Durante seis temporadas, BoJack Horseman, la primera animación para adultos de Netflix, hizo de la depresión un arte. Raphael Bob-Waksberg, su creador, consiguió edificar un universo propio —habitado por humanos y animales antropomorfos— capaz de cuestionar el mundo del espectáculo, aportando cuotas de humor y drama en igual proporción. Su protagonista, un actor-mitad-hombre-mitad-caballo-caído-en-desgracia, es la clave: un antihéroe que habitualmente cruza la línea, pero que incluso así cuenta con el cariño de los seguidores. Acá, una psicóloga ayuda a entender el fenómeno BoJack.