La relación entre Inglaterra y Estados Unidos en el predominio de la música popular ha sido como ese juego del balancín, donde la vista de arriba es grata, pero dura sólo unos segundos. Aun cuando existirá más de un texano que no sabe de ingleses desde el motín del té en 1773, para los habitantes de la isla el tema no es menor. Así, cuando a principios de los 90, el grunge llevaba un par de temporadas de lamento existencial, la prensa inglesa estableció al brit pop como una forma de compensación, dando algo de impulso hiperventilado a ese balancín.