Dos días después de la controvertida segunda vuelta presidencial del domingo pasado en Perú, el politólogo Alberto Vergara causó revuelo en su país con la columna de opinión que publicó en el diario The New York Times. Bajo el título “Tiempos recios en Perú”, el académico de la Universidad del Pacífico, en Lima, criticó la “política de terror” desplegada previo a los comicios que enfrentaron a la candidata derechista Keiko Fujimori y a su rival de izquierda Pedro Castillo. “Quienes utilizaron de manera más alevosa la política del miedo fueron el campo fujimorista, las clases altas y los grandes medios de comunicación (…). A la sociedad se le inyectó la política del terror. El fujimorismo planteó su campaña a partir del miedo al comunismo y al terrorismo, que estaría representado por Castillo. Buena parte de la sociedad fue pastoreada al pánico”, escribió Vergara, retratando un pánico macartista similar al que Mario Vargas Llosa expuso magistralmente en su novela Tiempos recios, de 2019.
Pero no es la primera vez que Vergara muestra su preocupación por el clima político en Perú. En una columna publicada en noviembre pasado en el mismo periódico estadounidense, titulada “La democracia peruana agoniza”, el académico denunció que el sistema político peruano en los últimos años ha funcionado como una “tómbola corrupta”. “El negocio es así: en tiempos de campaña los dueños de inscripciones electorales (hiperbólicamente llamados ‘partidos’) reciben aportes y subastan los puestos en sus listas para el Congreso. A más dinero, más encumbrada tu candidatura. Esto generó una política sin lealtades partidarias ni vínculos entre candidatos, partidos y sociedad. La única consistencia de los políticos era rentabilizar sus aportes de campaña”, escribió en esa oportunidad.
Y ahora, frente al incierto epílogo en la disputa electoral entre la abanderada de Fuerza Popular y su rival de Perú Libre, Vergara es categórico. “El momento requiere de una grandeza y humildad que estos candidatos y sus aliados no han mostrado, pero que deberían estrenar, gane quien gane. Fujimori y Castillo difícilmente le hubieran ganado a ningún otro candidato, uno de ellos estará en la presidencia como fruto de un gran azar. Ahora deben desterrar el vocabulario del fraude y del golpe de Estado”, manifestó de forma elocuente en su artículo para el Times.
Pero Vergara no puede ocultar su pesimismo sobre el futuro de la democracia peruana, la cual, según afirma en esta entrevista con La Tercera, “sigue agonizando”. Junto con acusar al fujimorismo de querer perpetrar un “voticidio”, se muestra escéptico de ambos candidatos, a los que define como “mediocres, y que ponen al país ante un riesgo tan grande”. Así, vaticina “el desgobierno por angas o por mangas” para el vecino país.
En noviembre pasado, tras la destitución del Presidente Martín Vizcarra, usted escribió en The New York Times que “la democracia peruana agonizaba”. A la luz de lo acontecido tras la segunda vuelta presidencial del domingo pasado, ¿cuál es su diagnóstico hoy?
Que sigue agonizando. Porque las características de la política peruana se mantienen completas. Esencialmente, una política sin organizaciones, donde los políticos son un conglomerado de gente sin ninguna experiencia, de representantes de intereses ilegales e informales y, sobre todo, donde prima el más radical cortoplacismo, capaz de cometer cualquier salvajada por proteger su interés personal hoy. Nada de eso ha cambiado. Ahora, recuerde que en el concepto de “agonía” también tiene de lucha, de seguir peleando por un país democrático, y eso también sobrevive aun si muy maltrecho.
Usted ha dicho que tanto Keiko Fujimori como Pedro Castillo “asustan”, calificando sus candidaturas como “mediocres y peligrosas”. ¿Cómo llegó entonces el electorado peruano a favorecer el paso de ambos al balotaje? ¿Por qué el establishment político se rindió ante opciones tan extremas?
La razón inmediata por la que llegaron a segunda vuelta es que había 19 candidatos y el voto se fragmentó como nunca. Keiko Fujimori pasó a segunda vuelta sin siquiera recibir uno de cada 10 electores peruanos. Castillo no llegó al 20% de los votos. Son candidatos muy malos. Es realmente increíble que en estas últimas semanas tanta gente se volviese fanática de candidatos mediocres y que ponen al país ante un riesgo tan grande.
A propósito de los “peligros” que usted adjudica a ambos candidatos, ¿Cuáles son sus mayores preocupaciones en el caso de que Keiko Fujimori o Pedro Castillo lleguen a la presidencia?
Está primero el riesgo de lo que desean para el país. Castillo es una candidatura con ideas descabelladas en el plano económico e impulsos autoritarios. Fujimori encabeza una plataforma política que ha petardeado la democracia peruana durante años. Pero al margen de lo que ambos deseen, el peligro más grande es el desgobierno. Keiko Fujimori ha demostrado en esta segunda vuelta que está cableada en el autoritarismo, no para la democracia. Y no me quedan dudas que su gobierno utilizaría prácticas autoritarias contra ciertos sectores de la prensa, la sociedad civil, la academia, buscaría controlar organismos estatales. Esto generaría movilizaciones y ella caería en la tentación de reprimir violentamente, lo cual terminaría en desgobierno. Castillo también, por otras vías, porque es probable que le gane el populismo y la política de la polarización. Pero tiene todo en contra, sin mayoría en el Congreso, por tanto, si empujase una agenda maximalista también generaría protestas, vacancias, etc... O sea, el desgobierno por angas o por mangas.
“El fujimorismo planteó su campaña a partir del miedo al comunismo y al terrorismo, que estaría representado por Castillo”, escribió el martes pasado en una nueva columna para The New York Times. ¿Cree que esta campaña del terror terminó favoreciendo al candidato de izquierda?
No, no creo. Fujimori logró recortar mucho de la distancia que le llevaba Castillo con el miedo al comunismo. Pero no lo suficiente. Es difícil ganar nada más que desde el terror, sin tener nada propio que ofrecer, sin simpatía, sin ideas. De hecho, cuando ya no alcanzaba con el terror, el fujimorismo se puso a ofrecer bonos económicos de todo tipo. Es revelador del desprecio que el fujimorismo y gran parte de la clase alta sienten por el Perú, que solo se les ocurra asustarlo o comprarlo.
¿Considera que el respaldo obtenido por Keiko Fujimori en el balotaje respondió más a un voto anti “comunismo” que al apoyo real hacia la candidata de Fuerza Popular? ¿La batalla judicial de Keiko por las actas observadas apunta más a asegurar su triunfo y así ganar inmunidad para evitar la cárcel tras las acusaciones de corrupción en su contra?
Según las encuestas, la mitad de su voto es solo para cerrarle el paso a Castillo. En cuanto a lo segundo, es importante entender la estrategia que el fujimorismo ha puesto en marcha esta semana. Buscan anular cerca de 200 mil votos ya contabilizados, provenientes de zonas donde Castillo es fuerte. Y les da igual que en esos 200 mil votos haya probablemente 40 mil para Fujimori, quieren extinguir 200 mil votos que el día de elecciones no presentaron ningún problema. Digamos que quieren perpetrar un “voticidio”.
Si Keiko Fujimori finalmente pierde, será su tercera aventura presidencial fallida. ¿El fujimorismo queda herido de muerte o no?
El fujimorismo ya era una fuerza debilitada. El 2016, Keiko Fujimori obtuvo en primera vuelta más seis millones de votos y esta vez no llegó a dos. De 73 congresistas el 2016 pasó a 24 el 2021. De tres gobernadores el 2014, a ninguno el 2018. Keiko Fujimori solo está en segunda vuelta como producto de un gran azar y extrañamente ha dilapidado esta inesperada oportunidad. O sea, piense que como parte de su equipo incluyó a Francisco Tudela, que fue vicepresidente de Fujimori y Vladimiro Montesinos en la tercera inconstitucional reelección el año 2000.
El ideólogo de Perú Libre, Vladimir Cerrón, un médico y político de formación marxista, es visto como el poder en las sombras detrás de Castillo. Sin embargo, el candidato ha rechazado que el ideario del partido vaya a ser aplicado como plan de gobierno. ¿Cómo ve esa disputa en la eventualidad de que Castillo llegue al poder?
La política peruana es una jungla de traiciones. Quien no traiciona no sobrevive. Ese divorcio es probablemente cuestión de tiempo.
¿Es posible que Castillo se modere una vez en la presidencia?
Ojalá que se modere y que pronto encuentre aliados en sectores de izquierda democrática o más centristas que lo ayuden a plantear un gobierno que alivie los problemas más graves que tiene el país en este momento. Un país que es una ruina económica, con más de tres millones de nuevos pobres y que está de luto con más de 180 mil muertos por la pandemia. Ojalá no caiga en la tentación autoritaria de empujar una Asamblea Constituyente por fuera de los cauces constitucionales y legales. Ahí se incendia el país.
Vuelvo sobre el tópico del temor en la campaña. Usted escribió que el pánico en las clases altas y medias se incrementaba mientras Castillo mostraba una “precariedad infinita”. Pero postula que este miedo no es electoral únicamente, sino que se teje sobre “la secular angustia limeña frente a ‘la indiada’”. Bajo esa perspectiva, ¿le parece que la grieta entre Lima y el resto del país es insalvable? ¿Ve ahí el germen de un eventual estallido social?
Creo que esta elección ha mostrado que esa grieta sigue ahí, es histórica. Sin embargo, nadie le da forma política, se expresa electoralmente cada cinco años, pero luego se desactiva. Ahora, esta segunda vuelta demuestra que se podría politizar. De hecho, en estas semanas a veces he pensado que el Perú se parece a esas sociedades donde los grupos se recelan en silencio hasta que un día encuentran la excusa para masacrarse unos a otros.