Apenas Gabriel Boric se matriculó en la Universidad de Chile en 2004 decidió militar en el colectivo “Estudiantes Autónomos”, un pequeño grupo, liderado por Matías Meza-Lopehandía, quien al año siguiente presidió el Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho.
Meza-Lopehandía será el jefe de gabinete del futuro mandatario, pero no es el único “autónomo” que desembarcará en La Moneda: Javiera Toro será la ministra de Bienes Nacionales y Francisco Figueroa, exvicepresidente de la Fech, asumirá como su jefe de gabinete; Giorgio Boccardo, expresidente de la Fech, será subsecretario del Trabajo; Maximiliano Proaño llegará a la Subsecretaría de Medio Ambiente; Francisca Moya será la jefa jurídica de la Segpres; Javiera Cabello asumirá como jefa de gabinete en el Ministerio de la Mujer; el músico Nelson Alveal está en el equipo de producción de Boric y el abogado Miguel Barros llegaría al Segundo Piso a trabajar con Meza-Lopehandía.
“Estudiantes Autónomos” nació en el invierno de 2001, durante una toma de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Un grupo de alumnos, liderado por Meza-Lopehandía, discutía la fórmula para tener una identidad propia, junto a un petitorio de demandas locales, en temas académicos y de participación.
–Era un nombre que nos permitía llegar a más personas, no sólo a la izquierda, nosotros les hablábamos a los estudiantes de los temas que les importaban, comenta Francisco Lagos, otro de los líderes.
A Meza-Lopehandía lo recuerdan en esos tiempos como un “agitador”. Se subía a las mesas para dar discursos y cautivaba a los nuevos estudiantes. Por eso, dicen cercanos a Boric, es que su actual mano derecha fue la persona más importante en su introducción y formación en la izquierda universitaria.
Karla Varas, otra de las fundadoras, recuerda:
–En la toma, Matías se subía a la micro no sólo a pedir plata, sino que a explicarle a la gente qué era lo que ocurría con las universidades estatales. Transmitía mucho eso de que casi que teníamos que ser como los evangélicos, para tener una política más abierta, más transparente, más de cara a las personas. Eso tiene mucho que ver con la autonomía.
¿Qué significaba ser autónomos?
–En términos concretos era devolver la política a la gente y que no estuviera encerrada en cúpulas partidistas, dice Varas.
Lagos complementa:
–Nos empezamos a preguntar: ¿Cómo llegar más allá de los convencidos? Que es algo que hoy el presidente electo repite harto. No hablarle sólo a los que leían a Marx. No encajábamos en esa izquierda tradicional.
En el colectivo leían Las venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; al historiador Gabriel Salazar, a la socióloga Marta Harnecker y estaban muy atentos a la búsqueda de referentes latinoamericanos.
De todas formas, según Lagos, la formación de “Estudiantes Autónomos” nunca fue muy doctrinaria, a diferencia de “la SurDA”, donde militó antes, y donde ya hablaba de “autonomía” a mediados de los 90.
El legado de “la SurDA”
La “SurDA” surgió en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile. Carlos Ruiz, quien renunció al MIR en su juventud, y su hermano Rodrigo fueron parte de los fundadores del movimiento que buscaba pensar la izquierda desde un punto de vista moderno, porque criticaban que se estaba “insistiendo en un tablero que había sido borrado”, según ha dicho Ruiz en repetidas ocasiones.
El diagnóstico era que durante la transición a la democracia la izquierda estaba marginada, que el “campo popular” estaba desarticulado y que el neoliberalismo había tenido éxito en refundar la sociedad. Ruiz recuerda que ya en los 90 utilizaban una frase que Boric ha repetido constantemente en su camino político: “No somos sangre nueva para viejos fracasos”.
–Trabajábamos la idea de autonomismo más bien en una idea de autonomía política y autonomía social, sobre todo en la relación de los movimientos sociales con las construcciones políticas, rompiendo una tradición de la izquierda. Viene de esa impronta de revisar y actualizar a la izquierda del siglo XX que apelaba a viejos actores, dice Ruiz.
El historiador Luis Thielemann, que también fue parte de “la SurDA”, coincide:
–La autonomía también tenía que ver con una rabia nuestra a los partidos políticos de la transición, éramos muy críticos de las formas de los partidos, incluso del PC, aunque lo considerábamos un aliado. Había una cosa muy popular de crecer en los 90 y ver que la política te excluía. Estar con la Concertación para nosotros era subordinar cualquier tipo de organización social a los fines del Estado de la transición, donde se volvían accesorios, decoraciones.
En la apuesta por fortalecer los movimientos sociales “la SurDA” participó en la toma de Peñalolén en 1999, en la coordinadora de sindicatos base Cerrillos-Maipú y también en el movimiento estudiantil. Lideraron varias federaciones y en la Universidad de Chile algunos de sus militantes mantuvieron el legado a través del autonomismo.
Dentro de esos dirigentes estudiantiles estaban Víctor Orellana y Giorgio Boccardo, quien fue ayudante de Ruiz antes de ser presidente de la Fech en 2007.
Orellana recuerda que uno de los referentes intelectuales de “la SurDA” en esos años fue el sociólogo Enzo Faletto.
–Faletto es el gran intelectual del socialismo nacional popular, por decirlo de alguna forma. Nosotros aprendimos y lo leímos mucho gracias a Carlos Ruiz. Siempre fue importante para nosotros, aparte siempre tuvo un pensamiento libertario, era reacio a la autoridad y un seguidor práctico de la autonomía, dice Orellana.
El sociólogo también reconoce al zapatismo como fuente de inspiración. Sobre todo el concepto de “mandar obedeciendo” (“fue nuestro camino siempre que la voluntad de los más se hiciera común en el corazón de hombres y mujeres de mando. Era esa voluntad mayoritaria el camino en el que debía andar el paso del que mandaba”, explicaban los mexicanos).
–Cuando el presidente electo dice que quiere terminar su mandato con menos poder hay mucho de eso. Eso es muy autonomista, añade Orellana.
Pero el autonomismo, plantean, no sólo tuvo que ver con “la SurDA” y los colectivos, sino que tuvo un carácter más transversal.
-El pueblo chileno tiene un ADN autonomista, todo ese proceso de construcción de movimientos sociales, de coordinadoras de finales de los 90, principios de los 2000, que es como el cocinar a fuego lento el estallido, analiza Orellana, quien menciona a Jorge González como un referente, por la adaptación cultural de la izquierda a un nuevo contexto social.
El “gremialismo” de izquierda
En el verano de 2009 se fundó la Izquierda Autónoma (IA), movimiento que reunió a los colectivos de la Universidad de Chile y también a estudiantes de Valparaíso (entre los que estaba el actual alcalde Jorge Sharp), Valdivia e Iquique. Ahí también estaban Orellana, Boccardo y Gabriel Boric, quien ese año fue el presidente del Centro de Estudiantes de Derecho.
Ese mismo año, en medio de las campañas políticas, la IA replicó un cartel del Movimiento al Socialismo Boliviano (MAS), que también estaba entre sus modelos a seguir. La pancarta decía: “Ni de izquierda ni de derecha, problemas de la gente normal”.
Se llenaron de críticas.
En base a ese juicio, las Juventudes Comunistas les cantaban: “Son posmodernos, son liberales, el autonomismo lo inventó Jaime Guzmán”. También los trataban de “infantilistas revolucionarios” y explicaban los triunfos de la IA por el voto de la derecha.
Francisco Figueroa, exvicepresidente de la Fech, detalla:
–Éramos bichos raros, demasiado amarillos para la ultra y para los tradicionales éramos “monos”. Nos acusaban mucho de gremialismo. Nosotros retrucábamos: si el movimiento estudiantil no atendía los pensamientos del estudiantado, la izquierda se iba a limitar a los convencidos. Lo que ellos llamaban gremialismo era un esfuerzo por politizar a un sujeto nuevo. Teníamos una frase, que venía desde “la SurDA”, que lo resumía muy bien: “Sociabilizar lo político y politizar lo social”.
Los primeros “autónomos” dicen que no “tenían postura para todo”, sino más bien estaban enfocados en el conflicto estudiantil. Mientras, en paralelo, recibían formación política, siempre con asesoramiento de Meza-Lopehandía (que solía utilizar analogías futbolísticas), quien ya se había titulado, pero que mantenía relación con Boric y sus compañeros.
–Buscamos reponer el horizonte de la transformación social que está en el origen de la izquierda, pero haciéndonos cargo tanto de los cambios que ha vivido la sociedad y la economía, como de los propios fracasos que ha tenido la izquierda. Esa búsqueda incluye retomar autores clásicos como el propio Marx, Rosa Luxemburgo o Antonio Gramsci, como también autores que tratan de responder esas viejas preguntas en el nuevo contexto, como Toni Negri, Paolo Virno, Immanuel Wallerstein y Álvaro García Linera. En Chile, además de Ruiz, estaba el sociólogo Tomás Moulian, recuerda Francisco Arellano, uno de los fundadores de la IA.
En la toma de 2009, hito en que los “autónomos” coinciden en que Boric agarró notoriedad pública y consolidó su liderazgo, sus cercanos recuerdan que leía a Albert Camus.
Pese a que Boccardo y Orellana militaron en la IA desde el comienzo, la influencia de Carlos Ruiz llegó años más tarde, cuando Figueroa lo fue a buscar (“me sacaron del refrigerador”, dice). Así, el sociólogo comenzó a hacer clases de coyuntura y luego charlas formativas sobre Gramsci en la IA.
En 2012, tras el “éxito” de Boric en la Fech el año anterior, y cada vez más influenciados por Ruiz, decidieron armar la Fundación Nodo XXI.
Tras eso vinieron las discusiones sobre el rumbo institucional que debía tomar el autonomismo. Se zanjaron las candidaturas a diputados de Boric, Figueroa y Daniela López en 2013.
–Antes, lo que estaba en juego era mucho menos grande que lo que empieza a estar en juego después de 2015, cuando Gabriel Boric es diputado. Nuestros debates empiezan a ser más decisivos–, recuerda Figueroa.
En esa ruta, años más tarde, y por caminos separados, también llegaron al Parlamento los “autónomos” Camila Rojas, quien presidió la Fech en 2015, y Gonzalo Winter, quien en un principio pertenecía al Colectivo Arrebol y luego se incorporó a la IA.
Entre las peleas por el rumbo que debía tomar el partido y la prioridad que darle a ingresar a espacios más tradicionales de la política, se produjo el quiebre y para muchos el “fin de la Izquierda Autónoma”. El camino de Ruiz y Figueroa, por un lado, se separó del de Boric, y varios comenzaron a construir desde el partido Comunes, que, pese a todo, hoy forma parte de la coalición de gobierno que lidera el partido de Boric, Convergencia Social.
Por eso, cuando el presidente electo nombró a Javiera Toro o a Giorgio Boccardo, más allá de las discrepancias del último tiempo, los “autonomistas” lo tomaron como un “gesto”. Un reconocimiento a esa construcción que comenzó en Pío Nono en los 2000.
–Gabriel Boric fue nutriéndose de otras cosas, pero hay una formación original, un grupo de confianza que está vigente desde esa época. El autonomismo es un núcleo de confianza para Gabriel, como personas y como formación política, dice Francisco Lagos, quien cierra:
–No es casualidad que Meza-Lopehandía sea su mano derecha.