Triunfo de Chile en el Mundial: una exhibición inolvidable

Balonmano

Chile despliega el partido de su vida y barre a Austria con un juego maravilloso. Las paradas de Barrientos y el talento de Salinas y los Feuchtmann encumbran a la Roja hasta su mejor resultado.



Chile se concedió una jornada memorable. Posiblemente el mejor partido de su vida. Autoritario, valiente y brillante, con jugadas llenas de magia y talento. Con carácter y contundencia. Convencido, compenetrado y solidario como equipo. Una roca en defensa. Con un portero majestuoso, Barrientos, que lo paró todo una y otra vez, y unas individualidades inspiradísimas, de lo más imaginativas: una vaselina de Ceballos por aquí, una finta tras otra de Rodrigo Salinas, la mano virtuosa de Erwin Feuchtmann, pases llenos de intención y fantasía. Chile fue una máquina perfecta de balonmano. Y ante un rival europeo, no de los de la primera fila, pero sí que lo aventaja 20 puestos en el escalafón mundial. Un adversario ante el que Garralda, el constructor español de esta Roja, no veía ninguna posibilidad. O eso decía en la víspera con la boca pequeña.

Chile fue mejor de principio a fin, salvo un lapso justo antes del descanso. De hecho, ese 15-14 con el que concluyó la primera mitad, la única vez en todo el duelo que los austriacos se ponían por delante, parecían condenar a Chile a lo de siempre: hasta aquí han llegado. Fue un error de Marco Oneto, el jugador jubilado al que el seleccionador aún considera imprescindible, el que amagó con derrumbar todo el trabajo. Pero qué va: Chile volvió del camarín hecho un huracán.

El mago Rodrigo Salinas robó la primera pelota, empató a la contra y desató la mejor selección chilena de la historia. Barrientos siguió en héroe (con el pie, con las manos, hasta 13 tapadas registró en las estadísticas), capaz de mantener su arco a cero durante siete minutos seguidos. Y Chile a partir de ahí se puso a volar. Con Erwin Feuchtmann (nominado como el mejor del encuentro) y Rodrigo Salinas, imparables en el uno contra uno.

Austria literalmente se asustó. Desapareció del mapa. No encontró el camino y recurrió a faltas que solo sirvieron para facilitarle el trabajo a los chilenos, que cerraron su día de gloria con un luminoso 24-32 , el mejor resultado en una fase de grupos de un Mundial. Y su segunda victoria ahí (segunda también ante un rival europeo en toda la historia), tras el triunfo ante Bielorrusia (28-32) en 2017.

Fue el partido que necesitaba Chile para agarrar confianza y afianzar su juego para las próximas tres batallas que quedan en el primer tramo (se clasifican para la segunda fase los tres primeros de cada grupo), ante Túnez, Noruega y Arabia Saudita. Mañana, los guerreros de Garralda se la juegan ante los africanos. Y llegan llenos de fe.

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