Carlos Ominami: "El 5 de octubre fue la acumulación de muchas cosas"
El exsenador y exministro, representante del PS Núñez en la Concertación de partidos por el No, rememora "un día muy tenso", la campaña del No y la posterior administración del triunfo
*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.
El miércoles 5 de octubre de 1988, Carlos Ominami, que representaba al PS Núñez y a Ricardo Lagos en el comando del No, según cuenta, salió temprano de su casa, a las 7 y media. Iba solo con un maletín. En su interior, tenía una muda de ropa, incluidos calcetines gruesos de lana. "Había estado 10 años en el exilio, nunca preso, pero los presos siempre habían contado que se pasa mucho frío en la cárcel, y como soy friolento, llevé esos calcetines... de verdad, uno no sabía en qué podía terminar ese día", cuenta.
La precaución parecía necesaria. En la víspera, mientras estaba reunido con un grupo de adherentes del No en su casa, los integrantes del conjunto Quilapayún entre ellos, hubo un sospechoso apagón de luz que afectó a medio país durante la noche, el segundo en 72 horas. Poco antes del apagón, y después de las noticias, TVN emitió una entrevista de una hora a la esposa de Pinochet, Lucía Hiriart.
Al día siguiente, el portavoz del No, Patricio Aylwin, llamó a "no dejar amedrentar", mientras que Agusto Pinochet, vestido de traje gris claro, advirtió al llegar a La Moneda, cuando los periodistas le consultaron sobre la posibilidad de incidentes: "Aquí hay de 25.000 a 30.000 hombres, que están en toda la ciudad. Al primer problema que haya, les voy a dar con todo lo que tengo. Así que no creo que nadie se atreva a hacer una cosa así".
Ominami tendría que haber partido a votar temprano el miércoles 5, pero como salió sorteado vocal de mesa, "infringí la ley. No fui en la mañana porque no me iba a quedar clavado en la mesa todo el día. Me dirigí al centro de cómputos y fui a votar tarde, como a las 4. En la mesa me dijeron: 'Usted no llegó'. 'No, no llegué'", les admitió. Hoy, a los 68 años, el exministro y exsenador, a 30 años del plebiscito, recuerda el 5 de octubre con más detalles que otras jornadas de su vida. "Fue un día muy tenso".
– Una cosa me dio susto. En algún momento del día llegaron los carabineros al comando. Fue muy loco: nos dijeron que era mejor que cambiáramos la sede a otra parte.
"Otra cosa loca fue que como a las 7:00 a 7:30 de la tarde llegó un aviso de que la dirección del Partido Comunista tenía información que iba a haber desconocimiento de los resultados. Nosotros sabíamos que habíamos ganado. Nos llegó la información, no me acuerdo por cual vía, de que Pinochet iba a desconocer el resultado y que había que salir a la calle. Esa fue una cuestión súper delicada, porque si salíamos a la calle podía pasar cualquier cosa...".
– Resolvieron no salir...
– Esa fue una decisión súper importante, porque podíamos ser acusados de que todavía se estaban contando los votos, que estamos imponiendo por la fuerza el resultado. Eso podía dar lugar a una reacción de las fuerzas armadas.
– El plan de Pinochet, según documentos desclasificados en Estados Unidos, era que la oposición saliera a las calles para justificar una intervención de los militares...
– El 5 de octubre fue la acumulación de muchas cosas, que cualquiera que busque arrojarse todos los méritos comete una gran injusticia. Sí es importante ver como actuó cada uno. Hubo mucha gente de la izquierda que decía que Pinochet no iba a organizar un plebiscito para perderlo, también está el PC que querían salir a la calle, lo que iba a ser un error gravísimo. No sé qué hubiese pasado, pero hubiera sido gravísimo. Pero estuvo bien que estuviésemos conteniéndonos y esperando que las cosas fueran madurando.
"Había gente que habría quedado más tranquilo si la cosa hubiese salido mal, porque hubiesen dicho: 'Teníamos razón, les dijimos'. Yo estuve muy concentrado trabajando en esto, siempre apelando a que éramos mayoría, que era un tema de movilización electoral y teníamos un respaldo internacional muy importante".
– ¿Tenía un plan B? Es decir, si había fraude, ¿se iba a ir a alguna parte?
– Solo tenía mi maletín y mis calcetines gruesos.
– ¿Qué pasó en la tarde?
– Los presidentes de los partidos se reunieron con Patricio Aylwin entre las 4 y las 5. Con Germán Correa hicimos el texto del discurso de la noche de Patricio Aylwin. Cuando le pasamos el texto con Germán, lo leyó íntegro. De Lastarria (donde estaba el comando del No) partió al Canal 13, estuvo mucho rato ahí, con Sergio Onofre Jarpa, que jugó un papel. El cómputo estuvo parado 4 horas. Estaba en el comando cuando en la televisión comenzar a poner monos animados y películas. Después vino Matthei, que habló [reconociendo el triunfo del No a los periodistas de La Moneda] antes de entrar a la reunión de la Junta con Pinochet, para evitar que en la reunión pudiesen amenazarlo. Estuve en Plaza Italia donde salió gente después del discurso de Aylwin.
– ¿Tuvo contacto con los observadores internacionales?
– Sí, con varios. Estuve con uno de los principales observadores internacionales, que era un ex Primer Ministro de Francia, Pierre Mauroy, quien falleció. También enviamos gente a provincias. Era importante que en Talca viesen a senadores españoles, porque daba cierta tranquilidad. Eso se armó bien. El régimen sabía que si hacían fraude el repudio internacional iba a ser monumental. El plebiscito era noticia mundial.
– ¿De dónde provenía el financiamiento?
– De Estados Unidos, principalmente del National Endowment for Democracy. La política requiere de medios. Sería más bonito decir que la franja del No la financiaron los militantes y todos los ciudadanos de este país haciendo colectas, pero no es verdad. La verdad es que un par de millones de dólares vinieron de Estados Unidos. Hay gente que no le gusta que se sepa esto, pero es la verdad.
– ¿Cuál fue el rol de Piñera?
– Alguien me contó que Genaro [Arriagada] había intentado meterlo en la franja del No, pero Piñera se había negado sistemáticamente a aparecer. Tengo recuerdo de Piñera dos días antes del plebiscito. Creo que Piñera ha sobredimensionado su rol en el No.
– ¿Recibieron financiamiento de grupos económicos?
– No, que yo sepa. Para la campaña presidencial [de 1989], sí. Eso lo conozco.
– Evocando la campaña del No, ¿cambió el escenario el "dedo de Lagos"?
– Sí. Era un país que estaba atemorizado. Que alguien interpelara a Pinochet por la televisión era un cambio muy importante, que daba garantías de que lo que venía era algo jugable. Era una invitación a atreverse. Fue muy decisivo en el punto de vista de cómo se configuró la confrontación con el régimen durante ese año. Que alguien como Lagos se atreviera daba una cierta garantía.
– ¿Cuál fue el impacto de la franja del No?
– Creo que fue muy importante. Vi un par de veces la franja en pueblos chicos. El tema no era tanto el contenido específico de cada uno de los spots, sino que aparecían en la tele. Si el No estaba en la tele significaba que tenía una dimensión de legalidad que te daba tranquilidad para poder hacer campaña. El dedo de Lagos, las movilizaciones, la franja, todo eso generó las condiciones para que pudiésemos ganar, donde estaba todo hecho para que perdiéramos.
"Me acuerdo que hicimos una cuestión bien marcadora, una especie de copamiento de pueblos medianos y pequeños. No me acuerdo con quienes fuimos a cuatro o cinco pueblos donde no había habido nada desde el golpe. Nunca más había vuelto alguien. Era gente que tenía pánico por el voto No".
– ¿Cuán compleja fue la decisión de enfrentar a Pinochet en el plebiscito?
– Hubo mucha discusión entre nosotros mismos, de gente muy inteligente, que decían: '¿Usted es imbécil o se hace? ¿Usted cree que Pinochet va a organizar un plebiscito para que ustedes le ganen?'. Me lo dijeron varias veces. Enfrentarse a ese argumento fue dificilísimo. A partir de eso, había varios argumentos como que se va a saber cómo votamos, que habrá represalias... todo ese tipo de cosas.
– ¿Por qué criticó la película del No, donde actuó Gael García-Bernal?
– Esta idea de que fue un triunfo de un grupo de publicistas avezados es una falsificación entera, total. Por lo pronto, el 5 de octubre es un resultado final de muchas otras cosas, de mucha muerte, de lucha armada, de protestas, mucho fracaso, mucha frustración, muchas heridas, hasta llegar al plebiscito, que fue la última opción que tuvimos. La película entrega una versión donde no hay movilización social, ni dirección política, no está el tremendo esfuerzo que hubo. Queda todo eso de lado por el grupo de comunicadores y creativos que habrían resuelto esto. Eso me parece una falsificación de la historia.
– ¿Después del triunfo comenzó de inmediato la disputa por quien sería el candidato presidencial?
– No tengo esa sensación. Ricardo [Lagos] sabía que no podía ser él, que tenía que hacer un esfuerzo. Lo cual no significó que nos plegáramos a Aylwin de buenas a primeras, como se aplicaron a otros. Yo sí fui muy aylwinista, pero no fui de los primeros. Más aún, salimos a pedir explicaciones porque hicimos el loco. A mí me mandó Lagos al comando de Enrique Silva Cimma, que tuvo una precandidatura [presidencial], que era nuestro intento de decir que con esto había que discutir. Yo estuve en una o dos reuniones. Después nos enteramos que don Enrique andaba negociando su candidatura...
– Se administró mal el triunfo...
– La negociación fue un desastre. Hay varias explicaciones. Una es que éramos parte de un sector muy traumatizado, con muchas heridas, estábamos muy vacunados contra cualquier subida por el chorro. Aceptamos cosas inaceptables, creo que era posible haber dicho no a ciertas cosas. Por ejemplo, no podía ser que en el parlamento terminásemos en minoría, con los senadores designados. Yo creo que para Edgardo [Boeninger, exministro de Aylwin], una persona muy inteligente y conservadora, que quedásemos en minoría no era mala idea, porque también era un freno.
"Haberse metido en el 5 de octubre tuvo muchas consecuencias. La primera es que entramos en la constitución. Es un dato básico, pero no nos teníamos que comer todo lo que nos comimos. Desde un punto de vista progresista, la negociación fue mala. Desde el punto de vista de una coalición que iba a ser conservadora, el hecho de no ser mayoría en el parlamento le servía. De Edgardo [Boeninger] tengo buena opinión, y creo que pudo haber pensado en que tuviésemos un sistema de freno que nos obligara a autolimitarnos. No lo digo en mala. Desde mi punto de vista era inaceptable tener minoría en el parlamento".
"También están los cheques sin fondo de la derecha. Hubo una famosa reunión en la casa de Carlos Raymond, donde [Andrés] Allamand le dijo a Edgardo [Boeninger], Enrique Correa, capaz que [José Antonio] Viera Gallo, que no generaran más tensiones, que todo lo que pedían lo podían arreglar llegando al parlamento. Sergio Fernández ofreció en la negociación senadores designados por un período, por cuatro años, pero era feo aceptar que ese fuera un punto de acuerdo. Finalmente terminamos con senadores designados durante 16 años. Una coalición con una convicción democrática fuerte había dicho que en minoría no y habríamos podido tener tres, cuatro, cinco días de mucha tensión, pero esa cuestión nos dio pánico. Lagos fue muy crítico con esa negociación. Lagos y yo quedamos fuera de la negociación, porque éramos minoría."
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