El vuelo FR4978 de Ryanair se transformó en el último dolor de cabeza para el mandatario de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, después de que el denominado “último dictador de Europa” ordenó el pasado domingo la detención del avión comercial con más de 100 pasajeros a bordo cuando estaba a solo 70 kilómetros de aterrizar en Vilna, la capital de Lituania, tras despegar desde Grecia. Con la excusa de una amenaza de bomba a bordo que podría explotar cerca de la central nuclear Astravets, desatando un nuevo Chernobyl, el vuelo fue desviado hacia Minsk, mientras eran escoltados de cerca por un caza Mig-29, pero finalmente al interior de la aeronave no había explosivos, sino algo preciado para Lukashenko: el periodista opositor y crítico de su gobierno Roman Protasevich (26), y su novia rusa, Sofía Sapega (23), ambos detenidos al pisar territorio bielorruso tras ser acusados de promover las masivas movilizaciones que han marcado al país el último año.
“Hay un intento de perturbar al país para que la situación sea como la del pasado agosto”, aseguró Lukashenko el viernes en diálogo con uno de los escasos aliados que tiene en el mundo, el Presidente de Rusia, Vladimir Putin.
El incidente aéreo generó una nueva presión contra Bielorrusia, que cada vez queda más aislada. La Unión Europea (UE) condenó las acciones e impuso sanciones, que incluyen la prohibición de acceso de aerolíneas bielorrusas en aeropuertos europeos y el tránsito por su espacio aéreo, lo que sería la antesala de castigos económicos. En medio de la tensión internacional que causó el “secuestro” del avión, Lukashenko abrazó el legado de la desaparecida Unión Soviética y llegó hasta Sochi para el tercer encuentro de este año con su homólogo ruso.
Alexander Grigoryevich Lukashenko (66) dirige la nación de Europa del Este desde el 20 de julio de 1994, tras la caída de la URSS, y el último año ha enfocado sus esfuerzos en sofocar las multitudinarias protestas, que en menos de 10 meses han dejado más de 35 mil detenidos. El conflicto estalló en agosto pasado, cuando la oposición acusó fraude tras la nueva victoria electoral del jefe de Estado bielorruso, quien con más de un 80% de los votos consiguió su sexto mandato, que lo mantendrá en el poder hasta 2025, cuando cumpla 31 años en el cargo.
Según la cadena británica BBC, Lukashenko advirtió el último año que cualquier persona que se involucre en las movilizaciones será tratada como un “terrorista” y “les retorceremos el cuello como si fueran patos”.
El líder de la exrepública soviética nació en Kopys, “un pueblo pobre al este de Bielorrusia”, y tiene tres hijos: Victor, Dmitry y Nikolai “Kolya” Lukashenko. Estudió historia en la Universidad Pedagógica Estatal de Mogilev, realizó el servicio militar y a fines de 1980 fue director de una granja colectiva soviética conocida como koljóz, donde aprendió a realizar labores agrícolas, segar el heno y usar tractores.
Bielorrusia no supera los 10 millones de habitantes, perdió alrededor del 25% de su población después de la Segunda Guerra Mundial y debió reconstruir casi en más de un 80% su capital, Minsk. Para 1986 enfrentó una nueva catástrofe cuando la nube tóxica de la planta nuclear de Chernobyl, en la fronteriza ciudad ucraniana de Pripyat, amenazó al vecino país. Según el Chernobyl Children International, más de dos millones de bielorrusos actualmente viven en zonas muy contaminadas.
Amenazas de muerte
Tras su arribo al poder impulsado como un rostro “anticorrupción”, Lukashenko comenzó a revelar tempranamente rasgos autoritarios. En 1996 disolvió el Parlamento y fortaleció el control sobre el Poder Judicial, pero este año dio un paso más allá después de firmar un decreto para modificar la línea de sucesión. El mandatario advirtió en abril que sobre él y sus hijos pesan amenazas de muerte y acusó a Estados Unidos de estar detrás de un supuesto golpe de Estado que pudo ser evitado por el KGB. Esto le dio luz verde para promover la detención de opositores, mientras las organizaciones de derechos humanos denuncian exceso de fuerza en los operativos y un alza de exilios.
Justamente por esto, la orden ejecutiva apunta a que en el caso de que el mandatario bielorruso sea asesinado manejarán cuatro escenarios. En todos el Consejo de Seguridad -nombrado por el Ejecutivo- asumirá el poder y como primera orden emitirá un estado de emergencia o ley marcial para luego tomar “decisiones vinculantes” bajo una “implementación incondicional”.
Aunque no son las únicas conspiraciones que envuelven la imagen de Lukashenko. Según la cadena ABC, las autoridades bielorrusas aseguraron en primera instancia que detuvieron el avión con Protasevich a bordo porque recibieron una amenaza del movimiento Hamas, pero el propio grupo islamista negó la conexión.
Durante los primeros meses de la pandemia, Lukashenko desconoció el Covid-19, al que catalogó de “invento”, y no emitió restricciones sanitarias para el país. Por el contrario, recomendó a los ciudadanos no caer en la histeria colectiva -que denominó “coronopsicosis”- y preferir “trabajar duro, beber vodka, ir al sauna o jugar hockey”. La “receta” fue defendida por el autócrata debido a que posteriormente informó que dio positivo a coronavirus, pero que no tuvo problemas debido a que fue “asintomático”.
La larga lista de excentricidades de Lukashenko han descolocado a Occidente. Es un aficionado a las motos, tiene varios animales, entre ellos un labrador y dos laikas de Siberia Occidental. Además, era seguidor del expresidente de Venezuela Hugo Chávez, una frecuente figura en los medios estatales bielorrusos por ocho años seguidos y al que prometió construirle una placa en un parque tras su deceso en 2013. Según Minsk, Bielorrusia mantiene relaciones diplomáticas con 33 países de América Latina, con embajadas en Argentina, Brasil, Cuba, Ecuador, Venezuela y Colombia.
La excandidata presidencial de oposición Svetlana Tijanovskaya debió exiliarse en Lituania tras liderar las manifestaciones y apuntó que Lukashenko está convirtiendo a Bielorrusia en la “Corea del Norte de Europa”, por lo que afirmó estar preparada para ser parte de un gobierno de transición.