Alessia Injoque (41) estaba viendo televisión en su departamento en Providencia cuando, a través de un grupo de WhatsApp que tiene con sus amigos, le llegó el video de la performance de Las Indetectables en Valparaíso. La ingeniera y directora de la Fundación Iguales hace varios meses que estaba alejada de la exposición pública. Después de anunciar su transición de género en julio de 2017, mientras se desempeñaba en un cargo de liderazgo de Cencosud, se convirtió en una de las primeras activistas trans en Chile. Eso la llevó a ser una referente de la causa LGBTIQ+, entró en política fichando en el Partido Liberal y el año pasado estuvo como jefa de comando de la candidatura presidencial de Paula Narváez.
Todo eso, cuenta, la había agotado. Por eso que en abril decidió salir un tiempo del debate público y se enfocó en su nuevo cargo en una empresa internacional de consultoría legal y financiera. Con ello, también quiso alejarse de las redes, especialmente de Twitter.
-Es un espacio a ratos tóxico, así que lo he estado evitando últimamente -dice.
Pero la noche del sábado de la semana pasada le fue inevitable abrir la aplicación. El show de connotación sexual que un grupo de transformistas estaba protagonizando en medio de un acto de campaña por el Apruebo causó demasiado revuelo.
¿Y con qué comentarios se encontró?
Generalizaciones, insultos, mucha gente hablando de las personas LGBTIQ+ a partir de esa acción. Hubo eso de regresar a la caricatura, al estigma de que somos personas enfermas, muy sexualizadas, que nuestra vida giraría en torno a acciones como esa.
¿Cómo le afectó la polémica a nivel personal?
Lo primero que me ocurre es una preocupación: yo sé que a las personas de la diversidad sexual, así como a otros grupos, como migrantes, personas mapuches o personas afrodescendientes, no nos evalúan como individuos. Cuando alguien de ese grupo hace algo que es parte del estereotipo o del estigma que traemos a través de los años -por la concepción equivocada sobre nosotros- se regresa a la generalización y nos cargan a todos por lo que hizo una persona.
Eso no les ocurre a todos los grupos. Gonzalo de la Carrera acaba de golpear a un diputado en un acto que es completamente reprobable, pero a nadie se le ocurriría sugerir que todos los hombres de Chile o que todos los hombres del distrito 11 son culpables.
¿Siente que este tipo de actos perjudican las reivindicaciones de las diversidades sexuales?
Sí, porque al darle visibilidad se limita la capacidad de que salgamos de la caricatura. La forma en la que hemos avanzado la mayor parte de las veces no es a partir de argumentación puramente técnica, ni legal, ni siquiera filosófica. A mí nadie me va a escuchar mientras crean que yo soy una persona enferma, sucia, pecadora y demás. El primer paso para que puedan entender mi necesidad, es que entiendan que soy humana y, para eso, es necesario empezar a comunicarnos en los términos de quienes queremos llegar. A quienes queremos llegar, lamentablemente, performances como estas solo generan distancia.
¿Cuál es la consecuencia de que se haya hecho durante una campaña política?
Cuando lo hacen en un espacio político, marcando una posición y una representación, hay un impacto que va más allá de los individuos y de las personas que hicieron esa performance. Aquí se impacta a toda la causa.
Pero sí quiero separar que dentro del mundo de la performance hay muchas personas que tienen impactos positivos para movilizar, para que la gente se cuestione. Por ejemplo, todo el tema de las drag queens y muchos otros grupos que antes eran tabú y que hoy día se han hecho un poco más comunes, pero que durante mucho tiempo fueron condenados muy transversalmente. Todos estos grupos partieron como performances, pero han ido abriendo espacios y mostrando diferentes formas de expresión que a mí como persona trans en algún momento me hicieron notar que no estaba sola.
Y con respecto a los símbolos, ¿de dónde cree que viene esa rabia por la bandera de Chile? Por qué esta se transforma en un elemento que hay que agraviar, en un acto de sensibilidades de izquierda y desde el mundo transformista?
Hay personas LGBTIQ+ que tienen vidas extremadamente duras y muchas veces de esa dureza aparecen expresiones más disidentes y desafiantes de ciertas normas. Yo si bien no las comparto, al menos entiendo de dónde vienen y me hacen matizar un poco lo que hacen. Piensa en alguien a la que expulsaron de su casa en la adolescencia por ser trans. Después, terminó en las calles porque no conseguía trabajo, entonces comenzó a trabajar como trabajadora sexual. Fue golpeada por carabineros, por narcotraficantes, y cuando fue a pedir ayuda, las instituciones la rechazaron y los derechos humanos jamás la protegieron. Durante décadas han sido vulneradas, pedirles que tengan cariño por la bandera es difícil. La bandera de Chile representa todo lo que ha sido el país con ellas. Yo, personalmente, amo a Chile, es el lugar que me dio la oportunidad de ser yo misma y donde hice mi vida adulta y soy muy feliz. Pero, por supuesto, puedo entender que hay personas que tienen rabia.
¿Siente que a veces se instrumentaliza la sexualización como manifestación política?
Llevamos a la política aquello donde hay conflicto, disputa. Por ejemplo, la sexualidad ha sido llevada por feministas y activistas LGBTIQ+ muchas veces como respuesta al tabú, a las restricciones impuestas desde el Estado por sectores conservadores que limitan derechos sexuales y reproductivos, nuestra vida afectiva, nuestra capacidad de expresarnos y nuestras libertades. Es muy legítimo.
En este caso el objetivo compartido es el triunfo de la opción Apruebo y resulta mejor enfocarnos en aquellos valores que resguarda la nueva Constitución y que el público amplio comparte, como la protección de nuestras familias, el amor por nuestras parejas o la libertad de expresar nuestras identidades y vivir vidas auténticas.
¿Qué discusión produjo todo esto dentro de las comunidades LGBTIQ+?
Hubo un rechazo bastante transversal. Llevándolo a las responsabilidades individuales, tengo el más absoluto rechazo por lo que hicieron. Porque las personas LGBTIQ+ hemos luchado por derechos y libertades. Una de esas es para poder expresarnos, expresar nuestro amor, nuestro afecto, mostrar nuestras familias en público. Pero no está entre las peleas tener relaciones sexuales en público, ni cruzar esa barrera que tampoco la cruzan las personas heterosexuales. Ahora, a quienes buscaron quitarle gravedad al tema, hay algo en lo que tienen razón: que la persecución penal parecería ser un exceso.
¿Fue un exceso entonces que el comando del Apruebo se querellara?
Creo que sí. Los comandos no se querellan, se querellan las autoridades y creo que, si bien el comando tiene que hacer una condena respecto de lo que pasó, me parece exagerado.
El delito por el que se les está investigando actualmente, que es ultraje público a las buenas costumbres, es el mismo con el que hace unos años se metían presas a las personas trans por ser trans. Son tipificaciones de delito que se usaron para perseguir la diversidad sexual por simplemente ser diversidad sexual. Entonces, igual genera resquemor que se use esa misma tipificación para perseguir ahora a estas personas por un acto que por más que nos desagrade, en muchos países estaría considerado dentro de la libertad de expresión.
¿Qué prejuicios respecto del mundo del transformismo existen al interior de las diversidades sexuales? ¿Son estos colectivos los más disidentes y marginados del grupo en general?
Todos los grupos tienen prejuicios, y aunque han ido en retirada, sí ha ocurrido que hay personas, por ejemplo, que en el mundo gay son plumofóbicos, que son quienes expresan rechazo por las personas gay que tienen expresiones femeninas. El transformismo entra un poco por ahí. Porque serían personas que se tipifican como hombres, pero se transforman para una representación artística.
También hay personas trans a las que les genera conflicto, porque sienten que esa versión mucha gente la entiende como personas trans y las personas trans no somos esa versión exagerada y pintoresca. Generalmente somos personas muy piola que no queremos llamar la atención. Mucha gente cuando piensa en personas trans está pensando en una drag queen y lo que les ocurre a las personas trans, sobre todo cuando estamos transitando, es que queremos pasar completamente desapercibidas y estar tranquilas, porque nos asusta que un dedo acusador nos empiece a mirar y a señalar.
¿Le duele más cuando la caricatura, de alguna forma, la ponen las mismas disidencias, como ocurrió con Las Indetectables?
Es que lo que hicieron ellas para mí fue expresarse en algo que ellas querían comunicar. Si hablamos del estereotipo en general, el problema no es que ellas se expresen. El problema es que haya gente que asuma que las personas trans se reducen a una única expresión, cuando la verdad hay personas que opinan de formas muy distintas y que nos aproximamos al debate político desde ángulos muy distintos.
En ese sentido, ¿siente que falta redignificar a las diversidades sexuales?
Sí, y eso es algo que se instaló con mucha fuerza en la Constituyente. Se le critica por ser un espacio de políticas identitarias, pero la verdad es que era un espacio que se estaba haciendo cargo de conflictos del siglo XXI.
Algo que va a estar presente siempre es la lucha de los grupos históricamente discriminados por igualdad, por dignidad, por reconocimiento. Mientras ese reconocimiento sea negado, probablemente el conflicto va a permanecer vigente y por eso el avance que está presentando la Constitución en este aspecto es muy importante, porque son discusiones que no se van a resolver solamente con principios generales, sino que realmente hace falta dar pasos sustantivos para garantizar que todas las personas que componemos Chile tengamos las mismas protecciones, derechos y libertades.