Muchos dicen que el ministro Álvaro Elizalde terminó una semana exitosa. Evitó un duro revés para el gobierno y ayudó a que la diputada comunista, Karol Cariola asumiera la presidencia de la Cámara de Diputados y Diputadas gracias a que el voto de Gaspar Rivas terminó inclinando la balanza.
El ministro Secretario General de la Presidencia afirma que él no negoció con nadie; que sólo ayudó a que se cumpliera un acuerdo que estaba sellado desde antes. Pero las esquirlas que dejó ese episodio se mantienen vivas.
¿En qué puede traducirse el enojo de la oposición? ¿Podría afectar las habilidades negociadoras del ministro para sacar adelante las reformas claves del gobierno? El ministro parece estar consciente de la complejidad que acarrea la fragmentación política del Congreso, pero no dramatiza el momento.
Aquí ahonda en ese episodio y analiza el crispado clima político. Responde a las críticas del empresariado y sostiene que el gobierno ha logrado estabilizar al país.
En el balance de lo que dejó la elección de la presidencia de la Cámara Baja, ¿qué ganaron y qué perdieron como oficialismo? Al margen de la coyuntura, esta semana se dio una señal muy importante: el fin de la exclusión. La nuestra es una democracia diversa y, por tanto, todo partido con representación parlamentaria -que es expresión de una realidad social- tiene el legítimo derecho de aspirar a presidir alguna de las cámaras del Congreso Nacional.
¿De eso se trataba? ¿De romper un veto con el PC?
Primero que nada, se trataba de cumplir con un acuerdo que había sido suscrito previamente. Lo que pasa es que muchas veces, cuando se trata del PC, se intenta aplicar un criterio distinto. Pero esa es una lógica de exclusión que no enriquece nuestra democracia. Aquí se cumplió la palabra empeñada. Se eligió a Karol Cariola, quien además es una muy buena diputada. ¿Y por qué digo esto? Porque creo que hay un doble estándar.
¿En qué sentido?
Tanto el Senado como la Cámara han sido presididos por líderes de partidos que fueron la base de sustentación de la dictadura. Obviamente, tienen plena legitimidad para haberlo hecho porque fueron elegidos democráticamente y porque construyeron mayorías para poder asumir la presidencia. Nadie podría cuestionarlos. Y sin ir más lejos, hace poco, el Consejo Constitucional fue presidido por una líder del Partido Republicano y no fue tema.
Más allá del simbolismo, ¿le preocupa que esto pueda inmovilizar la agenda de reformas? La oposición quedó molesta.
En esto quiero ser bien riguroso. Las mesas del Senado y de la Cámara tienen como rol conducir el debate legislativo de manera ecuánime, pero no reemplazan la voluntad soberana de la sala. Los asuntos que se ponen en tabla se establecen sobre la base de las urgencias del gobierno y los acuerdos de comité. Por tanto, creer que la militancia de un presidente o presidenta del Senado o de la Cámara pudiera obstaculizar la incorporación de determinados proyectos a la tabla, es no conocer la forma en que se realiza el trabajo legislativo.
El otro reclamo es que se negoció con una figura como el diputado Gaspar Rivas y que habría sido usted quién le ofreció la vicepresidencia…
Eso quedó debidamente aclarado por el propio diputado Rivas.
Pero no todos le creyeron…
Sé cómo fueron las cosas y le puedo decir que la aclaración que él hizo corresponde a la realidad.
Usted es el puente del gobierno con los diputados, ¿no le preocupa que este episodio condicione esa relación? Hay varios que quedaron enojados.
-¿Pero cuál es la razón? ¿Que el oficialismo mantuvo la presidencia? ¿Esa es la razón para estar enojado? Seamos claros. La distribución de los cargos de la mesa de la Cámara es una decisión que adoptaron las bancadas y el gobierno se limitó a alentar la unidad del oficialismo y el cumplimiento de la palabra empeñada.
Lo que se cuestiona es el rol que habría ejercido el gobierno…
A quiénes dicen eso, les pediría que se pongan de acuerdo consigo mismos y que tengan una crítica coherente. Muchos pedían un cambio del comité político si es que el oficialismo era derrotado en esta votación. Ahora su crítica es porque el oficialismo ganó la elección.
Sistema político
Con la fragmentación que hay en el Congreso, ¿cómo piensa llevar adelante las reformas que el gobierno necesita sacar?
Aquí hay un asunto de fondo y es el tipo de sistema político que tenemos, particularmente la atomización del Congreso. Hay más de 20 fuerzas políticas representadas y muchos con proyectos personales. Ese es un primer asunto. Y respecto de mi rol, yo voy a seguir promoviendo el diálogo con todos los actores, incluida la oposición.
Pero eso no se ve tan fácil ministro. Menos después de lo que pasó en la cámara baja…
Todos los actores políticos debemos dar respuesta a las demandas de la ciudadanía. Eso nos exige buscar acuerdos. Y ante eso, tenemos dos alternativas: distraernos en peleas inconducentes o concentrarnos en lo que importa. Algo que me interesa destacar, porque creo que es parte de un patrimonio personal, es que soy una persona que cumple la palabra. Eso lo saben todos quienes han interactuado conmigo en el Congreso. Por lo tanto, no se me puede criticar por haber velado para se cumpliera un acuerdo suscrito por el oficialismo antes de que yo fuera ministro.
La pregunta es si usted tiene un diseño para empujar las reformas. Vienen dos años claves para el gobierno y con elecciones de por medio. ¿Hay incentivos?
El gobierno ha demostrado que tiene una decidida voluntad de diálogo. En todos los proyectos de ley, hemos ido estableciendo distintos caminos para construir mayorías que nos permitan destrabar las iniciativas. Por eso, pese a la atomización parlamentaria y a que el gobierno está en minoría, tenemos récord de leyes aprobadas. Algunos ejemplos: reducción de la jornada laboral a 40 horas, el Royalty minero, el salario mínimo de 500 mil pesos… Desde que recuperamos la democracia, nunca un gobierno había aprobado tantas leyes en sus primeros dos años de mandato. Tenemos más de 230 leyes aprobadas.
¿Y hay clima para los acuerdos?
Hemos tenido un clima con cierta convulsión desde que asumió el gobierno. Se han presentado sucesivas acusaciones constitucionales, hay permanentes declaraciones disonantes, pero cuando uno separa lo importante de lo irrelevante, el gobierno ha sacado adelante proyectos que parecían imposibles. Todavía tenemos un desafío pendiente en reformas emblemáticas como pensiones y Pacto Fiscal, pero hemos avanzado.
¿La oposición con la que usted va a tener que negociar está más dura que antes?
Mi rol es promover acuerdos. Por tanto, no voy a hacer ninguna afirmación que pueda obstaculizarlos.
¿Y por qué los podría obstaculizar?
Porque si yo entrara en la lógica de calificar a la oposición, eso generaría reacciones. No es necesario. Lo que espero es que exista una voluntad constructiva para llegar a buenos acuerdos para el país.
Los empresarios
Usted destaca los avances del gobierno, pero justo esta semana el mundo empresarial ha sido sumamente crítico. O sea, hay evaluaciones muy distintas…
Me gustaría ver a los gremios empresariales con una mirada menos ideológica, menos politizada y más vinculada al desafío que tenemos por delante.
¿Ellos están hablando desde la ideología?
Pero veamos lo que está haciendo el gobierno.
Pero veamos lo que dicen los empresarios…
¿Qué dicen?
Dicen que el país está estancado, que no han habido apuestas importantes para impulsar la inversión y el crecimiento…
Los que están presos de su ideología son los que hacen esas críticas y no valoran los esfuerzos que se han realizado. Analicemos lo que ha pasado. Cuando asumió el Presidente Gabriel Boric tuvo que hacerse cargo de una serie de crisis agregadas en materia de seguridad, migraciones y, adicionalmente, una tendencia a la inflación descontrolada y un gasto fiscal excesivo. O sea, el gobierno ha tenido que hacer un esfuerzo por estabilizar la economía, controlar la inflación y generar condiciones para el crecimiento. Ya se están viendo brotes verdes. Adicionalmente, el gobierno ha tenido que realizar un proceso de estabilización institucional.
¿Estabilización?
Esto puede resultar una paradoja porque, claro, cuando hablamos de una fuerza política de izquierda, el cambio es el elemento más relevante, pero en el mandato anterior, el país estaba literalmente patas para arriba. Vean lo que ocurrió a propósito del estallido social y posteriormente, con una pandemia que, seamos claros, fue de carácter mundial y no de responsabilidad del gobierno anterior.
La oposición todavía le cobra al Presidente y su generación haber sido muy duros con el gobierno de Sebastián Piñera. ¿Por qué cree que eso no se ha destrabado?
Porque parece que en Chile hay mucho ruido. Nos escuchamos poco. Yo convocaría a esas personas a escuchar lo que ha dicho el propio Presidente Boric y cómo ha ido marcando los desafíos que tenemos como país. Sinceramente, no recuerdo otro mandatario que haya sido tan descarnadamente honesto como el Presidente Boric.
¿A qué le llama descarnadamente honesto?
A que habla con total honestidad. Un ejemplo es cuando hizo la convocatoria al segundo proceso constituyente y pidió que no se cometieran los mismos errores del primer proceso. Eso da cuenta de un mandatario que está consciente de la realidad. A veces siento que los que hablan de ideologismo resultan ser los que están más presos de sus propias ideas y sin voluntad de escuchar a quién piensa distinto.
Esa actitud más frontal del empresariado, un rol más duro de la oposición, ¿no exigen del gobierno nuevas estrategias para navegar los próximos dos años?
Primero, los gobiernos se evalúan al término del mandato. Estamos recién en el medio tiempo y todavía hay muchas iniciativas por materializar. Pero quiero insistir en lo que le he señalado. Este país estaba patas para arriba. Había un cuestionamiento global a las instituciones. Y si bien no se han superado todos los problemas, hay una tendencia a la mejoría producto de las múltiples iniciativas que ha implementado este gobierno.
Usted dice que es una paradoja que una generación que venía a cambiarlo todo termine levantando la bandera de la normalización...
No se trata de levantar banderas.
Me refiero a que la promesa de los cambios estructurales quedaron supeditados a la necesidad de la normalización…
Es que para impulsar cambios, para progresar, se requiere que las instituciones jueguen su rol. Y eso es lo que hemos hecho. Pero eso no significa renunciar a la voluntad transformadora ni que el gobierno deje de tener un compromiso con los cambios profundos. Al contrario, para responder a las demandas de la ciudadanía, las instituciones democráticas deben jugar un rol muy claro. Ese ha sido el desafío en este tiempo.
También han tenido que ajustar sus expectativas, ¿no?
Muchos gobiernos han debido enfrentar coyunturas inesperadas. Bachelet tuvo que enfrentar la crisis sub prime. El Presidente Piñera tuvo que enfrentar el desafío de la reconstrucción del terremoto que aconteció a pocos días de asumir. Y el Presidente Boric ha tenido que enfrentar crisis heredadas en materia migratoria y de seguridad. Por lo tanto, la capacidad de respuesta ante una nueva coyuntura es fundamental para cualquier gobierno.
¿No hay renuncias?
No. El programa inicial apuntaba a hacer transformaciones para construir un Chile más justo. Por eso este gobierno plantea con mucha fuerza la necesidad de avanzar en una reforma a las pensiones y el Pacto fiscal. Sin embargo, eso no obsta a que también haya que asumir nuevos desafíos. Siempre se gobierna desde la realidad. A veces siento que aquí hay mucha retórica de parte de algunos sectores, pero poco compromiso práctico.
En esa perspectiva, ¿cuáles son los proyectos en que el gobierno se juega su impronta?
Los gobiernos deben ser evaluados al final de su mandato. Ahí se verá si el país está mejor o no. A mí no me cabe duda que vamos a estar mucho mejor que cuando el Presidente inició su mandato.
¿No estará un poco autocomplaciente, ministro? Tampoco hay un apoyo ciudadano exultante…
En absoluto. No soy autocomplaciente. Queda mucho por hacer, pero a esta fecha, el gobierno tiene un mayor nivel de apoyo que el que tenían las dos administraciones anteriores. ¿Significa eso que podemos darnos por satisfechos? De ninguna manera. El sentido más profundo de las reformas que estamos impulsando es hacernos cargo de malestares ciudadanos que pueden verse invisibilizados, pero que siguen latentes en la sociedad chilena. Ese es el desafío.