Fue Franklin Delano Roosevelt, en un discurso radial en 1933, quien introdujo el concepto de los primeros 100 días de un inquilino de la Casa Blanca como una unidad de tiempo significativa. Y es que el mandatario demócrata estableció una suerte de punto de referencia para la productividad durante el mismo período al aprobar 15 leyes importantes para sacar a EE.UU. de la Gran Depresión. Una situación no muy diferente es posible que ocurra con los primeros 100 días del Presidente Joe Biden, que se cumplen el próximo jueves, ya que quizás sean recordados como uno de los más ajetreados.
Biden celebrará sus 100 primeros días en la Casa Blanca con un acto político en el estado de Georgia, en el que explicará “como está cumpliendo con sus promesas al pueblo estadounidense”. Será un evento en el que los asistentes permanecerán en sus vehículos para mantener la distancia social por la pandemia, tal como ocurrió en la mayoría de sus actos de campaña. Un día antes, asistirá a una sesión conjunta del Congreso, tras una invitación de la líder de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi.
Estas participaciones podrían ser interpretadas como un intento de “promocionar” más sus logros, esto porque Biden siempre ha dicho que el expresidente Barack Obama no se atribuyó suficiente crédito por lo que había realizado en sus primeros dos años y, al parecer, no quiere cometer el mismo error.
Desde que llegó a la Casa Blanca el 20 de enero pasado, Biden ha firmado una serie de órdenes ejecutivas. Detuvo la construcción del muro fronterizo del exmandatario Donald Trump, también puso fin a la prohibición de viajar desde varios países de mayoría musulmana y reintegró a EE.UU. al acuerdo climático de París y a la Organización Mundial de la Salud, instancias de las que el país se había retirado en el mandato del republicano. A nivel internacional comenzó un diálogo indirecto con Teherán, para intentar resarcir la salida de Washington del pacto nuclear de 2015 y anunció que para septiembre de este año todas las tropas norteamericanas se habrán retirado de Afganistán, poniendo fin a la guerra más larga en que haya participado la superpotencia.
Sin duda, la pandemia ha ocupado gran parte de su agenda. El país registra sobre 60 mil casos diarios y totaliza más de 585 mil fallecidos por el Covid-19. En ese sentido, una de las primeras medidas que anunció fue que se entregarían 100 millones de vacunas en sus primeros 100 días de gobierno, un objetivo que superó cómodamente, ya que había inoculado a esa cantidad de personas en el día 60 y en el 92 consiguió los 200 millones de ciudadanos inoculados.
En la misma línea, pudo convencer a todos los demócratas del Senado para que aprobaran su estímulo de ayuda por el coronavirus de US$ 1,9 billones, que incluía pagos directos a la mayoría de los hogares estadounidenses y créditos fiscales para familias con niños, que, si se hicieran permanentes, podrían reducir significativamente la pobreza infantil.
En un afán por dar un impulso a la economía, que se ha visto duramente golpeada por la pandemia, el mandatario demócrata presentó un proyecto de ley de infraestructura de US$ 2 billones que, si se aprueba, reformaría las obras públicas del país, desde puentes hasta tuberías de agua, reduciría las desigualdades en la vivienda y los colegios y proporcionaría acceso a internet de alta velocidad en todo el país.
“En materia de política interna, ha mejorado enormemente el manejo de la gerencia de la crisis sanitaria y la disponibilidad de vacunas. Asimismo, ha actuado con firmeza -sin el apoyo republicano- en la aprobación del paquete de estímulo para intentar recuperar el crecimiento económico a mediano plazo, el cual es de US$ 1,9 billones, mayor del que impulsó el Presidente Obama luego de la crisis financiera de 2008-09”, dijo a La Tercera el académico de la Universidad de Georgetown, Angelo Rivero Santos.
“Teniendo en cuenta los asuntos sanitarios y en referencia al estímulo económico, ha sabido manejar con audacia la transición que muchos pensaron iba a ser más caótica dado el desempeño de la administración anterior. Por ejemplo, casi todos los miembros del gabinete han sido aprobados sin mayor polémica. Ha habido un cambio de 180 grados respecto del manejo de la pandemia, en relación a la administración anterior, no solo en la ejecución del plan de vacunas -por ejemplo-, sino también en materia comunicacional acerca de la pandemia y la coordinación entre los distintos organismos involucrados en esa lucha”, añadió el experto.
Para John Pitney, profesor de Política Estadounidense en el Claremont McKenna College, “hasta ahora, Biden lo ha hecho bien. Consiguió que el Congreso aprobara un enorme proyecto de ley de gastos para aliviar el Covid. Ha elegido personas capaces para su gabinete. Y ha devuelto la normalidad a la Casa Blanca. Ha cometido errores, pero son errores normales de un presidente de primer mandato, no los desastres que creó Trump”.
“Su administración ha permitido a los estadounidenses obtener 200 millones de dosis de vacuna. Ese es un logro impresionante. La administración Trump echó a perder la política del Covid, aumentando el número de muertos en más de 100.000. Biden ha vuelto a encauzar la política y ha salvado vidas”, dijo Pitney a La Tercera.
Control de armas
En otros asuntos, Biden también ha anunciado que está formando una comisión para explorar la expansión de la Corte Suprema, que se encuentra más inclinada hacia el lado conservador.
El mandatario ya ha tenido que hacer frente a tiroteos y, en ese sentido, señaló que el país vive una “pandemia”. De hecho, en lo que va del año se han registrado 150 incidentes armados. Es así como en el día 78 de su presidencia lanzó un paquete de medidas que, entre otras cosas, busca endurecer el control de la venta de lotes para fabricar armas sin número de serie en casa. La iniciativa se produce mientras la legislación más ambiciosa -sobre las armas de asalto, por ejemplo- está estancada en el Congreso.
En su primera entrevista televisada desde que fue proyectado como el ganador de las elecciones presidenciales en noviembre pasado, en el programa de Lester Holt de NBC News, el demócrata apuntó a la crisis migratoria como una de sus prioridades. “Me comprometí, en los primeros 100 días enviaré un proyecto de ley de inmigración al Senado con un camino hacia la ciudadanía para más de 11 millones de indocumentados en EE.UU.”, dijo. “Algo de esto dependerá del tipo de cooperación que pueda o no pueda obtener del Congreso”, aclaró.
Y lo cumplió, porque el 18 de febrero Biden hizo oficial el más agresivo esfuerzo en décadas para reformar un sistema de inmigración que no funciona y que se paralizó casi por completo bajo su predecesor. Los legisladores demócratas presentaron un proyecto que de ser aprobado ofrecería una vía a la ciudadanía para unos 11 millones de inmigrantes que viven en Estados Unidos sin estatus legal. Dado que los demócratas tienen un ligero control en ambas cámaras del Congreso, los progresistas han presionado al gobierno de Biden para que sea “grande, audaz e inclusivo” en la reforma migratoria.
Sin embargo, en sus primeros días al mando Biden no ha tenido un panorama fácil en cuanto a migración, ya que miles de personas han llegado a la frontera para intentar ingresar a EE.UU. Según la cadena BBC, el número total de inmigrantes indocumentados que han sido detectados en la frontera es mayor que en el mismo período de cualquiera de los tres años anteriores. Unos 15.000 jóvenes migrantes no acompañados fueron detenidos en la frontera en enero y febrero. El año pasado fueron 37.000 en todo el año.
Parte de esta situación es el resultado de las decisiones tomadas por Biden al principio de su presidencia. Dio marcha atrás a una política de la administración Trump de rechazar a los niños no acompañados en la frontera y en su lugar optó por procesarlos y colocarlos con familias de acogida en Estados Unidos. Además, se necesita mucho tiempo para reformar un sistema de inmigración al que Trump hizo 1.064 cambios, indicó la revista The New Statesman.
Para Rivero Santos, Biden debe “aclarar sus principios en materia migratoria (tanto migración irregular como asilos y el tema de refugiados). Tiene el reto de intentar cambiar lo que para muchos fueron políticas crueles en la administración pasada, sin ser visto como muy ‘liberal’ en la materia dada la realidad política del país hoy en día”.
Por otro lado, el mandatario ya dio luces de su política medioambiental. Así, se comprometió ante la ONU a que las emisiones netas de gases de efecto invernadero de su país se reduzcan entre un 50% y un 52% en 2030 respecto de los niveles de 2005. Se trata de un giro importante en la política seguida por EE.UU. en los últimos años e implicará una profunda transformación de la economía. Estas medidas suponen que todo su sector eléctrico no podrá generar en 2035 dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero. El fin último es que el país logre en 2050 la neutralidad de sus emisiones. Según Rivero Santos, en este sentido, Biden tiene el desafío “de tratar de convencer a la población que su recién anunciada política ambiental es un tema de bien público, la cual requerirá de un cambio de estilo de vida a largo plazo por parte de una sociedad consumista”.
Biden ya ha tenido una idea de lo que puede ser su presidencia en cuanto a relaciones internacionales, ya que ha tenido que enfrentar la creciente tensión con China y Rusia. La hostilidad se hizo evidente en marzo, cuando señaló que su par ruso, Vladimir Putin, era un “asesino” y los funcionarios chinos -que se reunieron en Alaska con sus pares norteamericanos el 19 de marzo por primera vez desde que el mandatario demócrata asumió el cargo- “sermonearon a los estadounidenses por su error al tener una visión arrogante de que el mundo quiere replicar sus libertades”, indicó The New York Times.
“Se observa la continuación de la política de la administración anterior hacia China, Rusia y varios países en América Latina, en particular Cuba y Venezuela. Biden debe aclarar su visión sobre el papel de EE.UU. en el mundo, es decir, su política exterior”, concluyó Rivero Santos.