La llegada a Netflix del último trabajo de Maite Alberdi, preseleccionado en dos categorías de los Oscar, no sólo amplió el alcance de la cinta; también reabrió discusiones en redes sociales sobre los límites entre documental y ficción, así como diversas preguntas en torno a los consentimientos y autorizaciones involucradas para registrar la cotidianidad de una casa de reposo. Un proceso minucioso que -según los realizadores- requirió de conversaciones previas, permisos especiales y, sobre todo, respeto. “Es un trabajo de confianza, reciprocidad y profunda amistad”, dice la productora de la cinta a Culto.