Cuatro días se tardó el Presidente Gabriel Boric en aceptar la renuncia a la hoy exministra Ana Lya Uriarte. El miércoles 12 de abril, Uriarte llegó -en total reserva- a La Moneda para reunirse con el Mandatario y sincerar su estado de salud. Fue entonces que comenzó la cuenta regresiva para que dejara la Secretaría General de la Presidencia, tras poco más de seis meses en el cargo. Una travesía que terminó el domingo 16, cuando el Mandatario la visitó en su casa y aceptó su dimisión.
La última vez que estuvo en La Moneda fue el 13 de marzo. Imagino que ese día salió sin pensar que no iba a volver...
Exactamente. El domingo 12 de marzo pasé una muy mala tarde. Me sentí realmente muy, muy mal. Y pensé que durmiendo ya para el lunes me iba a sentir mejor, pero amanecí igual. Fui al comité político y sentía que las voces se me alejaban. Incluso, tuve problemas de visión. Pero estuve ahí. Ya cerca de las 2 de la tarde se hizo insostenible. Tenía muchos problemas para respirar. Tenía un dolor muy fuerte, una opresión muy fuerte en el pecho, en la espalda, etcétera. Ahí me fui a la clínica sin pensar jamás que íbamos a pasar a una condición de salud distinta de algo episódico. Y aquí estamos.
¿Cuándo empezó a evaluar la posibilidad de que no volvería a su rol?
La semana pasada. Vino la licencia primera. Ya, ok. Después la extendieron. También dije ok, pero cuando vino la siguiente extensión, y vino, además, el hecho de que entramos en una etapa diagnóstica que me decía que yo me iba a recuperar con toda certeza, pero el tiempo de recuperación era incierto y que podía abarcar plazos tan importantes como un mes, dos meses, o hasta tres meses..., en verdad ese fue el golpe de realidad. Y de inmediato pensé: no puedo dejar capturados al Presidente de la República y al gobierno en una licencia médica indefinida, y dejar una cartera amarrada a mi condición de salud y a mi licencia médica.
¿Qué tan complejo fue asumir esa realidad?
Primero lo pensé. Lo tuve que asimilar. Tuve que pensar mucho y también emocionalmente aceptar que esto tomaba un rumbo muy distinto a todo lo que había sido y era hasta ese minuto mi decisión respecto del gobierno, que era, por supuesto, ser ministra comprometida y leal con el Presidente, con el gobierno, todo el tiempo que fuera necesario.
Hay un sabor amargo al dejar un cargo que, me imagino, no estaba en sus planes dejar...
No, para nada. Lo viví como una decisión que correspondía adoptar, pero no es la decisión que hubiera adoptado de no mediar la realidad de salud que me acompaña. Quisiera insistir: todos los doctores dicen que esto va a pasar, y eso es una muy buena noticia. Pero tiene un nivel de incertidumbre respecto del plazo que hacía insostenible pensar en no renunciar. Y por eso lo hice. Es mi deber.
¿Con quiénes lo habló?
La verdad es que como toda la vida he sido bien institucional, la primera persona con que hablé fue el mismo Presidente de la República. Le hablé directamente y le planteé lo que era mi apreciación política: que consideraba que una incertidumbre respecto del plazo de retorno a hacerme cargo de la Segpres implicaba abrir un flanco para el gobierno que consideraba políticamente impropio. Y naturalmente mi objetivo es político, afectivo y, sobre todo, que hace sentido con lo que ha sido mi historia de vida, era poner de inmediato mi cargo a disposición del Presidente y manifestarle que no es lo que quiero hacer, sino que es lo que debo hacer. Y el Presidente en ese momento se impresionó, naturalmente…
Iba a preguntar cómo se lo tomó el Mandatario...
Para él fue una impresión importante. Estuvimos conversando mucho rato respecto del tema político. Si en verdad era mi salida la única opción para enfrentar el momento político que significa la ausencia de la ministra titular de la Segpres. Y, finalmente, él compartió plenamente este diagnóstico que yo tenía: que esto significa un flanco para el gobierno, y en cualquier gobierno el objetivo es no tener flancos abiertos. Nunca ha estado en mí, ni estuvo, generar un problema para el gobierno. Fui la primera en plantear políticamente esta salida y presentarle mi renuncia no sin dolor. Los ministros lo que tenemos que hacer es solucionar problemas, no dar problemas.
Una conversación de esta naturaleza con el Presidente se da en persona, no por teléfono....
La verdad de las cosas es que yo lo fui a ver a él y nos juntamos posteriormente también en mi casa, porque él me fue a ver. O sea, pasaron las dos cosas: yo lo fui a ver a él y él me fue a ver a mí. Esto pasó la semana pasada.
¿Cuál es el balance más íntimo de su paso por la Segpres teniendo en cuenta que su desembarco mismo también fue fruto de un hecho que se puede señalar como fortuito?
Es difícil hacer una autoevaluación. Pero corriendo ese riesgo, creo que lo que podría señalar es que más allá de la agenda legislativa que impulsamos desde el Ejecutivo, los proyectos que hayan sido aprobados o no durante la gestión que me tocó desarrollar, lo que me atrevo a señalar como mi balance positivo es que creo haber intentado siempre, en todo momento, mantener puentes despejados para el diálogo con todos los sectores y haber desarrollado una gestión política haciendo diálogo democrático con amabilidad cívica, con mucho respeto respecto de la investidura, tanto de los diputados como de los senadores. Por supuesto que tuve una contrapartida y fue que tuve un trato deferente, amable. Nunca se cerraron puertas de diálogo. Lo que no significa, naturalmente, que la oposición haya actuado como oficialismo.
La relación con el Congreso ha sido un dolor de cabeza para todos los ministros Segpres de los últimos gobiernos. ¿Cuál fue su momento más complicado en el cargo?
Un momento que fue muy complejo y doloroso fue cuando perdimos la idea de legislar de la Reforma Tributaria. No se me olvida que el ministro Marcel sostuvo muchísimos diálogos tratando de hacer ese acuerdo que permitiera viabilizar la idea de legislar. Y digo así: buscamos la política de los grandes acuerdos, porque esa conversación se hizo con todos los sectores, con la oposición y también con el oficialismo. Y también buscamos el voto a voto, la búsqueda del voto en la frontera. Los votos que debieron haber votado por la idea de legislar y no lo hicieron marcaron la suerte de un momento político que fue analizado con mucha rudeza por parte de muchos analistas que no tomaron en cuenta esta realidad a la que estoy aludiendo. Me refiero a la minoría con que actuamos, a los votos que no cumplieron como debían haberlo hecho y a la búsqueda de un acuerdo mayor que no se logró.
¿Usted está tranquila respecto de los resguardos que tomó para que esta reforma emblemática del gobierno no fracasara?
La máquina se desplegó. Se desplegó la subsecretaria full. Me desplegué personalmente también, y también se desplegaron ampliamente los equipos de Hacienda y el ministro Marcel. Soy testigo de conversaciones de más de una hora con parlamentarios para explicar ciertos aspectos de la reforma tributaria. Pero todos los proyectos que son proyectos que tienen una definición política muy clara son proyectos que tienen el riesgo de ser ganados en el margen. Y ese margen se pudo haber obtenido y no se obtuvo porque votos que estaban comprometidos no cumplieron el compromiso. Y de eso, incluso, una de las parlamentarias que debió haber votado ha manifestado públicamente que lo considera un error.
Tras haber estado durante varios meses relacionándose con el Congreso, ¿su impresión general es que a veces es más fácil conseguir acuerdos con la derecha que alinear al oficialismo?
Aquí no hay una respuesta absoluta. La respuesta es, como decimos los abogados siempre: depende. La política no se escribe en un tablero blanco. Depende de muchos factores.
¿Cuál es su opinión del comportamiento legislativo del Socialismo Democrático y de Apruebo Dignidad? ¿Le parece que los primeros tienden a cuadrarse con las posturas del gobierno y las diferencias se producían en Apruebo Dignidad?
No soy severa en esa apreciación. Muy por el contrario: creo que las coaliciones, la alianza, está haciendo un esfuerzo permanente para ir consolidando ese apoyo que el gobierno necesita y que el Presidente se merece para efectos de avanzar en nuestro proyecto de gobierno y en nuestra agenda legislativa. Pero es imposible, totalmente imposible, evitar que aquello que ha formado parte, por ejemplo, de una identificación con causas, o una manera de interpretar ciertas realidades, pueda ser de un día a otro cambiado por la sola voluntad. Esto requiere asimilación de realidades, de cambios de escenario, aplicar dosis de pragmatismo. En consecuencia, lo que veo es que vamos de menos a más en cuanto a lograr ese alineamiento, que, insisto, yo creo que el Presidente merece, el gobierno necesita y el país está esperando. En ese orden.
Esta semana el Presidente llamó a la disciplina consciente a sus coaliciones...
Desdramatizo completamente las diferencias que se producen en ocasiones entre algunos o algunas parlamentarias y parlamentarios con el gobierno. O de los partidos que conforman la alianza con el gobierno. Porque el ejercicio de gobernar exige mayor pragmatismo que el ejercicio de la política fuera del Ejecutivo, ya sea en el Parlamento o en los partidos políticos mismos. En consecuencia, ese diálogo político es muy importante, porque naturalmente busca, por un lado, explicar, exponer y someter a la deliberación los criterios con los cuales se están adoptando políticas.
¿Cómo se vive la convivencia de las dos coaliciones en el corazón del Ejecutivo, en el comité político?
Aprovecho esta instancia de exministra y actualmente ciudadana Uriarte para despejar una serie de trascendidos, interpretaciones, etcétera. Porque aquí sí que me atrevo a hablar fuerte y claro respecto de que hay un comité político fuertemente cohesionado. No quiero que se piense que estoy exponiendo algo con lo cual ofendería la inteligencia de cualquier lector, que es pensar que todos y todas, en todo momento, pensamos exactamente igual. Por el contrario: hay énfasis, diferencias de miradas o aproximaciones a determinadas realidades. Pero eso, llevar eso a un terreno de la distancia, la falta de cohesión, la rencilla política, eso ya es una mirada y una interpretación muy interesada y muy alejada de la realidad, que descarto total y absolutamente.
¿Cómo describiría su relación con el Presidente?
El Presidente siempre fue muy cariñoso conmigo, ha sido muy delicado, muy gentil, muy amable, entregándome muchísima confianza para actuar, para poder desplegar mi labor en forma tranquila, porque contaba con la confianza de él. Y, en ese sentido, yo solamente tengo palabras de agradecimiento y reconocimiento.
Uno de los episodios tensos fue la elección del fiscal nacional cuando la decisión presidencial la sorprende o las fricciones por la Reforma Tributaria...
Me sorprendió mucho el hecho de que se instale una mentira tan grande como que el Presidente habría tenido una conversación áspera o que me habría reprendido o que me habría retado o que no sé qué por la Reforma Tributaria. Ese episodio no es real. Y respecto del fiscal nacional, el Presidente tomó una decisión y yo era ministra del Presidente y ahora soy exministra del Presidente. Y él tomó una decisión y punto. Caso cerrado.
¿No debilitó acaso eso su rol?
No me sentí en ningún momento del ejercicio de mi tarea como ministra Segpres debilitada, o sin respaldo, o sin fuerza.
¿Le parece buena idea esto de acudir a un parlamentario e investirlo ministro como pasó con Álvaro Elizalde?
Me parece buena idea que los presidentes tengan la posibilidad de decidir por la persona que les parece más adecuada de acuerdo al perfil que se requiere en un momento determinado como ministro o ministra de Estado. Creo que el ministro Álvaro Elizalde tiene todas las cualidades demostradas respecto de su condición de articulador. Tiene trayectoria, tiene historia, tiene muchos vínculos. Es una persona que creo que va a poder desempeñar muy bien el cargo de Segpres.
¿Y tuvo algún preámbulo con él? ¿Alguna conversación? ¿O se enteró por la prensa de quién era su sucesor?
¿Con Álvaro? O sea, hablé el miércoles poco después del mediodía. Y bueno, somos compañeros de partido de tantos años, somos militantes del mismo partido político, así que naturalmente hay diálogo entre nosotros. Pero sí estoy convencida de que viene a hacer una muy buena tarea.