Mi hija también me envió un correo electrónico informándome de que había comprado un boleto para ir a visitar a su madre por las fiestas de fin de año, un vuelo largo, de diez horas, que le había costado un dinero no menor. Pensé: qué lástima que prefiera volar diez horas para visitar a su madre y no apenas tres para visitarme a mí. Pero no se lo dije, por supuesto.
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