Raimundo Tupper Lyon tendría hoy 51 años. Sin embargo, su vida se truncó a los 26, cuando él mismo decidió quitársela, tras lanzarse del noveno piso del hotel Centro Colón, en San José de Costa Rica, por culpa de una severa depresión endógena. El exdefensa de Universidad Católica, en ese entonces dirigida por Manuel Pellegrini, dejó de existir el 20 de julio de 1995. Ese día, el Mumo le puso fin a un silencioso sufrimiento. Su muerte enlutó al fútbol chileno, en especial, a todos los cruzados. El paso del tiempo ya se nota en el calendario: mañana se cumplirán 25 años de aquel trágico episodio. Su recuerdo, no obstante, sigue más vivo que nunca.
De eso se han encargado muchos: su familia, amigos, el club, excompañeros y también la hinchada de la UC, cuyos cánticos reviven su figura cada fin de semana en San Carlos de Apoquindo, el estadio que lo vio nacer como jugador y el que lo despidió de este mundo dos días después de su deceso, con las banderas a media asta, miles de simpatizantes en las tribunas y lágrimas de profundo dolor. Un multitudinario adiós que luego prosiguió por las calles de Santiago hasta el Cementerio Parque del Recuerdo, donde descansan sus restos.
Este será un aniversario especial, en contexto de pandemia. Igualmente, la familia Tupper se reunirá para rememorar a Raimundo, aunque esta vez lo hará de forma virtual. “Mis sobrinos están organizando una reunión por Zoom. Todos los años se recordaba la muerte del Mumo con una misa en el colegio San Ignacio, pero como ahora no se va a poder hacer nos vamos a reunir por teleconferencia los hermanos, mi papá, mi mamá y los sobrinos. Después nos íbamos al Tip y Tap a comer un sándwich, pero lo que vamos a hacer mañana es pedir todos uno por delivery”, cuenta Andrés Tupper, hermano del ex lateral volante del conjunto estudiantil.
Se trata de una tradición íntima que mantiene vigente la memoria de uno de los futbolistas más emblemáticos de Católica. “Como a todos, al Mumo le gustaba mucho ir al Tip y Tap, así que éramos todos clientes bastante asiduos, por lo que se mantuvo la tradición. Mi papá y mi mamá también iban mucho a almorzar al Tip y Tap de San Crescente, así que somos fieles clientes del local”, agrega Andrés, quien fuese presidente de la rama de fútbol de la UC, entre 1999 y 2005.
Campeón en 1987 del Torneo Nacional, de la Copa Chile 1991, de la Copa Interamericana 1994 y subcampeón de la Copa Libertadores 1993, Tupper fue uno de los grandes valores de Universidad Católica durante la época. Un lateral con llegada, que pese a ser diestro, brilló por la banda izquierda. Sus recordados golazos en los clásicos ante Colo Colo y Universidad de Chile aún permanecen en la retina de los cruzados. Con esas características, ¿hasta dónde podría haber llegado su carrera? “Era muy explosivo, cualidad que se necesita en el fútbol. De mitad para adelante, como era puntero, era súper desequilibrante; no siendo zurdo, se acomodaba en ese perfil. Creo que tenía una ductilidad que le gusta a los técnicos, porque podía dominar varias funciones. Podría haber integrado el plantel y haber tenido la opción de disputar un puesto para el Mundial de Francia 98”, sentencia Rubén Espinoza, exmediocampista de la UC y ganador de la Libertadores 1991 con Colo Colo.
Alberto Acosta, ídolo del cuadro de la franja, aún se emociona al recordar al Mumo, quien muchas veces fue su compañero en la ofensiva. “Vuelvo a ver esas fotos en las que estamos abrazados y lo sigo recordando como lo que fue: el amigo, el personaje, todo. Era uno de los primeros en llegar a abrazarme cuando hacíamos un gol y eso que era lateral, pero vivía en el ataque. Y siempre haciendo goles yo, lo encontraba al Mumito abrazándome atrás mío. Son esas cosas que tengo en la memoria. Lo recuerdo con mucho cariño y nadie me va a sacar de la cabeza esos momentos que vivimos dentro y fuera de la cancha. ¿Hasta dónde habría llegado? No sé. Para mí es imposible imaginarlo”, advierte el argentino.
Cuando Tupper saltó al primer equipo estudiantil, Marco Cornez era el capitán. Para el exarquero, Tupper habría logrado emigrar al extranjero. “Esto pasó el 95, cuando él estaba justo en una etapa de despegar, de salir a Europa. Esas eran sus ilusiones, ese era su afán. Y también los estudios. Siempre pensaba en ser un profesional. Lo veíamos como un intelectual, muy preparado. Conocí bien a Raimundo, desde su etapa de formación, cuando era un jugador de proyección. Siempre llevaba unos libros gordos a todos lados. Le decíamos: “¡¿Cómo vas a estar leyendo?!”, recuerda.
Su forma de ser no era muy común, afirma Jorge Contreras, su excompañero: “Lo conocí cuando me incorporé a mediados del 89. Compartí con él tres años y medio. A veces, según mi opinión, veía que él tenía un perfil que no correspondía mucho al del futbolista, de estar bromeando y esas cosas. En el fútbol hay mucho ego, a veces envidia, pero él era buenísimo, sano, alegre, porque compartía con el grupo y se le notaba. Tenía voz, porque estaba bien educado, se preparaba bien. En las conversaciones era agradable, uno aprendía con él. Quizás dentro del fútbol se busca la broma, reírse del compañero; él tenía otra manera de hacerlo, con otro nivel. Sin hacer diferencias, se adaptaba muy bien a los grupos. Con él se disfrutaban mucho las reuniones y uno se daba cuenta de la calidad de persona”.
Coke coincide en que Tupper pudo llegar lejos como futbolista. “Tenía unas condiciones que lo llevaron a ser un jugador destacado. Jugó de extremo como de lateral, tenía velocidad y además buena técnica. Trabajaba muy bien, era aplicado. Era un chico inteligente, se notaba. Eso le permitía proponerse cualquier desafío, porque le gustaba aprender, escuchaba mucho. Si se lo hubiese planteado, no habría tenido ningún problema en desempeñarse en otros medios. Por características, en el fútbol europeo habría encajado muy bien. Era un poco tímido, pero tenía todas las aptitudes”, dice.
“Hubiese ido al extranjero, por todo lo que tenía, estaba recién empezando, recién tomando vuelo. Tenía las expectativas mucho más altas que el medio nacional. Tenía características para avanzar mucho más, para llegar a otro nivel”, agrega Mario Lepe, histórico capitán de la UC.
Su hermano Andrés lamenta que los mejores años del Mumo coincidieran con el castigo de la selección chilena por el Bengalazo de Roberto Rojas, en Brasil: “En esa época, nadie veía el fútbol chileno. Era difícil que un jugador saliera al extranjero sin pasar por la Selección, más allá de que fuera tremendamente destacado. El Mumo lo sabía y la verdad es que siempre lo vi feliz y conforme de estar en la Católica. Ahora, coincido en que tenía todas las condiciones para emigrar. Si el fútbol chileno hubiese tenido la visibilidad que tiene hoy, sin duda que habría dado el salto, pero era difícil. Y más con la poca actividad que tenía la Selección, porque estaba castigada y participaba poco del concierto internacional. Fue una generación completa la que perjudicaron estos inmorales, que hicieron esa vergüenza del Maracaná. Una mancha que el fútbol chileno no va a poder borrar nunca”.
“Habría estado en la Plaza Italia”
Además de sus cualidades como futbolista, quienes conocieron al Mumo lo destacan como persona, por su sencillez, conciencia social y honestidad. “Era tan honesto que cuando los dirigentes nos preguntaron si íbamos a votar por el Sí o por el No para el plebiscito del 88, dijo que votaría por el No. Fue categórico. Me gustó su ideología. Era muy joven y nos sorprendió, porque venía de una familia acomodada, era como el niño símbolo de la Católica. Quedamos perplejos. Al final tenía razón: ganó el No”, recuerda Cornez.
“Para el estallido social habría estado en la Plaza Italia, por supuesto, apoyando al pueblo. Quién sabe si habría sido político. Uno lo veía siempre como una persona de mucha conciencia social, muy humano. Él no estaba para la soledad, eso lo ponía triste, melancólico, necesitaba a la gente cerca de él. El fútbol es especial, viajes eternos, te subes a un avión, duermes solo, empiezan a pasar cosas, las distancias y cuando uno es apegado a la familia no se resiste”, advierte.”Era un tipo muy reservado, muy para adentro, en las conversas familiares no participaba mucho, escuchaba más de lo que hablaba. Era muy cauto en expresar su opinión. Es cierto que tenía una conciencia social muy grande y que votó No en el plebiscito. De ahí a que tuviera un espíritu de activismo político, no lo veo. Muy probablemente habría estado de acuerdo con muchas de las cosas que se estaban protestando en el estallido social, como gran parte de Chile, pero no me lo imagino reivindicando la violencia ni todo lo que pasó después”, expresa su hermano Andrés.
“Lógicamente, no habría ido a romper cosas, pero sí lo veo manifestándose sin problema, sobre todo, porque era muy equilibrado, sabía dónde podía y dónde no. Una de las cosas que me llamaba la atención de él es que siendo tan joven parecía muy maduro, en pensamiento, en conocimiento”, señala Coke Contreras.
Además de dejar en claro su postura en el histórico plebiscito que terminó con Pinochet fuera de La Moneda, sus excompañeros recuerdan al Mumo por ser cercano a los jugadores jóvenes de menos recursos, así como también por sus numerosas visitas a los centro de ayuda de Coaniquem, donde compartía con niños quemados. “El siempre quería la igualdad, era cariñoso. Como capitán, me tocó varias veces visitar a hinchas de la UC enfermos, en etapas terminales, con leucemia, y me acompañaba Raimundo. Siempre tenía esa buena disposición, esa sencillez. También nos juntábamos con la barra, conversábamos de las cosas que querían hacer, había mucha camaradería”, recuerda Cornez.
También llamó la atención tras anotarse como donante de órganos. “No es cierto que dejó una carta, sí es correcto que era donante”, dice Andrés Tupper, uno de sus cuatro hermanos.
“Era un chico muy solidario, muy humilde, introvertido. Actuaría bien en la contingencia actual. Hubiese sido una gran persona para ayudar. Fue muy respetuoso. El contacto que tenía con jugadores que venían de estratos sociales más bajos fue como cualquier otro. Esas pequeñas cosas las vas uniendo y ves su personalidad, su actuar”, rememora Lepe.
“La diferencia es que con su personalidad no creaba anticuerpos. Era súper transparente. Él no hacía distinciones de nada. Nunca se negó a una foto”, comenta Espinoza.
La familia se enteró de muchas de sus actividades sociales cuando el Mumo ya no estaba, confiesa Andrés: “Raimundo era muy culto, muy informado, tenía sus posiciones muy claras. El tema era que no las expresaba. Era de una profunda conciencia social, pero tampoco era de dominio público. Para muchos de sus amigos más cercanos fue una sorpresa la cantidad de cosas en las que ayudó a la gente. Tampoco nunca hizo alarde de eso, nunca lo comentó. Lo hizo porque lo sentía, no tenía ninguna necesidad de contarlo, lo que habla muy bien de él”.
A diferencia del resto, el Beto Acosta lo recuerda alegre, igual que a su entorno. “Era de una familia fanática de Católica. Tuve la suerte de conocerla. Eran un siete, como dicen en Chile. Sigo en contacto con ellos. Muy sencillos, igual que el Mumo. Siempre lo recordaré como un muchacho feliz, sonriente todo el tiempo, un monstruo en cuanto a personalidad. Habría sido feliz. Hubiese tenido una familia espectacular, con hijos. Esto va a doler toda la vida. Más allá de que quiero recordarlo con cariño, es uno de los golpes más duros que me dio la vida, no solo por haberlo conocido y haber sido su compañero, sino por lo que era como persona. En ese sentido, siempre me va a doler y lo voy a seguir insultando -como decía yo- sobre por qué pasó esto”, se lamenta.
“A lo mejor Raimundo no lo expresó, pero los futbolistas pasan por momentos depresivos grandes cuando no salen las cosas, como le pasó a Alexis Sánchez hace poco, que todo le salía mal. A Raimundo lo pilló en una mala etapa”, reflexiona Cornez.
Pese a los 25 años que se cumplirán desde su partida, el recuerdo de Tupper perdura y está vigente en la memoria y el corazón del fútbol chileno.