El plebiscito de José Miguel Insulza: Del exilio a militante de base en 1988

José Miguel Insulza
José Miguel Insulza

José Miguel Insulza, senador socialista, exministro y ex secretario general de la OEA, no estaba aún en la primera línea política para del plebiscito de 1988. Lejano de las esferas del poder, el plebiscito lo vivió desde otra perspectiva, como un opositor más antes de ser conocido como "El Panzer".


*Este artículo es parte del especial conjunto por los 30 años del plebiscito de 1988 entre La Tercera y la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Al día siguiente del plebiscito, el jueves 6 de octubre de 1988, José Miguel Insulza se levantó a las 6:30 de la mañana para ir a la oficina a imprimir un documento y enviarlo por fax desde el centro. En la noche se había acostado temprano y escuchó noticias hasta que era claro el triunfo del No. Tenía que enviar un artículo que había escrito con Juan Somavía, quien después sería director general de la OIT. Salió a la calle y ahí observó "el momento más lindo de mis recuerdos del plebiscito", dice.

– Había aclarado cuando salí. Estaban las empleadas domésticas, los barrenderos, los recogedores de basura. Su felicidad era notoria. Lo tomaban como una victoria real. Incluso chicas con las cuales nunca había hablado lo celebraban con mucho entusiasmo. Fue un gran momento.

Su primera llamada telefónica esa mañana fue a su madre, Ana Salinas, una fanática del No, según la describe. Sorpresivamente, ella le respondió:

– Estoy muy triste...

– ¿Pero por qué?

– ¡Porque perdimos...!

– ¿¡Cómo que perdimos!?

– ¿Pero no escuchaste al señor Cardemil diciendo que ganaba el Sí?

La señora Salinas acostumbraba dormirse temprano. En el primer escrutinio, cerca de las 20:00 horas, el subsecretario del Interior, Alberto Cardemil, sobre la base de 79 mesas, informó que Pinochet iba ganando por 17 puntos porcentuales: el Sí un 57,36%, el No, un 40,54%. En el segundo escrutinio, a las 22:00 horas, basado en 677 mesas, el Sí aparecía adelante (51,3%) sobre el No (46,5%).

Esa noche, la madre de José Miguel Insulza se fue a dormir derrotada y no supo hasta que su hijo le informó el día siguiente que el No a Pinochet había triunfado.

Preocupación por el "dedo"

Insulza fue en 1988, en sus palabras, un militante de base. "Hice campaña como un chileno más, no tenía ningún rol directivo" ni participó en negociaciones políticas. Cuenta que, además de salir a las calles, participar en actos, tocar la bocina y hacer lo que todos los opositores, desempeñó dos tareas especiales: ayudó a preparar materiales estratégicos de Ricardo Lagos y apoyó el regreso de Hortensia Bussi de Allende.

Había cumplido 45 años en junio y en octubre Insulza llevaba 10 meses en el país tras su retorno a Chile después de 15 años de exilio en Italia y México. Estaba por escribirse, todavía, una trayectoria política que en el futuro lo llevaría a ser tres veces ministro en los gobiernos de la Concertación, a ser conocido como el Panzer, por los avances aplastantes de los tanques alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y después a secretario general de la OEA durante 10 años, y hoy senador socialista.

Recibió autorización para reingresar al país en julio de 1987, pero solo pudo regresar el 5 de febrero del año siguiente porque dirigía un instituto en México. Llegó con remuneración bajo el brazo: después de seis años de trabajo, las universidades mexicanas dan un año sabático, explicó. Insulza se instaló en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) y, sin militar en el PPD, trabajó con este partido, y con sus compañeros socialistas.

Observó con interés la entrevista de Lagos en De cara al país. Una de sus labores al regreso era ayudar a Lagos en documentos y discursos.

"Iba a un grupo estratégico que se reunía para ver el impacto de determinados temas mediáticos. Había preocupación. Recuerdo haber llegado al desayuno del día siguiente, y todos se preguntaban: '¿Cómo irá a caer esto del dedo?' Algunos estaban preocupados por los sectores medios. Algunos llegaron un poco tarde. Alguien le dijo a Carlos Figueroa (DC, fue ministro de Frei Montalva y después de la recuperación de la democracia, ministro de Frei Ruiz Tagle): '¿Les cayó mal?' y este respondió: 'Les cayó maravillosamente bien'. Ahí nos calmamos y tranquilizamos. Vimos que tuvo un gran efecto", rememora.

– Después de esa entrevista quedó claro para todo el mundo, y para él también, que Lagos iba a tener un rol de liderazgo muy importante –agrega.

El peso de Pinochet en la derecha

Insulza tiene la impresión que nunca estuvo en duda que el candidato iba a ser Pinochet, aunque en 1988 se mencionaron otros nombres. Años después, cuando estaba en el gobierno, pudo verificar empíricamente la influencia de Pinochet en la derecha.

Explica:

– El peso de Pinochet era tan grande que nadie se hubiese atrevido a levantarse contra él. La única posibilidad es que él hubiese dicho que no quería ir, cosa que no iba a ocurrir. Una historia de hace 20 años lo demuestra. Me acuerdo que poco antes de su arresto, a mediados de 1998, presentamos en el Congreso la moción para eliminar el feriado del 11 de septiembre. Estábamos en un Senado de 24-24. Todos los parlamentarios de derecha dieron alguna razón para rechazarla, ninguna de ellas defendiendo al régimen militar. Algunos dijeron que se tenían que revisar todos los feriados... pedían algo más estructural del Estado. Votamos y salió 24 a 24. Volvimos a votar y dio 24-24. Se votaba una tercera vez al día siguiente, y si seguía el empate, se rechazaba el proyecto. Ese día, Andrés Zaldívar habló con Pinochet y le dijo que en realidad no tenía mucho sentido seguir con esto, porque tarde o temprano el feriado se iba a suprimir, que él debía dar un paso y presentaban juntos un proyecto que creaba el día de la unidad nacional. Al día siguiente se propuso esto, y todos los parlamentarios que habían votado en contra, esta vez votaron a favor. Todos hablaron para decir que estaban de acuerdo, en circunstancias que algunos habían presentado argumentos completamente opuestos el día anterior.

"Pinochet no habló, solo votó. Ese era el poder que tenía", remacha.

"Contarán en serio los votos"

– ¿Cómo fue su jornada durante el 5 de octubre?

– Me levanté temprano. Dormí en mi casa y alojó un amigo que venía de Argentina a votar. Me levanté con el apagón, que no solo era difícil por razones físicas, sino por el temor. A las 7:30 de la mañana ya estaba en la Plaza Ossandón, en La Reina, donde había un gran centro de votación. Era apoderado del PPD para todas esas zonas y había otros apoderados de la oposición. Con uno de ellos, el exfutbolista de la Universidad de Chile, Humberto Donoso (defensa central, campeón 5 veces con la 'U' y seleccionado nacional), apoderado del Partido Humanista, conversamos. Le dije: '¿Te das cuenta que toda la gente que está aquí puede estar a favor del Sí o del No, pero cuando uno los ve entrar, no van a aguantar ninguna lesera en su mesa? Van a contar en serio los votos y eso es lo que más importa'. Llegué a esa conclusión muy temprano. El control ciudadano de las elecciones es muy fundamental. Esa gente venía decidida a tener un evento democrático, algo que pudieran recordar.

Afirma Insulza que no lo sorprendió el 44,01% que obtuvo el Sí. Pensaba que iba a obtener más votos. "Creía que íbamos a ganar, pero por un resultado más estrecho", explica. Esa noche se fue a su casa y esperó el resultado. "Al cabo de un tiempo me puse muy nervioso. Llamé y pregunté cómo iban las cosas". Había bastantes dudas por el anuncio del Sí.

– Hace algunos años usted mencionó que pensaba que Matthei tenía razón cuando denunció que hubo preparativos por parte de Pinochet con la CNI (Central Nacional de Informaciones) para preparar una especie de contragolpe.

– A mi no me consta. Solo dije que puede ser cierto. Yo creía que Pinochet, antes que Matthei llegara a La Moneda, hizo sus consultas y vio la posibilidad de rechazar los resultados.

– ¿Había un plan alternativo en el caso que hubiera fraude?

– No, solo denunciarlo internacionalmente, porque no se veía ninguna forma en que se pudiera contrarrestar un segundo golpe militar, que era lo que pasaría si había un fraude.

"La política valía"

– ¿Cuál es el significado político que le asigna al plebiscito?

– Para muchas fuerzas democráticas del mundo constituyó un hito, que realmente era posible. No creo que haya otro caso así. Fue un momento muy significativo. Muchas fuerzas democráticas de izquierda en Europa habían estado muy pegadas a la causa de Chile. Después tomaron la revolución iraní, y se desilusionaron con la llegada de los ayatolas y nunca más salieron a las calles. De pronto ocurrió lo de Chile y eso reactivó un movimiento democrático que se prolongaría mucho más con la caída del Muro de Berlín.

"En Chile se valorizó una forma de hacer las cosas: que la política valía. Eso se ha perdido en alguna medida. El mejor símbolo de eso es la cantidad de jóvenes que votan hoy y la que lo hizo esa vez. No dramatizo mucho eso, porque si ocurriera un hecho dramático tan importante como fue el 5 de octubre del 88, los jóvenes volverían a salir a votar masivamente. Hoy la democracia es casi algo dado... pero yo no creo que este pueblo haya perdido este espíritu democrático".

– ¿La alternativa era un camino de sangre y violencia?

– Se había perdido en un momento especial. No en [el desembarco de armas de] Carrizal Bajo. Fue en la decisión que se tomó después de Carrizal Bajo, de dar un golpe audaz en el atentado contra Pinochet. Al no resultar el atentado se derrumbó esa opción. De todas formas, igual estaba condenada al fracaso: hubiese conducido a una guerra civil. Pero creo que es el momento en que cayó: el hecho que Pinochet sobreviviera al atentado.

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