La votación demuestra falta de cohesión, evidencia la división interna del bloque. Y los partidos, especialmente RN, muestran gran confusión conceptual y programática”. Su diagnóstico es crudo sobre la situación que enfrenta la centroderecha. La aprobación -con votos oficialistas- del proyecto que permite un retiro anticipado del fondo de pensiones intensificó una crisis en el oficialismo que, en todo caso, venía incubándose desde semanas antes, con evidentes signos de quiebre entre los principales dirigentes de Chile Vamos y, a la vez, entre ellos y La Moneda.
Para el senador Andrés Allamand, exministro y expresidente de RN, el Ejecutivo debiera tomar una serie de medidas para reordenar al sector y, también, el trabajo al interior de Palacio. “Existe la impresión de que al final el gobierno siempre afloja”, dice el dirigente, quien, además, deja abierta la puerta a postular -en medio de este escenario- a la presidencia de su partido.
La votación del miércoles del proyecto para retirar fondos de pensiones marcó un punto de inflexión de la derecha. ¿Qué significó realmente, a su juicio, esa derrota?
La derrota tiene múltiples significados. En lo estrictamente previsional, como ha dicho el diputado Pepe Auth, “el retiro de fondos es un misil Exocet a la idea de la seguridad social”. Es lo que ocurre cuando se rompe el principio del ahorro obligatorio con destino previsional exclusivo. Todos los expertos y la totalidad de los ministros de Hacienda de los últimos años, incluyendo al propio Nicolás Eyzaguirre y Rodrigo Valdés, han coincidido en que es una mala política pública. Es obvio: para mejorar las pensiones hay que aumentar y no disminuir el ahorro. En lo institucional, el daño es enorme. El país conoció durante la fatídica UP los “resquicios legales”. Y ahora la aprobación del proyecto marca el inicio de los “resquicios constitucionales”. Desde la Constitución de 1925 -que fue uno de los aportes de Frei Montalva- hay iniciativa exclusiva en materia de gasto público y seguridad social. Se instauró para evitar la irresponsabilidad parlamentaria. Este proyecto la deroga. Basta juntar 3/5 y se puede romper un pilar de la institucionalidad.
¿Y qué significa en términos políticos para el sector lo que ocurrió con esa votación?
En lo político, fue un tremendo fracaso para el gobierno y Chile Vamos. En lo relativo al gobierno, los errores fueron a lo menos tres: haber llegado tarde con las medidas para la clase media, no haber persuadido a la ciudadanía que el proyecto era malo y no haber alineado a los propios. En cuanto a Chile Vamos, la votación demuestra falta de cohesión, evidencia la división interna del bloque. Y los partidos, especialmente RN, muestran gran confusión conceptual y programática.
Varios en el oficialismo han apuntado a un “populismo” que se instala en el sector…
Eso es lo más grave: la irrupción del populismo y la falta de carácter para defender convicciones en un ambiente de impopularidad. Un gobierno, una coalición o un partido que no es capaz de enfrentar la impopularidad, no tiene destino. Va a terminar, sí o sí, esclavo de las redes sociales. Una responsabilidad central -no la única- en la aprobación del proyecto del retiro de fondos es del presidente de RN, Mario Desbordes. Él es el responsable de haber abierto la grieta, que permite ir demoliendo el régimen de capitalización individual. Sus declaraciones de último minuto señalando que “no era una buena medida” son un mea culpa completamente tardío.
Pero Desbordes siempre dijo que no era ideal esto, que era una ultima opción. ¿Entregó una mala señal a sus parlamentarios?
Una pésima señal. Como algunos han dicho, abrió una puerta y después no supo cómo cerrarla.
¿A qué se debe esa “gran confusión conceptual y programática” que usted acusa en los partidos de Chile Vamos?
Influye en eso que el gobierno no tenga un rumbo claro, lo que afecta a los partidos. También hay responsabilidad en las dirigencias, que, muchas veces, se consumen en el día a día. Y faltan instancias de debate en profundidad donde se decanten los puntos de vista y se persuada a quienes se apartan de las correctas definiciones programáticas.
¿Hay una derrota de las ideas de derecha? Se lo pregunto porque el escenario actual tiene nuevos actores, como el Frente Amplio, que termina, en la práctica, atrayendo adeptos de la ex Concertación a sus ideas. Al final, son las ideas de la centroizquierda las que acaparan el debate público y, en parte, el trámite legislativo en el Congreso…
La centroderecha tiene que enfrentar el embate de la izquierda, que se ha traducido en la hegemonía intelectual del Frente Amplio sobre la antigua Concertación. Yo no hablaría todavía de derrota, pero sí es preocupante que algunos principios no se defiendan con fuerza y que algunos de los nuestros terminen sumados a los planteamientos adversarios.
¿Surge una nueva batalla en la derecha? Se comenzó a transitar hacia una derecha con un menor énfasis economicista y más social…
El cuento de la derecha social versus una derecha economicista es sólo un cuento. Las políticas sociales tienen que tener financiamiento y no generar efectos adversos. Sin esos requisitos, son demagogia. Plantear una reforma que a la larga perjudica a quienes supuestamente beneficia y que ofrece soluciones que no son tales, es populismo o ignorancia. Es lo que pasa con este proyecto: se dice, por ejemplo, que el Estado devolvería la plata retirada, pero no se dice cómo ni cuándo lo haría. Sólo un volador de luces. A mí me parece muy grave que los que se proclaman como integrantes de la derecha social empiecen a sumarse al coro de quienes han repuesto la amenaza de la violencia sobre el proceso democrático. ¿Qué se oía en la Cámara? Que si el proyecto se rechazaba, se gatillaba un nuevo estallido social. Es exactamente lo que algunos de los nuestros repiten: que si no se acepta lo que proponen, todo saltará por los aires. Me parece una extorsión inaceptable.
¿Nota usted una suerte de revisión de las ideas fundacionales del sector? ¿Comienza a surgir algo de eso, a su juicio?
Al revés: para enfrentar a la izquierda radical se requiere, más que nunca, reafirmar las convicciones programáticas de la centroderecha. No hay que olvidar que esas mismas convicciones nos condujeron, hace tres años, a un gran triunfo electoral y político. El estallido no tiene por qué borrar tales expresiones, que corresponden a una visión correcta de los grandes pilares que han generado desarrollo en el país en los últimos 30 años.
Además de la confusión programática que usted describe y cómo influye en eso el gobierno, ¿qué responsabilidad tiene La Moneda en esta crisis oficialista?
Es obligación del Presidente Piñera dar un golpe de timón. Y el efecto tiene que alcanzar al gobierno y a Chile Vamos. El gobierno tiene que cambiar en algunos aspectos radicalmente. No sólo Chile Vamos “no da para más”, sino que algunas prácticas gubernamentales tampoco “dan para más”. De partida, hay que terminar con el “tironeo” infinito en materia de los planes de ayuda: tienen que ser robustos desde el principio y no estar mejorándolos a última hora. También el gobierno tiene que definir las materias en que, por convicción y coherencia programática, no va a ceder a la presión. Hoy existe la impresión de que al final el gobierno siempre afloja. Eso es corrosivo para la lealtad, porque los que defienden las materias más difíciles, al final pagan todos los costos, y los “díscolos” o los que derechamente se suman a la oposición, cosechan los aplausos. Tal fenómeno tiene exasperados a los mejores defensores del gobierno. Por último, tiene que rearmar completamente la relación con los partidos. Hay que escucharlos más y en forma oportuna. La queja generalizada de muchos parlamentarios es que hay ministros que no les contestan el teléfono. Eso no puede seguir así un día más.
¿Y qué deben hacer los partidos?
La respuesta de los partidos tiene que ser, primero, volver a hacer funcionar a la coalición. ¡Hace meses que los presidentes de Chile Vamos no tienen siquiera reuniones de coordinación! Segundo, recuperar el orden interno. Y tercero, volcarse a los desafíos electorales que están a la vuelta de la esquina. En una frase: volver a funcionar como coalición.
¿Cree que el Mandatario generó un mal precedente -para ustedes- al involucrarse y validar el acuerdo constitucional? Eso, al final, abrió la puerta a que en el sector surjan más voces que empujan o apoyan iniciativas que van en contra del ideario de la derecha...
El acuerdo constitucional fue un pie forzado, pero el " rechazo” permite defender nuestro ideario constitucional y lograr que el cambio constitucional sea en el Congreso y no en una convención. Y frente a los embates contra los pilares del progreso de Chile, el gobierno debe, de una vez por todas, reaccionar con nuestras ideas, lejos del populismo y sin temor a las redes sociales.
El ministro Gonzalo Blumel sugirió que quizás tendrán una “coalición más chica”…
La frase del ministro Blumel de que puede haber una coalición reducida es muy grave y muy desafortunada. Él, menos que nadie, podría haberla dicho. Su tarea como jefe político del gobierno es ordenar y no achicar a la coalición en la que el gobierno se apoya.
¿Blumel cumple las condiciones que se requieren como jefe de gabinete?
Yo estoy planteando un nuevo diseño a partir de un golpe de timón presidencial. El ministro Blumel tiene que ajustarse a ese nuevo escenario, y eso implica un rol más activo e influyente del que ha desempeñado hasta hoy.
¿Se requiere un nuevo cambio de gabinete?
El gabinete se ajustó hace un par de semanas. Lo que se necesita es que el equipo político funcione mejor.
Usted ha cuestionado la conducción de Mario Desbordes en RN. ¿Por qué él no debiera, según usted, seguir al mando del partido?
Todos los que estamos por una nueva conducción respetamos la trayectoria de Mario Desbordes al interior de RN. No hay nada personal en su contra. Sí tenemos una diferencia de orientación política, que deberá zanjarse en la próxima elección interna, que será “un militante, un voto”. El resultado de esta semana refleja mejor que nada por qué se necesita una nueva conducción: RN objetivamente contribuyó con los votos de algunos de los nuestros a una gran derrota del gobierno; la articulación con La Moneda está en el peor nivel; Chile Vamos está en una profunda crisis y políticamente en “punto muerto”, y el partido vive una profunda división interna. Es muy elocuente que Diego Paulsen, actual presidente de la Cámara de Diputados y uno de los líderes mas respetados y de mayor proyección, haya resuelto abandonar la bancada y formar un nuevo comité. RN ha tenido muchas crisis internas, pero en 30 años nunca había ocurrido algo así.
La situación en RN también está cruzada por el debate sobre una nueva Constitución…
Para nosotros también es muy importante el tema constitucional. Desbordes sigue en el “apruebo”, pese a admitir que el 70% del partido está con el “rechazo”. Los que todavía están en tal planteamiento debieran revisar la sesión de la Cámara en que se aprobó el proyecto de retiro de fondos. Es un anticipo perfecto de lo que sería la convención constituyente: demagogia desatada, ignorancia a chorros, falsedades sin límite y mentiras múltiples, y, por cierto, el mismo ánimo refundacional que la izquierda radical ha logrado imponer a los ex Concertación y, en definitiva, a toda la oposición.
¿Usted va a postular a la presidencia de RN?
Hay un grupo grande de parlamentarios y dirigentes organizando la lista. Mi idea es que alguno de ellos asuma el liderazgo, pero si es necesario, yo estoy dispuesto a integrarla.
¿No se cierra a liderar esa lista?
Estoy dispuesto a integrarla. El lugar lo resolveremos entre todos.
O sea, no se cierra a liderarla…
Creo que no va a ser necesario, hay varias buenas lienzas para el trompo.
Si es que esta lista que le compite a Desbordes no tiene éxito, ¿en qué pie quedan RN y usted en particular?
Tengo confianza en que la lista alternativa tendrá éxito. El esfuerzo, de todas maneras, valdrá la pena. El cambio en la futura conducción de RN tendría positiva influencia en Chile Vamos, el gobierno y la proyección futura de la centroderecha.