“Yo estaba entrenando. Era un doble turno. Si bien tenía molestias en el pecho, me duraban unos minutos y se me iban, así que seguí entrenando normal, a mucha intensidad. Al término del entrenamiento, me llama el Tati para que vaya a su oficina. Cuando entré, lo vi pálido. Le hice un chiste y le dije: ‘¿Qué pasó, Tati?’. Yo ya me había hecho los estudios al corazón, pero nunca pensé que podía tratarse de eso. Lo miro y me dice: ‘¿Hablaste con los doctores?’. Le respondí que no, que no había llamado a nadie. ‘Habla, por favor’, me pide”.
De esa manera, Luciano Aued (35 años), volante argentino de Universidad Católica, se dio cuenta de que algo andaba mal. Por primera vez, el ídolo cruzado accede a conversar en profundidad sobre los momentos más difíciles de su carrera, en entrevista con La Tercera.
¿Qué hizo después de ver a José María Buljubasich?
Inmediatamente, llamé a los médicos del club. Me di cuenta de que tenía muchas llamadas perdidas de ellos. Lo primero que me dijeron fue que los estudios del corazón salieron mal. “Ándate a tu casa, no puedes entrenar más, vamos a ver el tema deportivo. Es probable que no puedas jugar más por la patología que tienes. Fernando Yáñez te va a llamar para explicarte bien lo que descubrimos y cuáles son los procedimientos a seguir, pero no puedes entrenar más”.
Debe haber sido muy duro…
Durísimo. Estaba en estado de shock. Obviamente, me puse a llorar. Quiero destacar que el primero que me dio un abrazo, en ese momento, fue el Tati. Estábamos solos. Me dio un abrazo de ánimo, para que me sintiera acompañado, tranquilo. Me contó que él también había pasado por una situación similar, complicada de salud, aquí en el club, que al principio lo había golpeado de la misma manera, pero que había salido adelante, por lo que tenía que estar tranquilo. Yo seguía en shock. Me fui a mi casa para refugiarme en mi familia, como pasa siempre y, a partir de ahí, empezar a ver cómo salir adelante.
¿Qué pensaba en ese momento?
Lo primero que piensas es por qué a mí. Es lo primero que se te ocurre. Después, por qué no a mí, si le puede pasar a cualquiera. Está dentro de las normas. Cuando empecé a pensar de esa manera, a los dos días después, entendí que había que pelearla. Hablé con los médicos. Me asesoré. Fernando Yánez es el número uno y desde que llegué a Chile siempre ha sido un sostén muy importante para mí y mi familia. Siempre estuvo ahí. Lo primero que me dijo fue: “Ya sé lo que me vas a preguntar, que cuándo puedes volver a jugar. No pienses en eso. No es lo principal. Acá se trata de tu vida y tu salud, piensa en Charito (hija de Luciano Aued). No te puedo dar una fecha”. Yo le decía que no, que no lo podía creer. Le discutí, pero después entré en razón, entendí la gravedad y empecé a asimilar que tocaba esto y había que volver.
¿Cuáles fueron los pasos siguientes?
A los tres días estaba dentro de un quirófano con el doctor Gonzalo Martínez, que me lo recomendó Fernando Yáñez. Él y su equipo me atendieron de primera en las dos operaciones. Me saco el sombrero. Han estado siempre pendientes, igual que los kinesiólogos. Me hicieron una angioplastia. Me colocaron un estent en la arteria más importante del corazón. Después, al salir del quirófano, me dijeron que el tratamiento era de seis meses, en un principio. Ahí empezó el tema de la vuelta. Fernando me dijo que me fuera a Argentina a descansar. Le dije que no y a los 10 días yo estaba trotando. Me decía que para qué, si tenía seis meses de recuperación, para qué tan antes. “Es que necesito ocuparme y programar mi cuerpo para prepararlo para el regreso”, le respondí.
¿Y cómo se ha sentido tras su regreso?
Muy bien, muy feliz. He vivido sensaciones muy lindas desde el fin de semana con mis compañeros, la familia, el club y la gente que me ha ayudado en todo este tiempo, que fue duro, pero que ya estamos dejando atrás.
Después del partido ante Unión San Felipe, por la Copa Chile, usted dijo que volvió a sentirse jugador, ¿qué significa?
Ser jugador es competir. Y lo que yo no podía era eso. No podía entrar a una cancha a competir, a hacer lo que hice toda mi vida. En todo este tiempo casi siempre entrené a la par, pero no podía competir. Eso hace indefectiblemente que te sientas fuera. Tampoco tenía la certeza clara de que podía volver a jugar. Los doctores, con justa razón, mostrándote los estudios y demás, siempre dejan la puerta abierta, como corresponde, como una cierta duda de si podía volver a jugar. Todo este tiempo fue de incertidumbre. Me sentía bárbaro y nunca dudé de que volvería a jugar, pero cuando estaba llegando el momento del estudio final, que fue el lunes de la semana pasada, me entraron todos los miedos.
¿Estaba nervioso?
Lógicamente. Ya había pasado una situación parecida con mi papá, que había tenido algo muy similar a esto y habían tenido que ponerle algún estent más, porque tenía un deterioro mayor. Entonces, era volver a revivir eso. Se mezcló todo, pero por suerte salió bien.
¿Su papá tuvo un problema similar?
Sí. Mi papá tuvo un problema en las arterias. Tuvo inconvenientes iguales y un poco más severos. Eso hizo que al final pasara lo que pasó.
¿Lo suyo es hereditario?
Sí. Es muy probable que sea hereditario, porque nunca me había pasado. Soy una persona joven y nunca había tenido una patología así. También por la vida que llevo, siempre con los cuidados de un deportista de elite. Desde los 20 años que estoy en la elite del fútbol, pero desde los tres que llevo una vida de deportes.
¿Por qué nunca se lo detectaron antes, en la UC o en otro lado?
Los médicos siempre les hacen los mismos exámenes a todos, en todos los países: un electrocardiograma, estudio de sangre, etc., pero lo mío se ve con un estudio más complejo, de cómo funcionan las arterias del corazón y eso. Yo tuve la patología cuando me fracturé el quinto metatarsiano el año pasado. A la vuelta de esa lesión ya tenía un poco de dolores en el pecho y en la espalda. Por mi forma de ser, porque estaba acostumbrado a aguantar los dolores y porque también quería volver, ese ahogo que sentía en el pecho y esa presión que tenía en la espalda la asociaba a estar fuera de ritmo, ya que estuve cuatro meses afuera por la operación. Entonces, se mezcló todo.
¿Les avisó a los doctores?
Sí, les iba diciendo y ellos constantemente intentaban que me hiciera los estudios, que me frenara. Mi familia también, sobre todo, mi señora. Ella me incitó a que por favor me hiciera el estudio, porque algo tenía, ya que, por ejemplo, acá en mi casa, cuando hacía doble turno para volver antes, yo me subía a la trotadora, me ahogaba, me bajaba y me sangraba un poco la nariz. Mi señora se asustaba. Me decía: “Por favor, hazte estudios, algo debes tener, no puede ser”. Tanto que insistió que se lo planteé a los médicos cuando volvimos de las vacaciones, después de lograr el tetracampeonato. Ahí, los médicos del club se pusieron en contacto con Fernando Yáñez, que es el cardiólogo, y por eso se descubrió a principio de temporada.
¿Por qué obvió todas esas señales? ¿Influyó la pelea por el tetracampeonato?
Sí, la verdad que sí, pero mi carrera siempre fue así. Las lesiones que tuve fueron por no querer frenar, por estar con el equipo. Cuando estaba en Gimnasia me fracturé el tobillo por infiltrarme tantas veces, porque nos estábamos jugando la permanencia en Primera. Logramos el objetivo, pero me fracturé el tobillo por estrés, por no frenar. Acá mismo estuve tres meses y pico jugando con la fractura del quinto metatarsiano, porque estábamos a punto de pasar a octavos de la Libertadores. Quería estar y ayudar. Llegar a este límite te termina pasando factura, pero no me arrepiento, porque es mi forma de sentir el fútbol, es mi forma de sentir la profesión, de entregarme, de devolverle al club la confianza. Es una forma de vivir, de tomarme la profesión. A veces, al límite. En este caso tenía dolores, pero estábamos peleando el tetracampeonato y quería aportar mi granito.
¿Valió la pena arriesgarse tanto?
Sin duda que sí. Siempre que me pasaron cosas así valió la pena. Me quedo tranquilo conmigo mismo, porque hice todo lo posible y todo lo que estaba a mi alcance para ayudar al equipo a conseguir los objetivos. Valió la pena y por eso también fue un golpe tan duro a principio de año, porque justo teníamos la Supercopa.
¿Cómo fue ese regreso lento?
Tedioso. A los 10 días estaba trotando, pero despacio, de forma paulatina. Fue un proceso muy lento. No podía tener roce hasta que se regulara el tema cardiaco y la frecuencia.
¿Pensó en el retiro?
Nunca. Lo juro por mi hija, que es lo que más amo en esta vida. Nunca dudé. Quizás por inconsciencia, por no haber tenido jamás un episodio grave, ya que por suerte me lo detectaron a tiempo. Al no vivir algo así no llegué a medir las consecuencias, aunque sí las tenía claras. Además, porque me sentía bien, estaba tranquilo cuando volví a entrenar. Mi círculo íntimo también ayudó, porque tampoco dudaron. Algún amigo o familiar siempre te dice “piensa en la salud”, pero no, confiaron mucho en mí, porque me conocen y les contaba que estaba bien.
¿Qué sintió cuando le dieron el alta médica?
Siempre intenté volver asumiendo los riesgos. Charlé con el club y con el cuerpo médico para asumir yo las consecuencias si me pasaba algo. Con justa razón, los médicos y el club no han querido que me arriesgue, pero quería volver. Me sentía bien. Hablé con Fernando y los médicos para ver si lo hacíamos un poco antes. Fue a los cinco meses, por suerte. Terminó saliendo bien. Entré otra vez al quirófano, vieron que estaba todo bien, que iba por buen camino. Al salir, me dijeron que iba a poder volver a jugar, porque me sacaron uno de los medicamentos que me prohibía tener golpes, por el cual entrenaba con casco. Quería estar con la familia. Le avisé a mis amigos. La sensación de alivio y felicidad que sentí en ese momento no se compara con muchas cosas.
¿Qué se necesita para derribarlo?
Esperemos que no pase nada más, por favor. En estos años en Católica me tocó vivir cosas muy duras y también cosas magníficas. Es parte de la vida. Al tener más exposición, esto tomó notoriedad, pero es cotidiano, le pasa a cualquiera. En este caso, me pasó a mí y hay que levantarse. Ese es el mensaje que hay que dar: hay que seguir peleando. Si tienes un objetivo, hay que darle para adelante, visualizarlo y ponerle todas tus ganas, tu ímpetu y todo lo que eres para poder lograrlo.
Se le vio bien en su vuelta al fútbol, ante Unión San Felipe, por la Copa Chile. ¿Cómo lo hizo?
Me ayudó mucho haber empezado a entrenar tanto tiempo antes. Me preparé física y luego futbolísticamente. Por eso no me pesó tanto. También me hizo bien conocer a Ariel, saber lo que quiere con respecto al equipo y al funcionamiento de su sistema de juego. Sé las posiciones donde puedo encontrar la pelota, donde puedo entrar, sé por dónde va a pasar el juego. Esas cosas también ayudan a que sepa leer mucho más el juego y pase más desapercibido todo el tiempo que estuve afuera.
¿Siempre mantuvo contacto con Ariel Holan?
La gran mayoría de los técnicos que he tenido me han escrito y hemos tenido contacto. Mario Salas, Gustavo Quinteros, Ariel. Siempre han estado pendientes. Y Ariel desde que se fue que hemos charlado siempre, con muy buena relación, hablando de fútbol, viendo cosas. Ariel siempre estuvo preocupado de Católica. Cuando me pasó lo del pie, me escribió para ver cómo estaba. “Dale, que vas a volver”. “Dale, que tienes que llegar al tetracampeonato”. Siempre preocupado. Cuando me pasó esto, me escribió para darme su apoyo, para tratar de que esté tranquilo. Y cuando llegó, enseguida se puso en contacto con los médicos para ver cómo era la situación, para ver si podía jugar ante Flamengo y Talleres. Quería ver si estaba esa posibilidad, porque me veía muy bien en los entrenamientos. Eso también es una devolución de confianza enorme. Estoy muy agradecido con él.
¿Cómo ha sido la intertemporada con Holan?
Muy buena. Ha servido muchísimo, sobre todo, para los que no conocían a Ariel, para que entiendan lo que quiere. El hecho de ser protagonista. de tener la pelota, de asumir riesgos, de tener mucho la posesión, pero para lastimar al rival y llegar al arco. Contra San Felipe se vieron cosas muy interesantes. Cuanto más entendamos y más agarremos su idea, mejor vamos a jugar.
¿Alcanzará para el penta?
Católica será protagonista e intentará estar en los primeros puestos. Eso no cambiará. Sabemos que corremos de atrás, pero la ilusión está intacta. No nos bajamos para nada. Aún queda la segunda rueda. Somos conscientes de que cometimos errores y dejamos que esta brecha se alargara. No nos salieron las cosas este primer semestre, pero tenemos la ilusión muy grande de hacer bien las cosas, de descontar puntos y escalar, porque Católica siempre tiene que estar en los primeros puestos y entrar en copas internacionales. Ese es el objetivo que tenemos. Después, tal como nos pasó el año pasado, vamos a ver si se nos da o no, pero el objetivo es que Católica vuelva a jugar una copa internacional. Lógicamente, la Sudamericana y la Copa Chile también nos ilusionan mucho, porque tenemos un gran plantel.
Un plantel que ahora se potencia con Mauricio Isla. ¿Qué le parece su fichaje?
Sí. Tremendo. Una alegría y una sorpresa de las lindas que te da el fútbol. Tener de compañero a un jugador de la clase de Mauricio, con el recorrido que tiene, porque siempre ha estado en la elite del fútbol, es espectacular. Que se sume a este lindo proyecto le hace muy bien al fútbol chileno. Es un impacto. Nos hace crecer. A nosotros nos potencia. Le da una calidad al plantel, sumado a los jugadores que ya tenemos, que nos obliga a subir la vara y tratar de seguir compitiendo e ir por más de lo que hemos conseguido estos años. Es una alegría y un privilegio tenerlo acá y que nos haya elegido.
¿Se emocionó con la ovación de la barra en Quillota?
Soy un agradecido. En la cancha me demostraron apoyo incluso sin verme. Les salía instantáneo. Es recontra gratificante y un orgullo para mí. Todo eso lo he devuelto estos años con esfuerzo, sacrificio, compromiso, ayudando al club a que sea más grande. Creo que la gente lo reconoce. Que me hayan cantado de esa manera, cuando me pasó esto y cuando volví a jugar, es impagable. Quiero dejar ese ejemplo: quizás puedo no ser formado en casa, pero se puede llegar a un lugar, entender el sentido del club, de la gente, los hinchas y hacer que se sientan representados.
¿Cuantas canciones se sabe de la barra? Lo mostraron cantando en la banca, durante la transmisión del partido ante San Felipe…
Me las sé todas. Mi nena las canta constantemente. Mi hija nació acá. Por eso te decía que he pasado cosas hermosas en Católica. Mi hija va a feliz a la cancha. Canta las canciones. Les grita a algunos de los chicos, como Nacho y Catuto. Mi familia está muy feliz acá. Nos han tratado muy bien. No queda más que ser agradecido.
Pero, ¿su favorita?
Me gustan todas, pero mi favorita es la que canté ese día: “Gracias a la vida”. Es pegadiza, linda y tiene un sentir muy grande para la gente. No sabía que me estaban enfocando. Mis compañeros me gastaron bromas por eso. Hasta Valber (Huerta) me escribió desde México diciéndome que estaba vendiendo humo. Fue gracioso, pero salió instantáneo.