Alexa Guarachi (17 de noviembre de 1990) vive una temporada de ensueño, que se hoy ve coronada con la clasificación a las Akron WTA Finals en dobles, en una carrera donde consiguió el título más importante de su carrera, el WTA 1.000 de Dubái, haciendo pareja con la croata Darija Jurik, además de las coronas del WTA 500 de Adelaida y en el 250 de Estrasburgo, ambas con la estadounidense Desirae Krawczyk, con quien también alcanzó las semifinales del Abierto de Estados Unidos de este año y la final de Roland Garros, en 2020.
El pasaje al Torneo de Maestras, que por primera vez se va a desarrollar en Guadalajara, entre el 10 y el 17 de noviembre, puso en la historia a la tenista nacida en Estados Unidos, quien eligió representar los colores del país de su padre. La Gringa, como muchos la conocen en el ambiente criollo, se metió en los libros al conseguir el cupo al certamen que reúne a las ocho mejores parejas de la temporada, algo que ninguna chilena había alcanzado, y los antecedentes solo se remitían a los hombres, donde Hans Gildemeister lo jugó en duplas en 1986, con el ecuatoriano Andrés Gómez. Mientras que Marcelo Ríos (1998) y Fernando González (2005 y 2007) lo hicieron en singles. Eso sí, ninguno de ellos pudo superar la fase de grupos.
“Ha sido un gran año y he logrado muchas de las metas que me había propuesto para esta temporada. Para empezar, el primer objetivo que me puse fue llegar a las Finales de la WTA, luego ganar un Grand Slam y finalmente terminar el año en el top 10″, cuenta con orgullo a La Tercera, mientras se alista para el viaje a México. Y si bien no estuvo tan lejos de conquistar un major en 2021, todavía queda el objetivo de meterse entre las 10 mejores está latente, pues si bien se encuentra en la casilla 18, desde el lunes será 15ª y la diferencia de unidades no es tan amplia, por lo que una buena actuación en el Estado de Jalisco la podría dejar en ese anhelado grupo.
Alexa, además, se entusiasma con la geografía que ofrece Guadalajara, cuya altitud es de 1.566 metros sobre el nivel del mar, ya que eso puede beneficiar a su juego. Ella lo tiene más que claro. “Definitivamente, estas características ayudan a la dupla más agresiva, y esa, creo, somos nosotros”, manifiesta sin titubear. E insiste en este factor que puede nivelar las diferencias a su favor: “Pienso que cualquier cosa puede pasar con la altitud y las condiciones en las que se disputa el torneo. Por lo tanto, estoy segura de que tenemos una muy buena oportunidad de ganar. Y eso es lo que quiero: levantar el trofeo y ser campeonas”.
Un golpe de confianza
Si bien desde las semifinales en Nueva York en adelante, las actuaciones del binomio han sido más bien irregulares, ella, en lo personal, confía en que llegará en un buen nivel, como el que ha venido exhibiendo en las últimas temporadas. “Lo he demostrado en Roland Garros el año pasado, en Dubai y en el Abierto de Estados Unidos de este año”, afirma.
Precisamente, la actuación en París significó un enorme cambio de paradigma para Guarachi, que si bien soñaba con estar entre las mejores, sentía que le faltaba dar un paso más. Y esa histórica instancia fue el impulso definitivo para creer más en sus capacidades, según ella misma lo reconoce en esta conversación, donde dice que nunca imaginó estar disputando el Masters de fin de temporada. “Honestamente, hasta la final de Roland Garros el año pasado no pensé que fuera posible. Adquirí mucha confianza en ese torneo y pude vencer a algunas de las mejores jugadoras del mundo. Gané una confianza completamente nueva después de eso”, reflexiona.
Hoy las metas están claras y hay una que la seduce más que cualquier otra. “Dentro de mis objetivos, está ser número uno. Cien por ciento”, admite sobre una idea que se veía muy lejana cuando estudiaba Relaciones Públicas en la Universidad de Alabama.
Más allá de lo exitosa que ha sido la temporada, el no haber podido disputar los Juegos Olímpicos de Tokio fue un trago amargo para ella, pues a pesar de haber estado en el top 20 cuando cerró la lista, la falta de una compañera chilena al menos dentro de las 200 mejores, conspiró para que el país pudiese llegar a ocupar una plaza y poder cumplir su sueño. “Siento que fue una gran decepción, pero por otro lado, significó una gran motivación para seguir adelante y hacerlo mejor”, reconoce.
Siguiendo en esa línea, es bastante autocrítica y obsesiva con ciertos aspectos de su tenis y de su preparación. Es por esto que ella cree que hay dos áreas en las que le falta progresar para llegar a su mejor versión. “Siempre puedo mejorar mi estado físico y mi comprensión del juego”, confiesa. Precisamente, en relación a esto último, la jugadora cuenta que el estudio es una parte fundamental, sobre todo en esta modalidad. “Estoy aprendiendo mucho todo el tiempo con diferentes estrategias”, añade.
Sin ir más lejos, esa versatilidad para ir adaptándose a ciertas situaciones y escenarios que le plantea este deporte le ha permitido sacar resultados con bastante rapidez, tomando en cuenta que hasta tuvo que superar una rotura de ligamentos en la rodilla izquierda antes de ganar su primer WTA en la arcilla de Gstaad en la temporada 2018.
Esa mentalidad positiva también va de la mano de la influencia de su entorno más cercano. Por esta razón, comenta que su matrimonio con Vincent Bruner ha sido un gran incentivo para su presente en todo sentido: “Es genial. Soy tan feliz en mi vida personal que creo que realmente se traduce en mi vida profesional. Ambos estamos muy ocupados y trabajando duro para nuestro futuro”.
En tanto, luego de su participación en México, la deportista entrará en etapa de definiciones, pensando en 2022. “Voy a terminar esta temporada antes de trazar mis objetivos para la próxima”, afirma, sin dar mayores detalles frente a esos desafíos futuros.
Una historia de hitos
En 2014, Alexa Guarachi llegó a Chile para jugar la Copa Providencia. Lo hizo representando a Estados Unidos, pero ya avanzaban las gestiones lideradas por el head coach Álex Rossi y el capitán Belus Prajoux para hacer los trámites y obtener la nacionalidad.
Todo comenzó con una conversación en Puerto Rico entre Prajoux y Fernando Guarachi, padre de la tenista y exjugador universitario. Ambos, amigos hace más de 40 años, se volvieron a encontrar en el marco de la participación chilena en el Grupo I de la antigua Fed Cup (ahora rebautizada como Billie Jean King Cup), jugada en Humacao.
Llevado al fútbol, el proceso que siguió la joven fue el mismo que luego emplearía Ben Brereton para jugar por la Roja. Al igual que el delantero, todavía no maneja el español, aunque algo entiende. “Ya sé decir hueón”, señalaba jocosamente en estas mismas líneas en otra entrevista, hace algún tiempo.
Desde esa conversación clave en Puerto Rico, todo fluyó y la tenista respondió con resultados, ya que en ese torneo de diciembre de 2014 en el Club Providencia, se quedó con el título en dobles, haciendo pareja con la estadounidense Lauren Albanese, y cayó ante la peruana Bianca Botto en cuartos de final de singles, en una superficie que usualmente no es la más cómoda para los norteamericanos, quienes se forman en canchas rápidas.
Debido a las exigencias de la Federación Internacional de Tenis, tras adquirir la nacionalidad, Alexa debió esperar 24 meses para poder representar a su país en la Fed Cup. Así, solo en 2018 pudo debutar. Y si bien el equipo se ha mantenido en el Grupo I, los mejores resultados de la tenista llegaron a nivel de megaeventos: oro en dobles en los Juegos Bolivarianos de Santa Marta 2017, el que repitió al año siguiente en los Juegos Sudamericanos de Cochabamba, donde además sumó un bronce en dobles mixtos. Mientras que en los Juegos Panamericanos de Lima 2019, se quedó con el oro en esta modalidad, haciendo dupla con Nicolás Jarry.
Ella sabe que está haciendo historia y que estos logros pueden cambiar el curso del tenis femenino nacional. “Es algo asombroso y me siento muy honrada. Todo lo que espero lograr es ayudar a otras niñas y mujeres en Chile a saber que pueden conseguir lo mismo que yo tengo. Espero inspirarlas y motivarlas”, sostiene.
En Guadalajara, Alexa Guarachi tiene una inmejorable oportunidad de seguir agigantando su leyenda, algo que la motiva para seguir cumpliendo los sueños que algún día proyectó junto a su padre, cuando todo este cúmulo de éxitos se veía como un sueño.