“Andrés, tú vas a ser ministro de Hacienda”, le dijo Josefina Larraín a su quinto hijo, cuando a los 13 años comenzó a ahorrar e invertir parte de la plata para la micro que su papá le daba para que él y sus hermanos más chicos se fueran al colegio, desde su casa en Av. Miguel Claro hasta el Instituto Alonso de Ercilla, en el centro. “En el libro cuento que en ese tiempo la empresa de transporte colectivo sacó un pase que tú lo podías utilizar durante un mes y abaratabas los viajes en un 30% o 40%. La diferencia me la quedaba yo y también le repartía una parte a mis hermanos”, cuenta hoy Zaldívar, desde su casa en Las Condes.
Esta es una entre decenas de anécdotas que recuerda en sus memorias -tituladas El Chile que he vivido (Catalonia)- y que este jueves presenta junto a la periodista Mónica González y el expresidente Ricardo Lagos, en el Congreso en Santiago.
Retomando el inicio de su historia, Zaldívar cuenta que años más tarde, al sobresalir por sus notas y su liderazgo entre sus compañeros, que contrapuso a su baja estatura (1.59), la señora Josefina -una mujer de carácter fuerte, muy cercana a la Iglesia Católica y primera consejera de la DC-, subió su presagio: “Mi madre siempre me infundió mucho el compromiso por lo social y desde niño me llevaba a los hospitales y a los hogares de ancianos, y pensó -y me dijo- que podía llegar a ser presidente, pero no es que me haya inculcado...”.
El “Chico” Zaldívar fue ministro de Hacienda, pero no pudo cumplir el segundo augurio de su madre, aunque tuvo más de una oportunidad. Sí desarrolló una exitosa carrera política imposible de resumir en una entrevista.
Usted escogió una foto suya joven con el expresidente Eduardo Frei Montalva como la portada de su libro...
Sí, es una foto de La Tercera que es espontánea, no posada, y donde Frei dice en el pie de foto “este es el chico más grande que he conocido”.
-Él (Frei) era mayor que yo -cuenta Zaldívar-, tenía cincuenta y tantos años, y yo, 28, pero la verdad es que se produjo una sintonía muy especial que nunca me expliqué. Yo siempre lo entendí como mi tutor y mi padre político. La primera vez que tuve contacto con él fue cuando los estudiantes socialcristianos (a los que pertenecía) y falangistas de la Escuela de Derecho de la U. de Chile llegamos a la conclusión de que debíamos fusionar ambos partidos, y fuimos a ver a don Eduardo a su oficina en la calle Moneda. Le comentamos esto y él nos dijo que justamente ese era el camino. Luego, el año 63 me llamó y me pidió que me hiciera cargo del programa y trabajé junto con él durante toda la campaña del 64. Ya llevaba unos años casado (con Inés Hurtado), tenía dos hijas y me estaba yendo muy bien como juez de policía local de La Cisterna, y le dije que le dedicaría la mitad del tiempo a la campaña. “No hay problema”, me dijo.
Frei ganó la elección el 4 de septiembre de 1964, Zaldívar retomó su trabajo como juez y se instaló en una oficina privada en el mismo piso del mandatario electo. “Nos topábamos a cada rato y, por ahí por el 15 de septiembre me pidió que fuese a verlo y me dice : “Andrés, quiero que se venga a trabajar conmigo al gobierno. “Don Eduardo, acuérdese lo que yo le dije al comienzo...”.
Pero lo convenció...
Me dijo: “Mire, Andrés, yo tenía 27 años, estaba casado con la Maruja y me ofrecieron ser gerente general del Banco Sudamericano aquí en Santiago o irme como director del Diario de Tarapacá a Iquique, para ir a formar partido. Partí a Iquique”. Ahí quedé y le dije que sí. Me dijo que quería que fuera parte de su Segundo Piso, junto a Jorge Ahumada, que era el economista clave de su proyecto; Álvaro Marfán, experto en planificación, y a Jorge Cash, su asesor político. Y que tendría un horario flexible.
Entonces, ¿el Segundo Piso no es autoría de Lagos?
Sí, porque en ese tiempo no se llama Segundo Piso, pero era muy parecido (dice en tono de broma).
Días después -continúa Zaldívar la historia- vi salir a Sergio Molina de la oficina de Frei, y al poco rato me manda a llamar y me dice: “Tengo un problema, usted ya aceptó irse a trabajar conmigo a La Moneda, pero este caballero que recién salió, y que será mi ministro de Hacienda, me pidió que fuera su subsecretario...”. Sin pensarlo, le dije, “Sí, presidente, yo ya estoy embarcado en esto”.
Zaldívar fija ese momento como el inicio de una relación de amistad incondicional con Frei y también como la entrada en un camino político sin retorno.
Muchos dicen que la política es una droga...
La política es una vocación, que si la asumes, no la puedes dejar. La documentación del Concilio Vaticano II (1962-1965) dice que es una vocación de tanto valor como el sacerdocio.
Y que requiere de mucha “cocina”, el término que usted acuñó hace unos años para lograr acuerdos...
Y que reivindico en el libro y que fue mal entendido, porque para llegar a soluciones y acuerdos hay que dialogar, y tú no puedes empezar a hacerlo en la plaza pública. Tienes que hacerlo con transparencia, por supuesto, pero primero discretamente, para lograr las bases con las cuales puedes empezar a negociar.
El Frente Amplio utilizó el concepto para cuestionar “la vieja política”.
Las actuales autoridades de gobierno están cocinando todos los días. Y está muy bien que lo hagan.
¿Qué opina de los cambios del Boric candidato al Boric Presidente?
A la gente hay que darle la opción de que puedan cambiar sus posiciones, y uno no puede ser crítico a eso.
“Fuimos ingenuos al justificar el golpe”
Durante el gobierno de Allende, Frei y Zaldívar volvieron a instalar sus oficinas en el mismo edificio, ahora en Huérfanos con Ahumada. El exmandatario en el piso 11, y él, en el 12.
¿Cómo cuenta en el libro el golpe militar?
Yo estaba con Patricio Aylwin y con el grupo de Frei, que no éramos a favor del golpe, pero dijimos que había sido inevitable por responsabilidad del gobierno de Allende, y, que esperábamos que las Fuerzas Armadas cumplieran con su obligación. Creo que nosotros fuimos mucho más ingenuos -y sí lo digo- que El Grupo de los 13. Nosotros le dimos un cierto espacio de confianza (al gobierno militar), porque creíamos sinceramente que el país ha sido arrastrado a una situación sin salida. Al poco tiempo, 30 o 40 días, ya estaba en una oposición total a la junta militar, porque la persecución y la represión fue brutal.
Tras el 11 de septiembre, Frei y Zaldívar continuaron en sus oficinas en la estratégica esquina del centro, donde funcionó la DC clandestinamente. “Sabíamos que teníamos micrófonos y que en la noche entraba gente de la DINA a revisar todo. Al salir de mi oficina yo ponía unos scotchs en las puertas, y a la mañana siguiente, al abrir, los scotchs ya no estaban. Para complicar a los de la DINA comencé a dejar mi agenda sobre mi escritorio con mensajes falsos. Ponía: “Llamar a Sergio Diez para hablar un tema muy delicado”, “Contactar a tal persona...”. Los mandaba pa’ un lado, pa’l otro...
Era peligroso el juego igual...
Bueno, la DINA me destruyó dos veces la oficina, me rompieron los cuadros, me dieron vuelta los cajones... En agosto del 80, yo era presidente del partido y desde ahí organizamos el famoso “Caupolicanazo” para oponernos a la Constitución. En octubre parto a un viaje a Israel, paso a un acto de solidaridad con los chilenos en Roma, y a la vuelta no me dejaron volver a entrar a Chile.
Aparte del exilio, ¿imagino que fue muy duro no poder venir a los funerales de Frei Montalva en 1982?
Sí vine, pero no me dejaron entrar. Fue muy duro. Venía con una delegación española, entre ellos, el primer presidente de los diputados de la transición. Estaba convencido de que no me iban a dejar entrar y ellos me decían: “No, Andrés, si te van a dejar; cuando estaba Franco y había un funeral de una persona como Frei, dejaban entrar para asistir a la ceremonia”. Aterrizamos y al avión lo llevaron carreteando hasta una punta del aeropuerto, donde se estacionó y puso la escalera. Llegó una camioneta color gris que decía “protocolo”. Álvarez Miranda me dice “viste, Andrés, te vienen a buscar”, y de repente se bajan unos gallos con metralletas y suben al avión gritando “¿dónde está Zaldívar?, ¿dónde está Zaldívar?...”. Me dejaron sentado y le pidieron a todos que bajaran. Los españoles no querían bajar y yo les pedí que lo hicieran. Estuve tres o cuatro horas en el avión, mientras -a través de la ventanilla- miraba a la gente en los balcones que me había ido a recibir con carteles y banderas... Como a las siete de la tarde me suben a un avión LAN con agentes del CNI, sin decirme nada. El avión paró en Lima y los agentes me hicieron bajar. Al interior del aeropuerto me dicen “vamos a estar un rato acá, vaya a estirar las piernas, y nos encontramos a tal hora”. Cuando volví no había nadie y el avión ya se había ido. Me dejaron botado en Lima a la una de la mañana sin plata, sin pasaporte, sin maleta.
Meses después falleció su padre. ¿Cómo logró que lo dejaran asistir a sus funerales?
Se tomó contacto con el ministro del Interior de la época, Sergio Fernández, quien dio la autorización para estar cinco días en Chile. A mi padre le afectó mucho mi exilio, porque éramos muy unidos, y poco a poco su salud fue empeorando… Me despedí de él y volví a partir para fuera. Me ofrecieron volver a Chile a cambio de firmar una carta en que me comprometía a no participar en política, lo cual rechacé. Mi madre hizo una declaración en que dijo “que prefería no verme, a que volviera con indignidad”.
En agosto de 1983, el régimen militar autoriza a más de mil exiliados para que regresaran al país, entre ellos, Zaldívar, quien fue recibido por cientos de personas. “Al bajarme del avión, dije que yo venía a luchar por recuperar la democracia”. Ahí comienza otra parte importante de sus memorias y uno de los relatos más sabrosos del libro: la descarnada lucha interna en la DC -entre Aylwin, Gabriel Valdés y Eduardo Frei- por ser el presidente de la transición, incluido el “Carmengate”. “Hubo un intento de algunos descriteriados que los pillaron en la sala donde estaban los votos de las primarias. Valdés y Frei objetaron la elección. Yo apoyaba a Aylwin y ambos nos mantuvimos firmes en que él había ganado la elección”.
Pero la tensión fue aumentando y hubo un momento -cuenta- en que Aylwin dijo estar dispuesto a bajarse, sólo si él (Zaldívar) ocupaba su puesto, pero la idea fue rechazada por sus partidarios, que más tarde serían sus principales ministros.
¿Por qué no quiso ser parte de su gobierno y optó por postular al Senado?
Era presidente de la DC y encontraba que no era lógico. Y cuando la RM se divide en dos, Patricio y el partido me piden que vaya por Santiago Poniente, que era muy complejo, porque Ricardo Lagos era un candidato muy fuerte.
Su derrota a Lagos, sin duda, lo subió a otro nivel en la política chilena de ese entonces.
Efectivamente. Hasta que Lagos me devolvió la mano en las primarias del 99.
¿Qué otros momentos duro repasa en sus memorias?
Cuando la Presidenta Bachelet me saca de Interior me dolió, porque no tenía fundamentos y yo consideraba que estaba haciendo un buen trabajo.