Laura Soto y su rol en la Región de Valparaíso durante el plebiscito: "Teníamos miedo… más bien ansiedad"

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La abogada recuerda que la génesis del proceso estuvo marcada fuertemente por el centralismo de las decisiones y por la necesidad de enseñar a votar a la población de Valparaíso, para lo que contaron con respaldos relevantes, como la Embajada de EE.UU. y la Iglesia Católica.


*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

En Valparaíso, al igual que en el resto del país, el denominado Grupo de los 24 –organización que originalmente tenía como fin estudiar la Constitución de 1980- fue el punto de partida desde donde se comenzó a dar vida al plebiscito que permitió sacar a Augusto Pinochet de La Moneda. Esa agrupación, de hecho, fue la que dio inicio a la Concertación de Partidos por la Democracia.

Desde allí, la abogada ligada a causas de Derechos Humanos Laura Soto fue mandatada para encabezar la preparación de la histórica consulta ciudadana en la V Región. Un proceso que ella recuerda como "indeleble", pero que estuvo constantemente marcado por su cercanía con el mundo de los familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos, y la poca credulidad que entre ellos había respecto de la actitud que tendría el régimen de Pinochet frente al proceso. Se trató también de un momento en el que la necesidad de educar a la población era crucial: hace casi dos décadas nadie ejercía su derecho a voto y había una generación completa que jamás lo había hecho.

30 años después, lo que queda en la memoria de la exdiputada y senadora es la sensación de "hermandad" entre todos quienes se abocaron, durante todo 1987 y gran parte de 1988, a educar a esos ciudadanos, que debían salir del miedo y convencerse de asistir a las urnas. Se trataba de hombres y mujeres que no sabían cómo votar. Y mucho menos, obviamente, podían conocer cómo defender y objetar sufragios, en el caso de quienes terminaran actuando como apoderados de mesa. Todo era una nebulosa.

Para ese "entrenamiento", fue fundamental la colaboración de quienes formaron parte del comité regional, como la misma Laura Soto, pero también el diputado Rodrigo González, el exparlamentario Aldo Cornejo y el abogado Mauricio Salinas, entre otros. También hubo personajes que ayudaron desde otras trincheras, entre los cuales la exsenadora recuerda al entonces embajador de Estados Unidos en Chile, Harry Barnes, quien desafió a Pinochet, incluso participando de velatones y protestas, ante la mirada atónita de un cuerpo diplomático que prefería mantenerse al margen de los problemas internos.

"Ellos nos protegieron, Estados Unidos, desde mucho antes del plebiscito", recuerda la abogada y cuenta que "era un apoyo sutil, pero también fuerte. Venía el embajador a hacer actividades, venían los agregados de prensa, venía el cónsul. Yo sentía que a lo mejor ellos estaban tratando de reparar lo que habían hecho (cuando EE.UU. respaldó el golpe de estado en 1973)", lo que se materializó incluso en recursos frescos para comprar papeles, lápices y otros materiales.

"Los curitas pobres abrían las parroquias"

"Teníamos miedo… Más bien ansiedad", recuerda la abogada fundadora del PPD al rememorar los meses previos a ese 5 de octubre.

-¿Cómo hacían frente a ese miedo?

-Con ayuda. Las parroquias de la Iglesia Católica fueron fundamentales, sobre todo las más pobres. Ahí nos juntábamos y dábamos clases de democracia, de educación cívica y ayudábamos a la gente a entender que esto era un proceso. Fue muy interesante la iglesia, por un lado, digamos, fue espectacular en el tema de derechos humanos, gracias a monseñor Raúl Silva Henríquez, pero las parroquias pequeñas, yo recuerdo las más pobres en Forestal (Viña del Mar), por ejemplo, en la subida del Cerro Cárcel, esos curitas pobres abrían sus parroquias y nosotros nos juntábamos con la gente ahí.

Según cuenta, los mismos feligreses se convocaban con el fin de entender lo que vendría no solo el 5 de octubre, sino luego de recuperar la democracia. Mientras en los canales de TV se repetía el aviso publicitario del Banco Santiago, donde al actor Nissim Sharim le gritaban "¡Cómprate un auto, Perico!", Laura Soto recuerda que aprovechaban ese slogan para hablar del tema económico "y mostrar que sí, la economía florece, pero por el otro lado nos están ahogando del punto de vista democrático, desde el punto de vista de los derechos humanos. Y eso la gente más pobre, la gente más de población, lo entendía perfectamente".

De hecho, recuerda que precisamente los más vulnerables eran los que más rápido aprendían: "La gente era una esponja, aprendieron todo", dice la exsenadora. Ello, pese a que se trataba de encuentros muy masivos y donde, como era de esperar, muchas veces había desinteligencias y anécdotas. "Cuando nos juntábamos en las parroquias, un día llega uno de nuestros abogados a una parroquia, supuestamente a una reunión nuestra. Pero venía atrasado y veía que había mucha gente, pero que no pasaba nada… Era una primera comunión y se había equivocado de parroquia y de hora", recuerda entre risas.

"Los marinos resguardaron los votos"

Pero más allá de miedo, el 5 de octubre Laura Soto estaba ansiosa. Recuerda que votó muy temprano, antes de las nueve de la mañana, en Valparaíso y luego se fue a la sede que tenía la Concertación en calle Eleuterio Ramírez (donde ahora está ubicado el Juzgado de Policía Local de la Ciudad Puerto), para reunirse con el resto de sus "compañeros" en el décimo piso del edificio.

"Como a las ocho de la noche –continúa- alguien nos llama por teléfono y nos dice '¡Se están robando los votos, se están robando los votos, Dios Mío!'. Ahí nos empezamos a comunicar por todos lados y nos llaman los marinos, para explicarnos que lo que estaban haciendo era resguardar los votos, no robárselos. Y así era, precisamente los marinos estaban resguardando los votos".

Aunque no está segura de dónde iban a parar esas urnas, la abogada dice que "ese fue el momento de mayor tensión, porque pensamos 'nos van a hacer fraude y sea lo que pase, igual ellos se van a llevar con ellos su votación y nosotros vamos a quedar fuera no más'. La verdad es que teníamos miedo del fraude, teníamos miedo a que nos dieran vuelta las cosas, que hubiera un golpe de nuevo".

El alma le "volvió al cuerpo" cuando pasadas las diez de la noche vieron desde las ventanas del edificio cómo en la alcaldía (ubicada justo al frente) comenzaron a retirar jarras de vino que, supuestamente, estaban preparadas para celebrar. "Teníamos un gran panorama desde donde estábamos", dice Laura Soto, que entre risas afirma que ahí se dieron cuenta que definitivamente el Sí no iba a celebrar esa noche. "Esa fue la señal inequívoca de que habíamos ganado", dice.

Luego de aquello –y tras ver en televisión al entonces general Fernando Matthei reconociendo el triunfo de No en los patios de La Moneda-, solo hubo espacio para celebrar. Cuenta que salió a la calle con su esposo y su nieta Constanza, que para ese entonces tenía cerca de 3 años. "Abrazábamos a todos en la calle. Esa noche no había manera de dormir. Un pisco sour fuerte y listo", dice entre risas.

"Las decisiones se tomaban en Santiago"

Su "doble militancia" –como ella misma le llama a su trabajo liderando la gestación del plebiscito en la región, pero a la vez, como abogada de los familiares de DD.DD.- no le era fácil. Las agrupaciones, en su mayoría, no estaban convencidas de que fuera posible sacar a Pinochet del poder democráticamente. "Nunca creyeron eso", dice Laura Soto y recuerda que esa postura le parecía entendible, considerando que tenía que ver con "su dolor, su rabia, su frustración, porque las cosas no eran como se pensaban que debían ser".

Pero paradójicamente, mientras en el mundo de la defensa de los DD.HH. sí podía tomar decisiones, en la preparación del plebiscito no, pues –a su juicio- todas las definiciones se tomaban desde la capital.

De hecho, cuenta que "en el día a día nos pasaban bastante por el aro, las cosas se decidían en Santiago, las platas, las estrategias… Lo que nos dejaron a nosotros fue defender los DD.HH. solos". Todo el resto se digitaba "en las cuatro manzanas" del centro de la Región Metropolitana, incluidos hasta los materiales que utilizarían para enseñar a la ciudadanía a votar: "Los papelitos y los lápices venían de allá", recuerda.

Lo mismo sucedió con la franja electoral. Laura Soto recuerda que algunos dirigentes de regiones fueron citados para grabar, pero finalmente esas imágenes nunca salieron al aire. "Todo se hizo en Santiago, se pensó en Santiago y se determinó cómo se iba a hacer", concluye la abogada.

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