La ministra de la Mujer y Equidad de Género, Antonia Orellana -Toti para los amigos- tiene oficina en La Moneda, lo que evidencia la cercanía que tiene con el Presidente Gabriel Boric y el hecho de que la agenda de género siempre ha sido un asunto nuclear para el gobierno.
De ahí que, a pesar de la molestia inicial de algunos, el anuncio del Presidente de la República de enviar un proyecto de ley sobre aborto legal este año no fue realmente una sorpresa. Siempre estuvo escrito en el programa de gobierno.
Militante de Convergencia Social, Toti Orellana no sólo ha sido la ministra que reanimó el debate sobre el tema, sino que también es vista como una guardiana de las banderas del Frente Amplio. Fundamentalmente, de los símbolos con que su generación entró a la escena política.
Quizá por lo mismo ella no cree que gobernar sea sólo un asunto de gestión. Y lo resume así: “La gestión es muy importante para empujar los cambios que queremos producir, pero la dimensión cultural y simbólica también lo es. La derecha lo tiene clarísimo”.
Hay quienes dicen que si hay una ganadora de la cuenta pública fue usted, al poner sobre escena la discusión sobre el aborto legal. ¿Siente que hay algo de eso?
…Los insultos que me llegan en mis mensajes privados de redes sociales no dicen lo mismo.
¿Cómo?
Es que el aborto es un tema que desata muchas pasiones a favor y en contra. Entonces, desde que fue el anuncio me han llegado muchos mensajes, desde insultos hasta peroratas respecto a mi hijo. Me llegan muchas cosas…
Cuando le hablo de ganar es porque la agenda del gobierno ha ido girando desde su programa original. ¿Poner hoy el tema del aborto es poner una bandera?
Yo entiendo y asumo que es parte de gobernar el ir modulando el compromiso hecho con lo que te van imponiendo la coyuntura y las necesidades del país. Afortunadamente, en el caso de nuestro programa sobre género, hemos podido ir cumpliendo nuestros compromisos. Por lo tanto, no hay una vuelta a un cauce. Hemos mantenido una ruta.
¿Qué ruta?
Una que partió buscando ponerles urgencia a los temas de violencia contra las mujeres. De hecho, la primera urgencia legislativa que ingresó nuestro gobierno fue la ley integral contra la violencia y la inserción laboral femenina. Y recién ahora vemos los frutos de ese esfuerzo, cuando vemos que se ha recuperado la tasa de inserción laboral femenina. Entonces, hemos ido cumpliendo etapas. Yo entiendo que en algunas áreas se interpreta como que el gobierno se fue para allá y después volvió para acá. Pero en el caso de la agenda de género esta ha seguido su planificación.
¿Por qué relevar el tema del aborto ahora? Paulina Vodanovic dijo que no era prioridad. Otros señalan que genera ruido para avanzar en reformas claves, como la previsional…
Esto lo he conversado harto con la ministra Jeannette Jara, quien lleva la reforma de pensiones. Y, bueno, en nuestro lenguaje, en talla ella me decía: “Totita, tú dale”. Porque, en el fondo, la consideración de la ministra es que siempre se ha señalado una traba en que se afirma que es imposible avanzar en pensiones. En su momento, era imposible avanzar si estaba la ministra Izkia Siches. Después se decía que era imposible avanzar en las pensiones si seguía el ministro Giorgio Jackson. Y así ha sido en cada cosa. De hecho, creo que la reacción que al comienzo fue más fuerte, ha ido decantando con los días.
Es cierto. Varios dirigentes políticos han dicho que no van a condicionar la discusión…
Claro, y la misma senadora Yasna Provoste señaló que había que estudiar el tema dependiendo del proyecto. Lo mismo dijo ayer la senadora Ximena Rincón. Diego Schalper también se ha expresado en términos parecidos. Entonces, yo creo que hubo un primer momento de una reacción un poco visceral, pero eso ha ido decantando. Y como dice un dicho gaucho: hay que desensillar hasta que aclare, y ahí poder buscar el diálogo que se necesite.
Ahora, no tienen mayoría en el Congreso. Por lo tanto, existe el riesgo de que no se apruebe.
Vi que un par de analistas lo calificaron de fuego artificial. La verdad es que el anuncio del Presidente tiene dos componentes. Uno, muy importante, respecto a un tema en el que la sociedad chilena ya se ha pronunciado, tanto legislando como impidiendo retroceder, que es el aborto por tres causales. En ese sentido, el Presidente ha ingresado a la Contraloría un nuevo reglamento que tiene como foco asegurar que se cumplan las tres causales.
¿No se estaban cumpliendo?
El diagnóstico es bastante crítico.
¿Por qué? ¿El porcentaje de médicos con objeción de conciencia es muy alto?
El punto crítico se compone de dos cuestiones. Una, la falta de información de las mujeres y niñas respecto de si la situación que están viviendo es parte de las tres causales. Y dos, que hay falta de conocimiento de los equipos psicosociales que son los que tienen que detectar y derivar. Hay un vacío de información desde los equipos.
¿Y eso a qué responde?
En nuestra opinión, a que el reglamento que se dictó en el gobierno anterior buscó resguardar más a los objetores que la continuidad de la atención. En ese sentido, el reglamento que hemos propuesto no toca la objeción de conciencia como derecho constitucional, pero sí establece ciertos lineamientos para que la red de salud continúe funcionando, aunque haya un objetor. En el fondo, no es obligarlo a realizar aquello que está objetando, pero que la mujer o la niña que está con inviabilidad fetal, que está en riesgo de vida, o que está con un embarazo por violación, no vea entorpecido su acceso a la salud. El deber es garantizar la continuidad del servicio.
Respecto del anuncio de un proyecto de ley de aborto legal, ¿se puede hablar de un aborto libre? ¿En qué se diferencia?
Es importante distinguir. En general, cuando se habla de aborto libre se refiere a que sea sin que alguien lo autorice, sino que sólo sea voluntad de la mujer. La posición que expresa nuestro gobierno al decir aborto legal es, en primer lugar, que esto no es solo despenalizar. Si yo sólo despenalizo, pero no doy acceso para resolver el problema de salud, no se modifica la situación de clandestinidad. Por el contrario, perpetúo el hecho que alguna vez denunció Helia Molina: que quienes tienen recursos obtienen esa atención de salud. Pero como gobierno progresista, que tiene un foco en las personas de menos recursos, tenemos que propender a darles esas garantías.
¿Sería más parecido al aborto que se aprobó en Argentina?
Hay distintos modelos de aborto en el mundo... El modelo argentino fue una legalización del aborto, pero no es el modelo que estamos mirando.
¿Y qué modelo tienen en consideración?
No, no voy a adelantar. Hay distintas propuestas también, desde que Laura Rodríguez presentó la primera en los años 90. Está también la propuesta del programa de gobierno de Yasna Provoste respecto de 14 semanas. Hay que buscar algo que logre el máximo acuerdo posible.
“No toda derrota es una renuncia”
Ministra, ¿plantear el tema del aborto es una manera de mantener en alto una bandera porque ya ha habido otras renuncias?
No lo veo así. Como le decía, desde este ministerio hemos ido cumpliendo las etapas que nos habíamos propuesto.
Me refiero al programa de gobierno con que llegaron a La Moneda y al que en algunos aspectos han tenido que renunciar…
No toda derrota es una renuncia. El renunciar significa decir: “Ya, no voy a hacer esto”. Pero creo que la actividad política es buscar las posibilidades. Y en algunas cosas ha habido posibilidades y en otras no.
¿Eso es gobernar en la medida de lo posible?
A mí me gusta más una frase que viene de la tradición marxista y que señala que ser materialista es no contarse cuentos. Eso es parte de gobernar.
Para usted, como parte de esa nueva generación, ¿cómo ha sido gobernar y aceptar que hay cosas que cuesta llevar adelante?
Aceptar que hay cosas que no se pueden llevar adelante es parte de la vida, no de un gobierno. En segundo lugar, siempre me he resistido a esos clivajes generacionales. La crítica que levantábamos desde el Frente Amplio no tenía que ver con el número del Rut, sino con las orientaciones de la política.
Sin embargo, hay voces del Frente Amplio, como Gonzalo Winter, que ven en curso una batalla cultural que no hay que perder de vista…
En cualquier disputa política hay siempre una disputa por el sentido común. No creo que sea una novedad.
Por un lado, Winter planteaba la necesidad de no renunciar a ciertas banderas y Tomás Vodanovic ha hecho más énfasis en la necesidad de mejorar la gestión.
No haría esa interpretación. La verdad es que hubo mucha intención en los medios por tratar de armar una contradicción entre Tomás planteando gestión y Gonzalo planteando teoría. Yo creo que lo más importante en estos momentos es la dirección estratégica.
¿Qué significa eso?
Saber cuál es el objetivo e ir cumpliendo etapas. Eso requiere ir construyendo nuevos sentidos comunes. También demostrar metas de gestión, pero con un objetivo claro.
¿Cuáles serían esos nuevos sentidos comunes?
Una de las leyes más importantes para la vida de las mujeres en Chile fue precisamente la ley de filiación. La línea que hemos sostenido como gobierno de apoyar a las jefas de hogar e instalar una necesaria corresponsabilidad social. No solamente la familiar, porque hay una gran mayoría que no tiene con quién compartir la carga del día a día. Esa es una forma de hablar desde el sentido común, pero instaurando también nuevos sentidos comunes respecto a que hay distintos tipos de familias y que no todas son como las del comercial de supermercado.
¿Y en la agenda de seguridad, por ejemplo?
También ahí es muy novedoso que se haya conseguido desbaratar bandas que llevaban operando muchos años, como por ejemplo, la CAM, y que eso se haya hecho con pleno respeto al Estado de Derecho y no a través de operaciones Huracán, que se deshacen a las dos semanas. Y que junto con eso haya una comisión de diálogo para abordar las temáticas del pueblo mapuche. Ahí también se muestra una diferencia en el tratamiento de los problemas, y eso también es gestionar.
Tomás Vodanovic ha sostenido que el FA debiera pasar de los símbolos a la gestión…
Discrepo de esa visión. La gestión es muy importante para empujar los cambios que queremos producir, pero la dimensión cultural y simbólica también lo es. La derecha lo tiene clarísimo.
¿Cómo se da hoy día la batalla cultural?
El concepto de batalla cultural no es el que más me acomoda…
¿Por qué no?
Porque hoy las personas tienen identidades políticas cruzadas y complejas. Van mucho más allá de lo que expresan las fuerzas políticas. O sea, hoy podemos encontrar a una mujer de 26 años que está a favor del aborto, que encuentra que nuestro gobierno lo ha hecho mal, que jamás votaría por Kast y que está a favor de la reforma de pensiones. Las personas no tienen una sola idea. Por eso no creo en el concepto de batalla cultural como si fuera un todo.
¿Amalgama perfecta?
Dice que no cree en el clivaje generacional, pero sí se han notado diferencias al gobernar con el Socialismo Democrático.
La verdad, en el gabinete hemos logrado una síntesis de experiencia y juventud, como diría Arjona.
¿Una amalgama...?
Cierto. Ahí fallé con la cita. Si hubiese sido Juan Gabriel, le achunto. Pero el punto es que hemos logrado un mutuo reconocimiento respecto de la legitimidad de las distintas trayectorias políticas. Eso lo hemos logrado bien en el gabinete. Me gustaría que se tradujera más en la convivencia de los partidos.
¿Eso ha costado?
Sí. Todavía hay heridas. Quedaron cicatrices feas. Por ejemplo, todo lo que pasó en las primarias del 2021 es algo que todavía duele mucho. Siempre digo que tenemos que entender que no habría habido segunda vuelta si no hubiera sido por la candidatura del Presidente Gabriel Boric, pero que tampoco habríamos ganado la segunda vuelta si no hubiera sido por el acuerdo programático con el Socialismo Democrático.
¿Y qué es lo que no se perdona?
El momento en que no fuimos con el Partido Socialista por el PPD. Eso se sintió como un acto de exclusión feo en el PPD… Es algo que todavía duele mucho.
¿Se nota?
Cuando uno va escarbando en el disenso para llegar al núcleo del malestar, te das cuenta que permanece esa sensación de exclusión. Yo creo que en el Socialismo Democrático eso se sintió como un acto de ninguneo muy feo.
¿Y también hay un malestar en el FA?
Creo que en el Frente Amplio también hay una sensación muy extendida respecto a lo duro que fue el surgimiento como fuerza política.
No entiendo el malestar…
Más que malestar, hay un conflicto de relación que todavía no cicatriza entre los partidos. Igual fue un proceso difícil. Imagínate, meses antes estaban matándose por los votos en terreno, y después el llamado era todos a trabajar juntos. Por eso digo que esa síntesis política que hemos logrado en el gabinete, todavía no logra cuajar en la vida de los partidos en terreno. Eso causa muchos más problemas de los necesarios, porque va generando un ruido que después se expresa en conflicto. Es parte de acostumbrarse a trabajar juntos. Y pese a las cicatrices, con el Socialismo Democrático hemos logrado poner por encima los objetivos comunes.