). El desnivel, lejos de haber crecido, hoy es menor. Al menos en nombres, que, concordemos, no es sinónimo de rendimiento.
Se perderá igual, seguramente, pero no por la falta de inversión, no por especulación económica, no por falencias monetarias. A otro perro con esa excusa. Veamos, por ejemplo, el caso de Universidad de Chile y su grupo de la muerte en la Copa Libertadores. Los rivales, por historia, suenan muy poderosos: Racing, Cruzeiro, Vasco da Gama. Uf. Dos brasileños y un argentino. Todos campeones del máximo torneo de clubes alguna vez. Racing, en 1967. Cruzeiro, el 97 y el 76. Vasco, el 98. Ya. Pero, en rigor, eso ocurrió hace siglos. Y si uno revisa los planteles, seguramente el de la U tiene más nombres a nivel internacional que los de sus contrincantes. En el Racing de Coudet, desde luego, asoma como principal figura Lautaro Martínez, quien debido a su buen momento podría, quizás, en una de esas, ser llamado por Sampaoli a la selección. ¿El resto? Donatti llegó del Tijuana, Dominguez del Querétaro, González del Santos Laguna, Triverio del Toluca y Lotti del Wohlen de Suiza. Nada parecido a Corbatta, Perfumo, Olarticoechea, Maschio, Quique Wolff, Simeone, Fillol, Cejas, Goyco…o Livingstone. ¿Vasco da Gama? Resaltan Evander y Wagner y el promisorio lateral Pikachu. Llegó Escudero (del Puebla), Wagner y Luis Fabiano (de los Tianjin chinos), Silva (del Olimpia), Eder Luis (del Al Nasr Dubai) y Damon (del Antalyaspor turco). Nada parecido a los Bebeto, Dunga, Juninho Pernambucano, Silas, Roberto Dinamita, Bellini o Domingos Da Guía de antaño. ¿Cruzeiro? Destacan, como nombres de campanillas, el uruguayo De Arrascaeta y el viejo Fred, goleador de fuste en otras épocas. Lucas Silva llegó del Real Madrid, ok, pero las otras súper estrellas vienen de Independiente del Valle (Caicedo), de Vélez (Cabral y Romero), de Tigres (Sobis), Al Jazira (Thiago Neves) o Al Shabab (Rafinha). Ya no hay nadie del nivel de Ronaldo, Dida, Sorín, Renato Gaúcho, Palinha, Piazza, Dirceu o Tostao.
Son, en rigor, tres rivales con pocos seleccionados nacionales, tres planteles formados por gente con escaso renombre internacional y con muy pocos capítulos en clubes extranjeros de peso. Buenos equipos, sin duda. Superiores, seguramente. Modernos, desde luego. Rápidos, dinámicos, incansables. Sólidos colectivos e individualmente, porque si no no estarían donde están. Ok. Pero no tan ricos ni con planteles tan superiores. Paremos con ese lloriqueo absurdo. Y falso.
Por nombres e inversión (el tema que nos convoca) los azules, a diferencia de los ya mencionados, lanzan sobre la mesa un grupo envidiable, de gran trayectoria, nada de barato, con varios integrantes de la selección chilena bicampeona de América. El arquero Johnny Herrera (con distancia el de mayor trayectoria de los cuatro goleros del grupo), los defensas Beausejour y Jara (titularísimos con la Roja), David Pizarro y Pinilla (ambos de gran trayectoria en Europa) y hasta un nominado a la selección argentina en su momento: Matías Rodríguez.
¿Cuál es el discurso? "Lo intentaremos aunque será difícil debido al poder de los rivales". Buen justificativo. Pero muy ajeno a la realidad. Si Universidad de Chile de nuevo no pasa de ronda no será ni por historia ni por la diferencia de calidad de su plantel. Será porque de nuevo, otra vez, los rivales de los equipos chilenos entrenaron mejor, presionaron más, corrieron más, estuvieron más concentrados, mostraron un fútbol más dinámico, fueron más protagonistas en casa y como visitantes y, desde luego, mostraron , mejores y más atrevidos técnicos dispuestos a sacarle un rendimiento superior a un plantel tan bueno o malo como cualquier otro.
Si la U queda eliminada (muy posible, es cierto) será porque jugó peor, porque corrió menos, porque se equivocó más y porque preparó peor los partidos. No porque sea más pobre.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.