Carlos Montes: "El triunfo del No era de todos, no de una directiva"

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El organizador de la oposición a Pinochet en Santiago explica cómo se articuló el triunfo con la cooperación de muchos, convenciendo indecisos y críticos, usando "todas las formas de decir No" y analiza como se administró el triunfo.


*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

A los 42 años recibió el encargo de organizar la campaña del No en la capital, que en 1988 reunía a uno de cada cuatro votantes en el plebiscito. Carlos Montes, que nació en la comuna de La Florida, durante la dictadura dirigió el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria) en la clandestinidad, fue detenido en 1980, torturado, y estuvo un año preso, partiendo al exilio en México. Hoy, siendo militante socialista, preside el Senado y desde su oficina en Santiago recuerda que el 5 de octubre solo pudo ir a votar en un colegio en La Florida a las cuatro de la tarde, porque antes estaba ocupado en tareas organizativas. Cuando llegó a votar estaban voceando el cierre de la mesa. Fue el último en hacerlo.

El gran problema de la campaña era ir sumando fuerzas, y que no solo estuvieran los más radicalizados, explica. Al plebiscito los opositores concurrieron "porque no había muchas alternativas". Y participaron a pesar que hasta el final, cuando La Moneda finalmente reconoció su derrota, hubo temor y dudas de que el gobierno no respetara los procedimientos que ellos habían establecido. Montes desconfiaba. Tenía presente "la chacota, el fraude absoluto", dice, que hubo en el plebiscito de 1980, para aprobar la constitución.

– ¿Cómo se pasó de las barricadas al vals del No?

– Había muchas formas de protestas en ese momento, no eran solo las barricadas, había asambleas, distintas maneras de protestar. La barricada era solo una de ellas, el problema es que ahí se hizo un análisis político y al plebiscito se entraba o no se entraba. Y se dice: 'Aquí podemos ganar si nos organizamos bien', algo muy audaz, que algunas personas tuvieron la lucidez de verlo y se incorporó al conjunto de partidos. Otros resistieron esto con mucha fuerza. El MAPU, que en ese entonces era parte de una instancia con el Partido Socialista Almeyda, fue tratado de traidor durante mucho rato por el hecho de haber optado por inscribirse, por sumarse a la campaña de trabajar para ganar el plebiscito. Fue muy tenso por momentos, porque había mucha desconfianza en que la dictadura fuese a respetar los procedimientos que ellos habían establecido.

– ¿Usted desconfió?

– Yo desconfié, porque era algo que podía resultar o no. Tuvimos el plebiscito del '80 que fue una chacota, un fraude absoluto, sin pudor. Se pensaba que podía ocurrir. La opción fue que esto podía permitir que mucha más gente se uniera, se politizara, se encontrara, defendiera su aspiración de que terminara la dictadura. Dijimos que vamos en esto, y creemos que podemos ganar, a pesar que podían no reconocerlo. Por eso tuvimos la duda hasta el día del plebiscito en la noche, hasta que se reconoció. De hecho está demostrado que evaluaron la posibilidad de no reconocerlo.

– Usted argumentó que una de las dificultades de la campaña en la Región Metropolitana, y no solo aquí sino que en varios lugares del país, fue la escasez de militancia...

– Eran militantes la gente que estaba dispuesta a hacer eso porque era de riesgo. No era una cuestión de llegar y salir a protestar, porque tenía riesgo. Entonces en las comunas había un grupo muy pequeño. El gran desafío era ir creciendo y ampliando estos círculos de iniciativa, cosa que estuvo muy presente en todo el diseño nacional de la campaña, como un gran contagio, con un espíritu de jugársela, de salir a decir las cosas, de plantear diferentes formas de rechazar, porque esto era un cauce de muy diversas formas de expresión. Hay un cartel que decía "todas las formas de decir No", que reflejaba muy bien el espíritu de expresar la idea de que la dictadura no podía seguir.

– ¿Cómo era posible creer que una dictadura, la más prolongada que hubo en Latinoamérica, si se exceptua a Stroessner y Somoza, y una de las más cruentas, reconociera una derrota? ¿Por qué había que meterse en ese mecanismo?

– Porque no había muchas alternativas. O sea, la alternativa ¿cuál era? ¿Derrotar militarmente? Eso no tenía viabilidad. El nivel de avance de las protestas había sido impresionante, nacional, por todos lados, grandes expresiones de protestas. Por sí mismo quedó claro que eso no cambiaba la situación política, no bastaba con que mucha gente protestara. La presión internacional estaba en el máximo. Hay mucha gente lúcida que evaluó la situación y dijo que valía la pena jugársela y, por último, en el peor de los casos, íbamos a terminar con un gran movimiento antidictadura, un gran movimiento por la democracia, por todos lados. Se creó el Partido por la Democracia, porque el PPD surgió como un intento que entraran todos los partidos ahí...

– Incluida la Democracia Cristiana.

– Incluida la Democracia Cristiana, y no se logró. Los últimos que se fueron de ahí fueron los radicales y al final quedó el Partido Socialista y un conjunto de otros independientes. Se creó un partido para poder inscribir gente, salir a la calle. El PPD surgió con un objetivo claramente instrumental, con esa perspectiva. Hubo gente que vio esto, tuvo la lucidez y fue muy consistente en la manera de desplegar la campaña.

– Usted escribió después que una de las dificultades que enfrentó en las campañas fue que en una sola semana en septiembre hubo más de 50 actos incendiarios, espontáneos, que eran echarle bencina al fuego, que había que aplacarlos, bajarlos, decirles que esa no era la manera...

– Hay mucha gente que no sabe que el origen de La alegría ya viene, tuvo que ver con gente experta internacional de distintos países que vieron las encuestas y dijeron: 'Ustedes pierden si no cambian, y pierden porque sobrepolitizaron la disputa, por poner muy en el centro los temas de derechos humanos, de la dictadura y no poner aspiraciones que la sociedad tenía, menos hambre, menos política, más convocadora'. Si no había un cambio, había riesgo de perder. Ahí surgió la idea Chile, la alegría ya viene. También, la idea de tener expresiones orientadas hacia las familias, los niños, la cotidianidad de las cosas, no solo con expresiones más fuertes. El gran problema era tener una estrategia para sumar a más sectores, para ensanchar el proceso, no solamente circunscribirlo a los que estaban más radicalizados, a los que estaban más convencidos, que tenían visiones más fuertes, porque había que ganar el plebiscito.

– ¿Fue importante que el PC terminara sumándose, por lo menos a nivel oficial, al llamar a votar por el No?

– Fue importante todo. El Partido Comunista en un minuto entró. ¿Cuál era el peso específico del PC? Limitado, como todos los partidos, pero fue muy importante que el PC entrara y se sumara. ¿Qué significó eso? Que todos aquellos que decían que no había que inscribirse en los registros electorales, que votar en el plebiscito no tenía sentido, al final se fueron incorporando gradualmente. Entiendo que primero fue el PS Almeyda, después la Izquierda Cristiana y después el Partido Comunista. Hubo una cierta secuencia de los sectores que creían que esto era equivocado, de aceptar una opción que había que jugarla. Así fue.

– Usted fue uno de los organizadores de la mayor marcha de la historia, que organizó el No, un poco antes del cierre de campaña, por la Panamericana. ¿Puede contar detalles de esa organización?

– Es difícil decirlo. Había un clima muy fuerte en contra de la dictadura, por el No. Se plantea este acto en un lugar bastante central. Nuestro problema era asegurar que la gente llegara. La gente llegó naturalmente de los entornos, en ese entonces no teníamos recursos para micros, había muy poca gente que llegaba de esa manera. Era una convocatoria muy amplia, por lo tanto el tema era que la marcha se mantuviera dentro de cierto orden. Se organizaron distintas maneras para mantenerla ordenada, desde tener vallas en distintas partes para tener segmentados los sectores en caso que hubiera algún problema. Recuerdo que el mayor problema que tuvimos fue que de repente estaba un señor ahí, y una señora al lado descubre que este señor tenía un arma. Entonces avisa, un grupo de personas lo rodea –gente que estaba en la marcha– y le quitan el arma. Estaba la incertidumbre de quien era, si era parte de una acción mayor o era una cosa aislada. Finalmente se le entregó a la policía y no tuvo mayor trascendencia.

"Había nerviosismo. Ya habíamos estado en otras marchas, en otros actos. Me acuerdo que el acto de Vicuña Mackenna fue muy complicado. El primero, desde Matta hasta Ñuble, fue un tremendo acto también. Mucha cabrería que estaba en la marcha se subió a las paredes y se metió a las industrias. Nuestro problema es que no hubiese barbaridades, que no se hicieran destrozos ni nada, porque había falta de cultura cívica para expresarse masivamente. Esto fue mucho más articulado, estaban las estructuras partidarias que ordenaban las cosas y evitaban que hubiera ningún tipo de expresión más allá de los límites razonables".

– A [Joan Manuel] Serrat no lo dejaron entrar e iba a cantar en ese acto...

– No me acuerdo de cómo fue eso. Pero ahí hubo algunos dirigentes que querían llamar la atención y se metieron por el medio, que nos desarmaron todo. Probablemente ahí surgió esto que no se podía dejar pasar a más gente, que tenían que darse la vuelta por el otro lado para entrar. Sí me acuerdo que hubo un señor, que prefiero no mencionar, que empezó a latear. Hablaba y hablaba y no terminaba nunca. Yo estaba con alguien y le pregunto: '¿Qué hacemos?' Un señor bien experto, me dice: 'Lo que hay que hacer es cortar la luz'. Y se le cortó la luz, se le interrumpió el discurso. Después llegó la luz y siguió el acto, porque si no, no había como pararlo...

– Varios dirigentes del No me plantearon que otro de los hitos importantes fue la llegada de Hortensia Bussi el 24 de septiembre a Santiago, porque envió un mensaje de reconciliación, que aludía claramente a los sectores DC y envió un mensaje de que había que sumarse a la campaña, que eso ayudaba a convencer al pueblo allendista. ¿Le asigna esa importancia?

– Sí. A esa altura ya había mucha gente, la llegada de ella fue para ampliarlo más y consolidarlo. La llegada de ella fue más bien para el ánimo, de aquí estamos todos, incluso la viuda de Allende que pudo volver, pudo llamar. Fue más bien una expresión de unidad, de esperanza. Todo eso iba diciéndonos que era posible. En el trayecto también se incorporó gente de derecha, que después se constituyó en un movimiento, [Armando] Jaramillo y otros, se fueron incorporando al proceso de expresión democrática antidictadura.

– Otro hito del periodo fue la intervención de Ricardo Lagos en De cara al país, cuando emplaza a Pinochet con el dedo.

– Eso fue como la primera vez que en la televisión alguien le decía al dictador las cosas por su nombre, y fue un gesto de gran valor y muy valorado. Era la actitud de rebeldía, los que no querían que la dictadura siguiera, el activo con la dictadura. En muchos sectores eso fue cundiendo, subió mucho la imagen de él, pero también de un gran movimiento antidictadura. Ese fue un gran hito. Nunca habíamos aparecido en televisión, ninguno. No salía nadie que pensara distinto. Y llega un señor ahí que le dice 'señor Pinochet', le enrostra su comportamiento.

– ¿Cómo fue su día 5 de octubre?

– Me trasladé a vivir varias semanas a la calle que estaba detrás del comando. Estuve hasta bien tarde en el comando. Al frente teníamos gente de la policía permanentemente con anteojos de larga visita, mirando. Teníamos dos locales en Santiago, uno que estaba en Lira con Alameda, que sirvió para organizar el día de la elección, y otro que estaba en la otra esquina. Frente a este teníamos a la policía mirando permanentemente, era una amenaza. En un momento, del susto que estábamos, con noticias de que pasaban camiones militares, que ocurrían cosas en distintos barrios del país, que uno no sabía lo que era, pero provocaba miedo de que hubiera algo en marcha. Entremedio de todo esto se corta la luz la noche anterior. La falta de luz provoca una gran incertidumbre, justo con la policía que estaba al frente durante todo el día, más con el corte de luz, uno no sabía qué podía pasar.

"Al otro día [5 de octubre de 1988], me levanté temprano para ir viendo las cosas organizativas que teníamos, para asegurar que estaban los equipos en todas las comunas, los vehículos, enlaces, el sistema de conteo de voto, todo el sistema operando en el país. Este operaba en ciertos poderes también. Había toda una organización del control electoral. Estuvimos todo el día viendo lo que estaba pasando, resolviendo problemas, viendo noticias. Y yo todavía no iba a ir a votar. Cerca de las cuatro tenía que ir a votar en La Florida. Parto para allá a votar y llego a mi mesa cuando estaban gritando para cerrarla. O sea, fui el último que votó en mi mesa...".

– ¿En qué local votó?

– En el colegio Santiago Bueras de la Florida [hoy San Sebastián de La Florida]. Volvimos al comando, porque la idea era estar en comunicación con toda la red que habíamos creado. Se va viendo que estábamos ganando, empieza Cardemil [Alberto, subsecretario del Interior] a hablar, llegaron los embajadores de todos los países a solidarizar, porque había incertidumbre de lo que iba a ocurrir... Se hicieron distintas operaciones para influir, se enviaron todos los resultados que nosotros teníamos contabilizados a algunos militares, para que supieran que teníamos contabilizado y que veíamos que claramente ganábamos más allá de lo que Cardemil dijera. Se trató de cubrir un amplio espectro para que hubiera presión para los que no quisieran reconocer la derrota. Hubo mucha tensión, mucho cansancio por la misma tensión. La tensión tenía que ver con que, si bien estaba funcionando todo lo organizativo que teníamos, se iba a reconocer o no.

– ¿Celebró en el local frente a las torres San Borja?

– Ni me acuerdo si llegué ahí. A ese local llegué al otro día, porque estaba al lado de Carabineros. El día 6 la Alameda estaba llena de gente, tan llena que iba llegando a La Moneda. Empezaron a rodear La Moneda. Ahí nos llama el coronel a cargo de esto. Con el abogado Isidro Solís vamos a verlo y nos dice que hay que desalojar el entorno de la Alameda, porque si no lo logra hacer en un determinado tiempo, van a venir los militares. El carabinero con los ojos en lágrimas diciendo esto. Estaba muy afectado porque decía que se le había descontrolado la situación, porque estaban rodeando La Moneda. Diseñamos un plan muy rápido, en minutos, que fue decir: 'Nos vamos a un acto al parque Forestal'. Teníamos unos camiones para que se instalaran ahí y otra gente iba por los dos lados de la Alameda diciendo: '¡Vamos al acto del Forestal, al acto del Forestal! Disolvimos esta concentración en menos de una hora, la gente se fue trasladando. En el parque Forestal no teníamos sonido ni nada, estaba en proceso de instalarse. Entonces la gente se traslada y comienza a liberarse [la Alameda] para evitar que hubiera cualquier problema. Fue algo muy rápido, muy impresionante. El propio carabinero estaba emocionado por como lo habíamos logrado.

"Una broma que decíamos es que este acto se disolvió más rápido de los que disolvía [Enrique] Silva Cimma cuando se ponía a hablar. La gente estaba en una actitud... nadie estaba agresivo ni nada, pero la policía tenía que confrontarlo. Era un paseo familiar, de todo el mundo, niños, grandes, muy felices, se abrazaba todo el mundo, con los carabineros. Todo esto era de todos, no era de una directiva, era de todos, era una cosa muy de ciudadanos".

– ¿Qué pasó con la sociedad chilena, con esa gigantesca capacidad de movilización del 88, que después no se ha repetido?

– La movilización estudiantil de 2006 y después de 2011, lo que fue el movimiento No+AFP, fueron muy grandes para lo que es nuestra historia. Los actos de campaña eran menos de lo que lograron estos jóvenes. Ocurrieron muchas cosas. Había gente que estaba muy cansada de luchar contra la dictadura. En ese contexto, poco después que comienza la democracia, la gente comienza a incorporarse a distintos canales, algunos a los partidos, otros a organizaciones sociales, en destino roles, en el Estado, se institucionalizan estos movimientos y la expresión es menos de masas. Si uno mira la historia para atrás, quizás uno de los errores fue no haber mantenido esta estructura, de no haber mantenido un sistema de comunicación, de información, de que la gente sintiera el proceso muy propio. Incluso hubo gente que se oponía dentro de la dirección del Estado, del gobierno, a que hubiera comités de allegados para postular a la vivienda, encontraba que mantener estructuras sociales de ese tipo, en un contexto de mucho desempleo, de muchos problemas sociales, tenía riesgos. Hay gente que tuvo por opción aplacar eso. Al final esa línea se impuso bastante y se paró ese movimiento.

– ¿Qué opinión tiene de cómo se administró el triunfo? O sea, estamos hablando del '89, el segundo plebiscito...

– Mirando para atrás, el segundo plebiscito es algo en que hubo muy poca conciencia en algunas materias. El haber terminado con el plebiscito como una forma de esgrimir diferencias fue mucho. Hoy lo dicen no muchos, pero ese contexto fue muy tenso. Pero ahí se renunció a ciertas posibilidades de hacer reformas significativas, una de las cuales, la más importante fue el plebiscito como facultad constitucional, porque eso venia en la constitución y ahí se borró como una convocatoria más amplia.

– Los senadores designados...

– Y muchas otras cosas de ese tipo. Se presionó por hartas cosas. Yo creo que los senadores designados influyeron mucho, pero si hubiésemos tenido la facultad de plebiscito, hubiésemos terminado con un plebiscito mucho más tempranamente. No lo hemos podido hacer hasta hoy día, y ahora para hacer un cambio más global en la constitución, ¿cómo? Había cerrojos que Jaime Guzmán tuvo la dureza de crearlos para que no se pudiese cambiar el orden que se había creado. Ese fue un punto bastante clave. Estábamos todos empezando, un conjunto de leyes... en ese tiempo Inacap no se vendió, se le cambió el directorio y se trasladó como propiedad a otros que no pagaron nunca ningún peso, se aprobó la famosa LOCE [Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza], y un conjunto de normas y un conjunto de traspaso de propiedades de bienes nacionales, de propiedades rurales. Hay una transición en que el margen de incidencia no era tan alto, era bajo, era el haber ganado, pero todavía no se tenía el poder para incidir en esos espacios y seguía la dictadura operando todo lo que pudiera.

– ¿Le faltó golpear la mesa a los que ganaron?

– Si uno lo mirara de afuera, de más lejos, probablemente diría que sí. Pero como yo estuve ahí bastante metido, uno dice que el margen, el espacio y las condiciones para influir, eran limitados. Había un dictador, había un sector la dictadura que no quería reconocer, había un sector de la dictadura que consideraba que ellos tenían que seguir gobernando, que no podían entregar el gobierno de esta manera, que era vejatorio hacerlo así, no era una cosa de que tuviésemos la oportunidad de decidir cualquier cosa. Teníamos restricciones bastante fuertes, cosas que no solo fueron ahí. Tuvimos hechos posteriores que indicaban que se dependía de la decisión de algunos actores. A pesar de que el contexto era desfavorable a la dictadura, esta duró 17 años, con mucha opinión internacional en contra.

– ¿Qué juicio tiene sobre el debate que hubo para poder celebrar el 5 unitariamente?

– Es un escenario bastante pobre de contenido, que no refleja ni la realidad ni la historia, ni nada, en vez de poner por delante el valor que tuvo de todos los que participaron, que fue de muchos signos, de muchas maneras de decir No. La lista de lo que uno puede recordar, desde una canción, desde caminar, de golpear una olla, de hacer una seña en el trabajo... fueron muchas formas, un gran cauce de expresiones, que después unos dicen "no, esto es de nosotros y lo celebramos solos" es no comprender lo que fue el fenómeno, lo que fue la experiencia, la vida. Por otro lado tampoco es comprender cómo se reconstruyen y hacen los países, particularmente este, que tiene mucha desigualdad y concentración del poder, una derecha muy poderosa, y que todos los sectores progresistas requieren una gran unidad. Esto demuestra una falta de visión del futuro, no solo de pasado, también de futuro. Eso me preocupa, pero afortunadamente quedó como una anécdota de estos días.

Sus torturas en dictadura

Al presidente del Senado le preocupa la capacidad de las generaciones mayores, que fueron protagonistas del No, de "trasmitir esto de manera más viva a las nuevas generaciones, no tanto para recordar una u otra cosa, sino que, especialmente, para proyectarse adelante en la historia. Los pueblos unidos logran ciertas cosas importantes. La brutalidad de la dictadura fue muy larga, dañó a mucha gente que todavía sigue muy dañada". Tras las declaraciones del ex ministro de Cultura, Mauricio Rojas, muchos revivieron los dramas que sufrieron en dictadura, argumenta.

"Imagínese un niño que vio a su madre cuando la estaban violando y que tenía seis años – afirma Montes–. Yo conozco casos. Son niños que tienen una gran dificultad para construir su identidad, armar una pareja, muchos terminan en la droga, porque como estructura afectiva, humana, quedan bastante mal. Como esto podría contarle muchas historias de gente que todavía vive cosas de esa naturaleza. Hubo gente que estuvo años sin salir de su casa después de ser torturada. Qué le pasa a todas esas personas, pero también a todo su entorno. Son hechos de la vida concreta que se mueven con todo esto...".

– Usted fue torturado, ¿siente que superó ese momento? Fue detenido por los servicios de seguridad...

– Estuve en la cárcel pública. La tortura tiene un sentido de disociar a las personas, de escindirlas en lo afectivo, en distintas dimensiones. Yo viví eso, incluso tuve un paro cardiaco mientras estaba en la tortura. El problema estuvo en lo que pasó conmigo después. Ahí me mandaron a la cárcel, estuve preso, que es otro momento de disociación. A todos los que viven en la cárcel, en un contexto hostil, difícil, también se los provoca. Yo salí a México y ahí estaba gente especialista en esto, gente que se había formado en esto. Yo tuve bastante ayuda en el primer tiempo. En el momento que lo pasé peor en mi vida fue cuando llegué a México, porque en los periodos anteriores uno tenía la capacidad de defenderse, pero en el momento que uno tiene la posibilidad de soltarse más... yo lo pasé muy mal, pero fue un proceso de reconstrucción personal, fue un periodo de tratar esto, de recomponerse como persona. Muchas cosas las superé –se emociona–. La verdad es que yo no sufrí las torturas que sufrieron muchas personas. A mí no me pasaron autos por los pies, no me hicieron muchas cosas que a otras personas les hicieron, muchas, que fueron tremendas. O sea, yo conozco a otros que los pusieron en urnas con ratones. Imagínese estar toda una noche en una urna con ratones adentro, que circulaban por el cuerpo. Fueron muchas formas. Pero yo no viví cosas de ese tipo. Lo mío fue básicamente corriente en distintas partes del cuerpo.

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