Yeri cayó de rodillas sobre la arena. Luego de seis horas de caminata por el desierto, el peso del equipaje que cargaba en los hombros le impedía mantener el ritmo del resto. Mientras todos se alejaban, sus hijos comenzaron a llorar y ella pidió ayuda para no sucumbir al frío de la pampa. En la oscuridad, unas manos la ayudaron a ponerse de pie y una voz la animó a continuar la marcha. Quedaba poco para llegar a suelo chileno.
“Me caí unas tres veces, quedando muy dolorida”, relataría después.
La travesía junto a sus tres hijos había comenzado la tarde del martes 21 de julio en el terminal de buses de Tacna, al sur de Perú, cerca del límite con la Región de Arica y Parinacota. “Se me acercó un señor taxista, indicándome que podía pasarme de manera informal a Chile, cobrándome US$ 60 dólares ($ 46 mil) por mí y mis tres hijos menores de edad, a lo cual accedí”, declararía la mujer a la Fiscalía de Arica. Su pago incluía un traslado por la carretera hasta llegar al hito 15, una de las nuevas zonas utilizadas por bandas dedicadas al tráfico de personas. Se les conoce coloquialmente como “coyotes”, guías que atraviesan el desierto aprovechando la soledad de la noche para burlar los controles migratorios.
Ese sector era el punto de partida de la extensa caminata hacia la Línea de la Concordia, que atraviesa dunas y zonas rocosas. “Ahí me esperaba un hombre que dijo que podía pasarme en la frontera, que podía guiarme y me cuidaría. Por esto me pidió US$ 420 (cerca de $ 325 mil), comenzando a caminar unas seis horas aproximadamente, temiendo por mi integridad, ya que, además, soy asmática”.
Yeri era parte de un grupo de 16 personas que incluía un niño de apenas tres años. Todos serían conducidos a la frontera por dos “coyotes” venezolanos. “De ahora en adelante nosotros vamos a ser sus guías. Si decimos que se agachen, se agachan. Si decimos que avancen, lo hacen”, exigió Jonder García (20). Según la Fiscalía de Arica, junto a Alexis Faudito (20), habrían sido parte de una organización que se financiaba mediante la internación de extranjeros al país por pasos no habilitados. Y esa noche tenían todo listo para avanzar por el desierto. Linternas en mano, bolsos adosados a la espalda y botellas con agua bastaron para comenzar el periplo desde el hito 15. Este sector, alejado del control policial chileno, se encuentra a casi un kilómetro de una torre de vigilancia del Ejército. “Ellos tomaron la delantera y comenzamos a avanzar detrás de ellos por varias horas. Cruzamos lugares con alambres, sectores arenosos. Incluso, venían varios niños en el grupo. Había una señora con un bebé en sus brazos, a la que tuvimos que ayudar bastante”, detalló otra de las víctimas de esta organización.
La zona con “alambres”, explican en la Fiscalía de Arica, corresponde a sectores de campos minados, donde pese a los esfuerzos del Ejército por limpiar la zona, aún quedan explosivos enterrados. Pese a conocer esta situación, los dos “coyotes” nunca explicaron los riesgos que conllevaba caminar por esta zona del desierto. “Si lo hubiese sabido, jamás habría cruzado esa frontera”, relató una de las víctimas al Ministerio Público.
“Coyote” mimetizado
Desde que la pandemia se propagó por los países vecinos, en marzo, los casos de tráfico de migrantes prácticamente habían desaparecido. Las cuarentenas preventivas y el cierre de las fronteras, que conllevó un aumento de la presencia militar y policial en la zona, redujeron a cero los casos de tráfico de personas en la zona fronteriza. Sin embargo, hace dos semanas el desconfinamiento en los países vecinos reactivó el comercio y, de paso, reimpulsó este lucrativo negocio, que se aprovecha de indocumentados que buscan oportunidades en Chile.
De acuerdo con los registros del OS-9 de Carabineros de Arica, entre el 19 y el 22 de julio se detuvo a cuatro personas por el tráfico de 28 migrantes, 11 de ellos menores de edad. Los casos alertaron al Ejército, Carabineros y el Ministerio Público. Casi tres días antes de que el grupo de Yeri intentara el cruce, otras 14 personas habían sido detenidas por Carabineros en el mismo punto. Uno de los “coyotes”, José Castillo Muguerza, quien ya había sido detenido el 10 de enero de este año por un ingreso ilegal al país, simuló ser una de las víctimas. Por ocho horas tuvo un trato de afectado, se escondió entre los otros extranjeros vulnerados e, incluso, les habría exigido no ser delatado. Pero finalmente una de las víctimas presentes lo denunció a la policía. Hoy cumple su prisión preventiva en el centro penitenciario Acha.
¿Qué ocurre con las víctimas de este tipo de delito? El fiscal de la Unidad de Alta Complejidad de Arica, Daniel Valenzuela, experto en delitos de tráfico de migrantes y crimen organizado, asegura que “para nosotros estas personas tienen la calidad de víctimas o testigos de este delito”. De acuerdo con el persecutor, las 28 víctimas podrían cumplir una cuarentena preventiva en la zona y posteriormente quedar en libertad. “Una vez que ellos son registrados en Policía Internacional quedan en libertad, pero sujetos a una firma, ya que ellos siguen en situación irregular en Chile”, aclara.
El tráfico de migrantes, a diferencia de otros delitos, tiene un carácter transnacional. Pese a las altas penas que tiene este delito, que parte en cinco años y un día de cárcel, la crisis económica y la búsqueda de oportunidad en otras tierras sigue siendo tierra fértil para bandas organizadas que lucran con la necesidad ajena.
Nueva ola en el desierto
Un equipo del OS-9 de Carabineros de Arica detuvo al grupo de Yeri a las 0.05 del miércoles 22 de julio. Pocos minutos antes, desde el puesto de vigilancia del hito 14, personal del Ejército había alertado con sus visores nocturnos la presencia de la columna humana que avanzaba hacia la frontera.
Los dos “coyotes”, Jonder García y Alexis Faudito, fueron formalizados por tráfico de migrantes agravado al existir riesgo de muerte por cruzar un campo minado y por la presencia de menores de edad.
Entre sus víctimas se contaban 13 venezolanos -incluida Yeri y sus hijos-, una argentina con su hijo de tres años y una ciudadana colombiana. Los testimonios de vulnerabilidad se repetían, así como también el antecedente de nuevas partidas de migrantes que tratarían de ingresar al país de manera ilegal, dando cuenta de que aún quedan muchos “coyotes” sueltos en la frontera.