Analista experimentado de la política latinoamericana, con más de 20 años siguiendo los altibajos de la región, el periodista estadounidense Brian Winter apuesta a que América Latina será uno de los temas prioritarios para Donald Trump en el segundo mandato que inicia mañana.
En un artículo publicado en diciembre en la revista Foreign Affairs, Winter escribió que “América Latina está a punto de convertirse en una prioridad para la política exterior de Estados Unidos”, asegurando que “Trump pondrá fin a tres décadas de ‘negligencia benigna’”. Una idea que reiteró en un artículo de la última edición de Americas Quarterly, la revista de la que es editor en jefe, donde señala que el republicano “estará más centrado en América Latina que en su primer mandato – y quizás más que cualquier gobierno estadounidense desde la década de 1990″. En la siguiente entrevista con La Tercera, Winter ahonda en su análisis.
Después de tres décadas de “negligencia benigna”, usted dice que América Latina está a punto de convertirse en una prioridad para la política exterior de Estados Unidos con la llegada de Trump a la Casa Blanca. ¿Si no fue así en su primera administración, qué cambió para que ahora lo sea?
A la gente le puede resultar difícil de creer, pero no vimos al “verdadero Trump” en su primer mandato. Siempre estuvo algo limitado: por un Partido Republicano que aún no controlaba, por otros centros de poder de su gobierno, como los exgenerales que designó como jefes de Estado Mayor y otros roles importantes, y por la necesidad de reelección, que lo moderaron un poco. Bueno, vamos a ver a un Trump sin frenos esta vez. Ganó un claro mandato popular, tiene el control de ambas cámaras del Congreso, el partido ahora es suyo. En cuanto a América Latina, muchas de las principales prioridades internas de Trump pasan por la región: un mejor control de la frontera para frenar la inmigración irregular y las drogas, y la necesidad de reducir los déficits comerciales con México y otros países, para ayudar a su base de clase trabajadora. Así que creo que Trump estará más centrado en América Latina que cualquier gobierno de Estados Unidos en los últimos 30 años.
En la última edición de Americas Quarterly destaca que el gabinete de Trump “está inusualmente lleno de funcionarios que conocen bien la región, y cuyas ideas intervencionistas, tales como la Doctrina Monroe, podrían utilizarse (...) incluso una acción militar limitada. Considerando la reciente propuesta del expresidente colombiano Álvaro Uribe de una “intervención militar internacional” contra Maduro en Venezuela, ¿ve a Trump liderando una medida de este tipo?
Hay algunas certezas sobre Trump, como los aranceles y la ofensiva contra el fentanilo, pero Venezuela es un gran interrogante. Incluso, los asesores de Trump lo dicen en privado. Creo que porque Venezuela abre muchos de los debates dentro del trumpismo. Sí, Trump detesta el socialismo. Sí, Venezuela ha sido una fuente de inestabilidad en las Américas, liderada por narcotraficantes convictos. Pero Trump también habló durante su campaña sobre la necesidad de mantener a Estados Unidos fuera de las guerras extranjeras. Su vicepresidente es un veterano de la guerra de Irak. Incluso, Marco Rubio ha hablado de la necesidad de una política exterior estadounidense “más humilde”. En última instancia, Venezuela es un país con un territorio aún más grande que Irak y un Ejército bastante grande. ¿Quieren Trump, Vance y Rubio enviar a jóvenes estadounidenses a luchar y morir en Venezuela? Tal vez podría suceder si alguien los convence de que una intervención sería fácil y rápida. Pero eso ya lo hemos escuchado antes en Estados Unidos, ¿no?
En ese mismo artículo, señala que algunos analistas creen que Trump evitará volver a las políticas de “máxima presión” de su primer mandato, por miedo a desencadenar una ola migratoria aún mayor. En el caso de Venezuela, los expertos advierten de una nueva ola migratoria tras el polémico tercer mandato de Maduro. Considerando amenazas como el Tren de Aragua, ¿ve a Trump negociando con Caracas?
Mire, Venezuela es un dilema. Para Estados Unidos y para las Américas en general. Hemos visto al menos dos ciclos de sanciones y negociación desde 2018. Pero también soy escéptico sobre las posibilidades de cualquier tipo de negociación bajo el gobierno de Trump. Estados Unidos ya no necesita realmente el petróleo venezolano: ahora somos un exportador neto de energía, un gran cambio en los últimos 10 años. En materia de inmigración, los venezolanos pueden quedar de alguna manera excluidos de los planes de deportación masiva, tendremos que ver. Trump no necesita el permiso de Maduro para luchar contra el Tren de Aragua. Así que no, no veo una intervención militar, pero tampoco veo negociaciones: creo que Trump intentará presionar a través de sanciones y aranceles, y tal vez incluso un bloqueo del petróleo venezolano, en un esfuerzo por derrocar a Maduro. Él y Rubio parecen creer que los regímenes de Cuba y Venezuela nunca han sido más débiles que ahora, y que otro gran impulso podría terminar el trabajo. Tal vez tengan razón. Sobre Cuba, especialmente, considerando los recientes apagones eléctricos, el colapso económico y el éxodo migratorio que hemos visto allí.
El salvadoreño Nayib Bukele y el argentino Javier Milei parecen ser los líderes regionales más alineados con Trump. ¿Qué tan estratégicos pueden resultar estos países para Washington? ¿Qué beneficios pueden recibir por esta cercanía?
En un mundo donde los “me gusta” y los seguidores se traducen en poder real, el apoyo de Trump definitivamente ayuda a Milei, Bukele y otros aliados. Nos guste o no, Trump impulsa el compromiso y la derecha global –en Estados Unidos, Brasil, Argentina, en muchos países– parece mucho más entusiasta y movilizada estos días que la izquierda. Ser parte de esa fraternidad trae votos e influencia. Ahora bien, ¿eso se traducirá en dólares reales para Milei, por ejemplo? Creo que esta es otra área de debate dentro de la administración Trump. Algunos asesores son escépticos sobre un mayor financiamiento del FMI, por ejemplo: saben que Argentina ya es el mayor acreedor del Fondo y que el préstamo original otorgado bajo la supervisión de Trump a Mauricio Macri en 2018 no ha envejecido bien. Algunos todavía tienen dudas sobre la durabilidad de Milei y temen que el peronismo pueda regresar. Pero si el gran jefe decide ayudar a su amigo, bueno, nadie lo detendrá. Todo depende del presidente.
¿Cómo visualiza la relación de Trump con Lula, uno de los referentes de los BRICS? ¿Su cercanía con Jair Bolsonaro complicará los vínculos con Brasil?
Creo que Lula va a tener problemas con Trump. Por un lado, Trump puede no tener tanto tiempo para Brasil. Pero también creo que Lula es un blanco perfecto para Trump. Hay tantos paralelos extraños entre los acontecimientos recientes en Estados Unidos y Brasil, y Trump verá a Bolsonaro a través de la lente de su propia experiencia, creyendo que Bolsonaro está siendo injustamente perseguido por el lawfare y un establishment izquierdista corrupto que quiere impedir injustamente que regrese al poder. Por supuesto, Trump intentará ayudarlo. También hay gente en el círculo de Trump que conoce Brasil y no le gusta Lula, en particular Elon Musk, que tuvo la gran batalla el año pasado con la Corte Suprema brasileña por las noticias falsas y el discurso político. Así que creo que se avecina una tormenta. Y los brasileños parecen algo desprevenidos: sigo escuchando esta idea de que, dado que Lula se lleva bien con George W. Bush, encontrará una manera de encantar también a Trump. Es un pensamiento nostálgico. El mundo es diferente ahora y Trump es único.
En las últimas semanas Trump ha reiterado su interés por recuperar el Canal de Panamá. Según The New York Times, Panamá quiere preservar la alianza con EE.UU., pero Trump podría acercar ese país a China. ¿Comparte ese análisis?
Trump es difícil de analizar, porque a veces habla muy en serio, tomemos como ejemplo los aranceles. Es un área en la que le creo la palabra; creo que van a venir. Lo mismo con los planes de deportación. Pero hay una categoría separada de ideas que van y vienen, en las que Trump o bien no cumple una amenaza o está utilizando claramente una táctica teatral para iniciar una negociación. Creo que Panamá es el segundo caso. Alguien se acercó a Trump con detalles sobre el control chino de los puertos panameños a ambos lados del canal, y tal vez algo sobre el aumento de las tarifas de transporte marítimo. Bueno, han subido debido a la sequía, que a su vez es producto del cambio climático, en el que Trump no cree. Irónico. Pero, de todos modos, ambos desafíos son reales y Trump quiere algunas concesiones. Espero que los panameños trabajen con él, lleguen a algún tipo de acuerdo y todo este episodio se olvidará.
Respecto de China, es indudable el avance de Beijing en América Latina. Con economías regionales cada vez más dependientes del gigante asiático, ¿ve a Trump presionando a los países latinoamericanos para que escojan si estar con EE.UU. o China?
Viajo por toda América Latina y hablo con políticos de izquierda, centro y derecha. Casi todos dicen que tienen el mismo miedo: verse obligados a elegir entre Washington y Beijing. En realidad, no es una cuestión de ideología. Algunos de los mayores defensores del acercamiento con China han sido de derecha, figuras como Sebastián Piñera o Guillermo Lasso. Pero mire, el mundo está evolucionando. Está claro que Trump será aún más duro con China de lo que fue en su primer mandato. Esta es una cuestión de consenso bipartidista en Washington ahora: Biden mantuvo los aranceles de Trump y fue incluso más confrontativo en algunos aspectos. Entonces, ¿qué significa eso para América Latina? Bueno, Trump y muchos de sus asesores creen abiertamente en la Doctrina Monroe. Consideran que el hemisferio es fundamental para la seguridad nacional de Estados Unidos. También es un gobierno que ha adoptado una retórica neoimperialista más amplia en las últimas semanas, considerando lo que están diciendo sobre Groenlandia, por ejemplo. Así que sí, creo que habrá una presión concreta para elegir a Washington, con la posibilidad de aranceles y otras exclusiones para los países que no cooperen.
Por último, ¿cuánta importancia cree que Trump pueda dar a la relación con Chile? ¿Cómo cree que ve a Gabriel Boric?
Si me permite hablar directamente, no creo que Chile esté en el radar de Trump ni de sus principales asesores, porque para ellos se encuentra en una especie de punto intermedio. Trump y Rubio tienen una desconfianza instintiva hacia la izquierda latinoamericana, pero también saben que Gabriel Boric representa un tipo diferente de izquierda, una izquierda que no sólo es democrática, sino que está dispuesta a alzar la voz cuando se trata de represión y violaciones de los derechos humanos en Venezuela y otros lugares. Francamente, creo que esto los confunde un poco, pero sin duda son conscientes de ello y, como resultado, tienen cierto respeto por este gobierno. Ahora bien, todavía puede haber conflictos, especialmente sobre el tema de la inversión china. Tal vez la creciente carrera por los recursos en la Antártica también atraiga algo de atención. Pero Chile no comienza esta administración en la lista de objetivos de Trump de la misma manera que lo harán Colombia o Brasil.