El fundador del Aleph concebía las tablas como una excusa para compartir. Por eso, al final de sus funciones, siempre ofrecía comida a los espectadores. Y en los elencos, decía, debían convivir actores amateurs con consagrados; o niños junto a personas mayores. Todos podían actuar. Incluso si lo hacían mal. Entendía al teatro como una fiesta democrática. Ese es su legado.
Verónica Marinao
1 may 2021 10:25 PM