“Si todas las mujeres que han sido acosadas o agredidas sexualmente escribieran ‘Yo también’ como estado, podríamos dar a la gente una idea de la magnitud del problema”, decía el tuit que el 15 de octubre de 2017 escribió la actriz estadounidense Alyssa Milano, causando revuelo a nivel mundial, ya que al poco tiempo el hashtag #MeToo se convirtió en una suerte de grito de guerra contra la agresión y el acoso sexual.
El tuit de la actriz buscaba ser un llamado de atención en medio del escándalo provocado por las innumerables acusaciones contra el productor de Hollywood Harvey Weinstein. Sin embargo, en cosa de días, millones de mujeres, y algunos hombres, usaron Twitter, Facebook e Instagram para revelar el acoso y el abuso que han enfrentado en sus propias vidas. El tuit desencadenó un movimiento mundial que ha inspirado a muchas mujeres a perder el temor de hablar en público sobre la violencia de género en sus respectivos países.
Para muchos, eso sí, el “movimiento MeToo” realmente había comenzado más de una década antes, en 2006, cuando la activista y organizadora Tarana Burke usó el término en MySpace para alentar a las mujeres de color a presentarse y compartir historias de abuso sexual.
Cuando han pasado cinco años, parte de lo que rodeaba ese movimiento se ha disipado. El actor Bill Murray, por ejemplo, supuestamente resolvió una acusación de “comportamiento inapropiado” en un set de filmación en abril pagando US$ 100.000 a la víctima. “¿Las acusaciones habrían dejado una marca más grande en el ciclo de noticias y en la imagen pública de Murray en el apogeo de #MeToo?”, se preguntó en un artículo la columnista de la revista New Statestman, Sarah Manavis.
“En ese momento, se creía ampliamente que el movimiento corregiría un desequilibrio de poder arraigado, que nuestras vidas serían mejores y más seguras, y que el extremo afilado del abuso sería despuntado. Pero cinco años después, es difícil ubicar los impactos positivos que una vez estuvimos tan seguros de que llegarían. ¿Son los lugares de trabajo más igualitarios? ¿Es menos frecuente el acoso sexual? ¿Podemos realmente decir que nuestras vidas son demostrablemente mejores ahora? ¿Y qué tipo de cultura nos ha quedado en su lugar?”, indicó.
“Creo que el movimiento MeToo definitivamente hizo que los depredadores se detuvieran para actuar según sus inclinaciones”, dijo a la agencia The Associated Press, Louisette Geiss, una exactriz y guionista que, en 2017, acusó a Weinstein de intentar obligarla a verlo masturbarse en el baño de un hotel en 2008. Fue la figura principal en una demanda colectiva contra su antiguo estudio. “Creo que han sido advertidos. Y, por lo tanto, es menos probable que lo hagan, pero creo que todavía lo están haciendo”, añadió.
“Rompió el tabú”
Para la escritora estadounidense Jill Filipovic, “en los últimos cinco años la conversación en Estados Unidos sobre agresión sexual ha cambiado radicalmente; entendemos mejor que nunca que estos delitos no tienen que ver con el sexo o el deseo incontrolable, sino con el poder y un ejercicio muy controlado e intencional del mismo”. “Muchos hombres (y algunas mujeres) están revaluando su comportamiento pasado y preguntándose si quizás hay algo que cambiar o disculparse; muchas mujeres (y algunos hombres) finalmente están poniendo lenguaje a las interacciones y eventos que nunca se sintieron del todo bien, o que fueron abyectamente humillantes, dolorosos o violentos. Los lugares de trabajo han cambiado sus políticas; los estados han cambiado sus leyes”, escribió en una columna en The Guardian.
“Y los tribunales de justicia, instituciones notoria e intencionalmente lentas, están trabajando en la pequeña cantidad de casos que cumplen con el estándar muy alto para el enjuiciamiento y aquellos que cumplen con el estándar ligeramente menos severo para un juicio. ¿Es esto justicia? No, no para todos; ni siquiera para la mayoría. Y aunque muchas de nosotras estamos complacidas de ver el castigo impuesto por tantas fechorías, probablemente a muchas feministas no les dé mucho placer escuchar que hombres como Weinstein ahora están sufriendo las mismas crueldades y humillaciones deshumanizantes que nuestro sistema de justicia penal ha nivelado durante mucho tiempo en hombres más invisibles”, denunció la autora de The H-Spot: The Feminist Pursuit of Happiness.
A juicio de la escritora y teórica feminista Cynthia Enloe, la reacción en distintos países fue diferente respecto del movimiento. “Hubo una serie de países, no solo en Europa, sino particularmente en Europa, donde la gente dijo: ‘Oh, eso es solo una cosa estadounidense’ o ‘es solo Hollywood’”, indicó a Euronews Cultura la también investigadora en Estudios de la Mujer y de Género en la Universidad de Clark en Massachusetts.
“Y particularmente Italia y Francia fueron los más difíciles de romper, para que la gente realmente viera que esto no es algo estadounidense. No se trata de ser mojigato sobre lo que sucede en el trabajo”, añadió.
El movimiento #MeToo “rompió el tabú sobre el acoso sexual”, según la Fondation des Femmes, una asociación con sede en París que lucha por los derechos de las mujeres y apoya a las víctimas de la violencia sexual.
En España, el movimiento feminista adquirió fuerza tras el veredicto del juicio de “La Manada” de 2019, donde un tribunal no condenó a cinco hombres por violar en grupo a una mujer joven en Pamplona en 2016. Esto llevó a un cambio permanente y significativo en la ley española. Este año, el Congreso aprobó la ley de consentimiento sexual “solo sí significa sí”, que dice que el consentimiento no puede asumirse por defecto o solo por silencio.
A juicio de la periodista italiana Jennifer Guerra, autora de dos libros sobre feminismo y política de género, “algo ha cambiado en Italia desde la explosión del #MeToo, especialmente entre las mujeres jóvenes. Tenemos menos tolerancia con los comportamientos no deseados y de acoso, hemos aprendido a reconocerlos y tenemos un nuevo lenguaje para definirlos”, dijo a Euronews.