Cuántos no llegaron a creer que si con apenas 20 años Nicolás Castillo era transferido al fútbol europeo, a esta altura estaría despuntando en La Liga o la Premier. O siendo el 9 fijo de la Roja. Sin embargo, a sus 27, su carrera está, literalmente, en pausa. Y con más noticias fuera de la cancha que dentro.
De regreso otra vez en México luego de su último ida y vuelta al Viejo Continente (de Pumas, a Benfica, al América), se suponía que este iba a ser el año del de Renca. Se suponía, de no ser por una aparentemente simple lesión que se ha transformado en un calvario. La pandemia también dijo lo suyo.
Desde que se operó el 29 de enero por una ruptura del tendón del recto femoral, la vida del ariete ha dado muchos giros. Y por cierto, le han tenido que volver a abrir la herida en cuatro ocasiones por una trombosis que le hizo temer lo peor, cuando lo peor no es solo dejar de jugar al fútbol, sino que ver pasar la vida misma.
“Estoy en mi momento más difícil… Ha sido duro, es verdad, pero tengo las ganas y la motivación de sobra para volver lo antes posible”, confidenció hace poco. Para el Nico futbolista ha sido una procesión y para el Nico persona un sufrimiento que lo ha llevado a romper la imagen de niño rebelde: “Uno llora, se lamenta y se pregunta por qué le pasan estas cosas”, ha asegurado.
Sus cercanos dicen que aunque ahora anda mejor, lo han visto achacado. Que el encierro y la imposibilidad de estar en Chile junto a todos los suyos han dificultado todo. Y que a medida que retoma su capacidad deportiva, su estado anímico mejora. Antes de eso, pasó por días en los que no tuvo ganas de nada: “Dormía y comía”, así se lo llevaba.
El proceso ha sido extremadamente lento. Pero valorando los detalles sobremanera. “Ahora vivo la vida más alegre, disfrutando más de mi familia”, señaló Nico en ESPN. Así se ha ido anotando pequeños triunfos.
Como cuando el 23 de junio visitó a sus compañeros de equipo tras varias semanas sin verlos. O cuando empezó a recuperar los 12 kilos que perdió mientras estuvo hospitalizado.
También fue un hito simbólico cuando a mediados de julio volvió a patear un balón y comenzó a aumentar la carga física. Todo un logro si se considera que en una de las crisis perdió casi tres litros de sangre, lo que llevó al América a pedir donantes. En ese periodo Castillo lloraba, literalmente, por todo.
Ese episodio fue su punto más bajo. Porque estaba con su hijo, quien lo vio sangrar profusamente. Y que en el trayecto a la clínica solo intentaba no quedarse dormido. Llegó casi inconsciente y ya no se acuerda de más.
Por eso las actividades, esas que eran simples en el pasado, pero altamente valoradas ahora, lo reconfortan. Y por algún momento le hacen perder de vista que, tras consensuarlo con su club, no será inscrito para jugar el torneo del segundo semestre, para enfocarse solo en la recuperación, que ha incluido visitas al mar, donde ha hecho trabajos de musculatura del tren inferior. A esto se suman terapias en piscina.
“La directiva llegó a un acuerdo con Nico. La lesión durará más tiempo de lo que dura el torneo. Por una lesión se justifica no contar con él”, explicó su DT, Piojo Herrera. En enero evaluarán si lo anotan para el primer torneo de 2021, pero los exámenes a los que se sometió hace poco apuntan a que así será.
Conocida es la confianza que los futbolistas le depositan a las cábalas o mufas. Y como este año negro se dio mientras usaba la camiseta 15, pidió, cuando pueda volver, ocupar la 30, dorsal con el que comenzó su carrera y que usó cuando regresó a San Carlos. Todo con tal de descomprimir la cabeza.
Quizás esa sensación de hartazgo fue la que le hizo explotar contra José Pedro Fuenzalida, cuando le enrostró que no merecía ser capitán de la UC por magnificar la magnitud de los archirrivales sobre la de su equipo. En ese arrebato se le olvidó que estaba viviendo una vida “más alegre” y recordó más bien al Castillo que cuando chico lo expulsaron del Liceo Murialdo. A ese mismo Castillo que ha denostado al Monumental, el estadio donde dio sus primeros pasos. O ese Castillo que amenazó y luego golpeó a un vecino por un lío de barrio. A ese Castillo que se crió entre los barrabravas de la UC y no al tímido que aprendió inglés, pero que le avergüenza hablarlo.
Pero Nicolás también ha tenido tiempo para hacer otras cosas menos polémicas. Entre el tedio que supone una recuperación de cirugía en medio de un encierro obligatorio y las instrucciones de mantenerse activo que le ha dado su club, el ex Brujas le ha dedicado tiempo al golf, otra de sus pasiones.
No es lo único, sin embargo. Sabido fanático de la Fórmula Uno, también usa largas horas en un videojuego de la categoría motor. En su casa en México tiene una pantalla gigante y un asiento de juegos de carrera, con manubrio y pedales. Si incluso llegó a correr en una carrera virtual junto a Fernando Cordero, amigo y jugador de La Calera, y el promisorio piloto chileno Nicolás Pino.
Y si de distracciones se trata, el formado en la UC también se ha dado el gusto de participar en mesas virtuales de póker. Su última gracia es un vistoso tatuaje que se hizo hace poco en la nuca, el que dice “never surrender” (nunca te rindas, en inglés).
Así pasa sus días de recuperación en cuarentena Castillo. Entre los ejercicios, los videojuegos, el golf y las polémicas. Van siete meses así. Y le quedan otros tantos.