“Ya no ocupo WhatsApp. Urgencias con mi jefe de gabinete, Matías Meza”. El 20 de mayo, a las 13.33, el Presidente Gabriel Boric cambió su estado y también su número telefónico, por segunda vez desde que asumió. Sus asesores le recomendaron que dejara WhatsApp y que descargara Signal, aplicación que pone énfasis en proteger la privacidad y seguridad del usuario.
Porque en los cien días desde que llegó a La Moneda, el teléfono del Presidente no deja de sonar. Llamadas de parlamentarios, dirigentes oficialistas y de oposición, como el diputado Diego Schalper (RN) y el senador Javier Macaya (UDI). Conversaciones con ministros, sobre todo con el comité político. Chats con académicos, como Juan Pablo Luna. Charlas con sus “mentores”, como Luis Maira. Mensajes de convencionales de todos los sectores. Y también de sus amigos y su familia. Todos tenían el celular del Mandatario y algo que decirle.
Eso, sumado a los consejos y el apoyo frecuente que el Presidente busca en algunas autoridades internacionales, como el expresidente de Uruguay Pepe Mujica y el mandatario de Argentina, Alberto Fernández, además de la confianza que ha generado en las últimas semanas con la expresidenta Michelle Bachelet -al nivel de escribirse para saber solamente cómo está el otro-, hicieron que a Boric le costara despegarse de su teléfono por las noches.
–El celular colapsó–, dice un cercano al Presidente.
La intención de su equipo fue calmar un poco el ritmo en el que vibraban los mensajes, pero el resultado no fue el esperado: el Mandatario retomó el mismo nivel de conversaciones en Signal.
Para el Presidente, según confiesan sus cercanos, los primeros 100 días de gobierno han sido un camino intenso de enseñanzas, en el cual ha tomado decisiones que parecían impensadas y que han dejado en evidencia grandes contradicciones, como lo fue la restauración del estado de excepción en la Macrozona Sur. Pero también ha sido un proceso interno de empoderarse en su rol, de lo que él ha llamado “habitar” el cargo. De a poco, en los pasillos de La Moneda cada vez son menos las personas que tratan al Mandatario de “Gabriel” y más los que lo llaman Presidente. En el gobierno aseguran que el Boric de la campaña, que recriminó al exmandatario Sebastián Piñera en los debates (“señor Piñera, está avisado”), es muy distinto al de hoy, que valoró la gestión de su antecesor en temas de salud en la cuenta pública. Ahora lo ven cada vez más dispuesto a escuchar y muy pendiente de las acciones de sus antecesores para replicarlas.
También ha tenido que adaptarse a los medios de comunicación. El Presidente no estaba familiarizado con el off the record, de hecho no está de acuerdo con su utilización, y es muy crítico con las filtraciones. Pero de a poco le ha soltado la mano. Eso sí, el “cahuín”, como lo define él, le carga. Y así fue como definió el episodio ocurrido en la gira a Estados Unidos entre la canciller, Antonia Urrejola, y la jefa de asesores, Lucía Dammert, quienes tuvieron diferencias por el nivel de atribuciones que tomó la socióloga en el viaje. Una gira que marcó el mayor desgaste del Mandatario en su periodo en el poder -incluso algunos dicen que la presión le afectó-por los esfuerzos que puso en generar certidumbres económicas a los grandes empresarios.
Hoy las prioridades del Presidente son dos; por un lado, la reforma tributaria que necesita para financiar su programa, y por otro, el proceso constituyente.
El Mandatario tiene claro que su aprobación tiene una relación directa con las percepciones sobre este último, por lo que cualquier equivocación del gobierno puede afectar al resultado que esperan del plebiscito del 4 de septiembre. Pero, en la interna, y pese a que lo niega, también se ha puesto en la opción de que gane el Rechazo. Por lo mismo, se ordenó que la división de Estudios de la Segpres evaluara y analizara todos los escenarios posibles.
De todas formas, más allá de las prioridades en el mediano plazo, uno de los aprendizajes de Boric en sus primeros meses fue que la contingencia puede cambiar los planes y que sin preocuparse del “mientras tanto” es imposible planificar el más allá. Ahí es donde los problemas de seguridad se ganaron un lugar entre sus preocupaciones y debió enviar señales que nunca imaginó.
Intimidad presidencial
El sábado, el Presidente regresó agotado de su gira a la Cumbre de las Américas. El domingo almorzó solo -su pareja, Irina Karamanos, estaba en cuarentena por Covid- en la Fuente Mardoqueo del barrio Yungay, a cuatro cuadras de su casa, y pidió un lomito italiano con queso y doble mayo. Y el lunes el Mandatario partió, sin aviso, a vacunarse con la cuarta dosis a Lo Espejo, junto a su jefe de gabinete, Matías Meza-Lopehandía, y sus escoltas. Los efectos secundarios de la vacuna Moderna, además de una carga viral con congestión nasal, lo obligaron a trabajar desde la casa de martes a jueves. Aprovechó de leer las cartas que recibe de sus seguidores y también para almorzar en el barrio, costumbre que ha luchado por mantener. El martes y el miércoles almorzó en el Amadeus Lab, a 100 metros de su puerta. Otros días se escapa al local peruano Puerto Esmeralda, frente a su antiguo hogar.
En Yungay ha desarrollado otros hábitos. Sale a caminar, compra pan en el local de la esquina y también visita una tienda de música a pocos metros de su casa. Ahí ha comprado álbumes de Sui Generis, Metallica, Bob Dylan y The Beach Boys. Otras veces se queda mirando los discos en silencio.
Las caminatas también son por La Moneda. Cuentan que circula por los pasillos, sale a la cocina, prueba cosas con la cuchara y escucha música con volumen alto en su oficina (de Silvio Rodríguez a Metallica).
Tampoco ha dejado de juntarse con sus amigos en las noches. Eso sí, redujo su grupo de confianza. A veces los invita a su hogar y también asiste a otras casas, como a la de Emiliano Salvo, uno de sus grandes amigos, quien trabaja en la avanzada presidencial.
A su familia no la ha visto mucho. La única vez que los Boric Font pudieron almorzar todos juntos (con sus padres y sus dos hermanos) fue en el Día de la Madre, el domingo 8 de mayo, cuando el Presidente estaba en Punta Arenas. Comieron en el restaurante Status, una “picada” magallánica.
La noche anterior el Presidente compartió con sus amigos en su casa en la costanera de Punta Arenas. Jugaron truco (juego clásico de la zona), hablaron de fútbol y también se tomó el tiempo de hablar de la vida de sus amistades, fuera de la política.
Quienes conocen a Boric aseguran que el contacto con sus primeras amistades es fundamental para él, una “forma de reencontrarse con su historia y tomar aliento”. Ese rol lo ocupan sus amigos magallánicos desde sus primeros pasos en la política. Por eso, cuando fue presidente del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad de Chile en 2009, les envió un correo a sus amigos en Punta Arenas que decía: “No dejen que me pierda”. Hoy, confiesan, siguen siendo ese espacio de desahogo y protección.
El peso de sus asesores
El último mes ha sido tenso para el Presidente, tanto por la gira como por la cuenta pública del 1 de junio. La noche antes del discurso el Presidente casi no durmió. Se acostó a las 5 am en Cerro Castillo para repasar los últimos detalles.
Cuentan en su entorno que el Mandatario estaba nervioso. Para estudiar las menciones históricas a gobiernos anteriores, llamó a la Biblioteca Nacional para arrendar la saga de historia de Francisco Encina.
Tanto en el desarrollo del discurso como en el día a día de Boric, inciden mucho sus asesores más cercanos: el jefe de gabinete, Meza-Lopehandía, quien, entre otras cosas, se encarga de filtrar la información que recibe el Mandatario para no sobrecargarlo, y la jefa de asesores, Lucía Dammert. Ellos están pendientes de todo: qué puede comer y qué no, qué ropa debe usar y de los detalles de sus actividades.
Boric también acude a sus ministros. Mario Marcel, por ejemplo, ha agarrado un rol protagónico, ya que conversan con frecuencia. Al Presidente le preocupa que cada idea que se propone tenga factibilidad económica y valora mucho sus aportes.
Mientras que con Giorgio Jackson también conversa a diario, por su antigua amistad. El Presidente ha estado muy atento al despliegue del ministro y le ha manifestado apoyo en los momentos más duros en el Congreso, donde no la ha tenido fácil. Por ejemplo, esta semana recibió críticas por parte de senadores del Partido Socialista por su rol en el proceso constituyente, donde se aprobó que el texto incluya el fin del Senado para 2026.
También, el Mandatario es cercano y ha seguido de cerca el trabajo de Camila Vallejo en la vocería y de Antonia Orellana, en el Ministerio de la Mujer. Ambas tienen buena evaluación por parte de Boric.
Con Izkia Siches la relación es diferente.
Discusión en el despacho
La noche del lunes 2 de mayo un molesto Gabriel Boric llamó a Izkia Siches a su oficina. Ese día, los parlamentarios y dirigentes oficialistas se unieron para reclamarle al Mandatario que el Ministerio del Interior no pidiera la prisión preventiva para los acusados por el tiroteo ocurrido en el barrio Meiggs, en el Día del Trabajador. Boric coincidió en la crítica y, según cuentan quienes hablaron con él, la calificó como una “torpeza tremenda”.
No era la primera vez que Boric llamaba a Siches para recriminarle por un error. La mañana del jueves 7 de abril el Presidente la invitó a su despacho para pedirle explicaciones por haber dicho en la Comisión de Seguridad de la Cámara Baja que un avión con extranjeros expulsados retornó al país con todos sus pasajeros, lo que finalmente era mentira. Por eso, la discusión en la oficina presidencial de esa noche fue en duros términos. Mientras Siches argumentaba la decisión de su equipo, el Mandatario le dijo que no podían permitirse más equivocaciones –consideraba también el viaje a Temucuicui- y que debía hacer cambios en el equipo. A la ministra no le gustó. Pero lo que más le molestó, fue que no había alcanzado a procesar lo que le había pedido el Presidente cuando periodistas comenzaron a preguntarle si era cierto que le habían pedido la renuncia a su jefe de gabinete.
La situación puso en evidencia la tirante relación que tenía Siches con quienes acompañaban hace años al Presidente, como Jackson y Vallejo. Tanto, que la ministra optó por incorporar más experiencia política en su cartera, siendo el fichaje clave la exjefa de gabinete de Michelle Bachelet, Ana Lya Uriarte.
En todo caso, los cambios en el equipo de Siches no aplacaron las tensiones con sus pares del comité político, por mucho que cuando se reúnan parezca diferente. Quienes han sido testigos de la relación de Siches con Jackson y Vallejo la definen más como una relación de desconfianza.
Y las señales de malestar son evidentes. Un hecho que molestó en Interior fue que Vallejo se resistiera a hacer la vocería cuando ocurrió el atentado en Temucuicui -la que finalmente realizó- y también que no saliera a respaldar a la jefa de gabinete luego del episodio del avión.
En el caso de Jackson, uno de los últimos casos ocurrió el domingo 5 de junio, cuando el ministro fue al programa Estado Nacional, de TVN. Allí, Jackson no nombró a Siches cuando habló del “Plan Menos Armas, Más Seguridad”, programa en el que, dicen en Interior, trabajan hace varias semanas. Y más aún, desde que sus estudios de percepción ciudadana arrojaron que era el tema ideal para “renacer” después de los errores.
Pero donde más se ha reflejado este quiebre es en la disputa entre el partido de Jackson, Revolución Democrática, y el Colmed, del mundo de Siches, en el Ministerio de Salud (Minsal).
Evaluación ministerial
El viernes, el Presidente Gabriel Boric reconoció que le exigió mayor coordinación al Minsal luego de que anunciaran adelantar las vacaciones de invierno.
La ministra, Begoña Yarza, había anunciado la medida el martes, sorprendiendo a los integrantes del comité político, y también a algunos del equipo de asesores del Presidente, quienes no tardaron en salir a pedirle explicaciones a Yarza.
No fue la primera vez que ocurría algo así. El 5 de abril, cuando anunciaron el nuevo plan Paso a Paso, todos los ministros del comité político manifestaron su descontento. Siches dijo que no estaba de acuerdo con bajar las fases a tres, Marcel comentó que si había anuncios con consecuencias económicas había que consultarle antes a su cartera y a Vallejo no le pareció el despliegue comunicacional.
Pero el Minsal también ha cometido otros errores en los últimos días. La ministra Yarza fue llevada al Tribunal de Ética del Colegio Médico tras denunciar torturas en el Hospital Psiquiátrico de Valparaíso, que luego fueron desmentidas por los doctores. Uno de los apuntados en el caso fue el jefe de asesores de Yarza, Jaime Peña, militante de RD, cercano a Jackson, quien genera incomodidad entre algunos integrantes del Minsal que son cercanos a Siches. No fue la única diferencia entre el partido y el Colmed, ya que en enero en RD no quedaron conformes con la designación de la ministra, ya que esperaban que el subsecretario Cristóbal Cuadrado (RD) ocupara el cargo.
Los conflictos en el Minsal evidencian una crisis de la que el gobierno no ha podido escapar: los ministros sectorialistas no han logrado la visibilidad que deberían, cuestión que varios atribuyen al control que reciben desde la Secom, que dirige Pablo Paredes (RD).
Con todo, en La Moneda advierten que el Presidente ha transmitido que ya no hay margen para equivocaciones, que el tiempo de rodaje ya pasó. Por eso es que hay un concepto que cada vez se escucha más en los pasillos de La Moneda cuando se les pregunta por un posible cambio de gabinete:
-Hay que aguantar hasta septiembre.