Lo dijo antes de competir. Eran sus últimos Juegos Olímpicos y quería disfrutarlos. Con ese ánimo, Tomás González, el mejor gimnasta nacional de todos los tiempos, hizo su estreno en Tokio 2020. Sonriente, haciendo caritas y mandando saludos para la cámara. Con un rostro muy distinto a los que exhibió en Londres 2012 (donde obtuvo dos cuartos lugares) y Río 2016. Sabía que después de su rutina en suelo iba a quedar feliz, pasara lo que pasara.
Y lo cierto es que el chileno de 35 años no pudo hacer mucho frente otros rivales más jóvenes y que están por sobre él. Con una puntuación de 13.600 (recibió 1,2 de penalización), quedó en provisoriamente en el puesto 20 de la general, a la espera de las próximas rotaciones de la primer día de la gimnasia. Solo ocho deportistas entran en la final de cada aparato (dos máximo por país), instancia en la que González ya no puede entrar. Hasta el momento, el mejor del suelo es el israelí Artiom Dolgopiat, con 15.200.
Independientemente de eso, el santiaguino disfrutó su despedida olímpica. Un premio que le llegó de sorpresa, por la lesión de un clasificado que le entregó el cupo al chileno por ser primer reserva de su disciplina. Por eso González no vendió ilusiones. Sabía que era difícil llegar alto en Tokio, pero nada le quita la alegría de haberse despedido en competencia de sus últimos Juegos Olímpicos.