El Mandatario Gabriel Boric aprovechó el feriado. El martes, mientras estaba en la investidura del nuevo Presidente de Paraguay, Santiago Peña, no estaba muy concentrado en el evento: aprovechó cada minuto libre para llamar y enviar mensajes a sus ministros para anunciarles que haría su tercer cambio de gabinete desde que llegó al poder, además de notificar a algunos presidentes de partidos y también comunicarles a los entrantes que los necesitaba el miércoles en La Moneda. Incluso, adelantó su vuelo de regreso a Chile.

Una de las primeras en contestarle al Presidente, la mañana del martes, fue la actriz Carolina Arredondo, que residía en Madrid. Boric le ofreció ser ministra de las Culturas -por la crisis que sacude al ministerio-, pero contaba con información privilegiada: ya sabía que la hija del actor Claudio Arredondo y la diputada Carolina Marzán (PPD) estaba disponible, porque mantiene contacto frecuente con Irina Karamanos, la pareja del Mandatario y amiga cercana de la actriz.

Que Arredondo -quien viajó el mismo martes para estar en Chile a primera hora- sea de la confianza de Karamanos, del mismo Boric y de la ministra Camila Vallejo (PC) no es una casualidad, sino que tiene que ver con el fondo de un ajuste ministerial en que el Mandatario quiso imponer su sello y darles la oportunidad a figuras de su entorno y extrema confianza para salir de la crisis, como es el caso del nuevo ministro de Educación, Nicolás Cataldo (PC) -excoordinador territorial de su campaña e íntimo amigo de la vocera-; o la nueva ministra de Desarrollo Social, Javiera Toro (Comunes), expareja de Boric y a quien conoce desde sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile.

En los chats y en las conversaciones entre parlamentarios muchos no entendían cuál fue la intención de un cambio que esperaban de mayor envergadura, que diera superada de una vez por todas la crisis desatada por los líos de platas entre el Estado y fundaciones y en el que creyeron que iban a tener más espacio para opinar. Pero Boric decidió dejarlo para su círculo más íntimo y fueron pocos los que pudieron participar, más allá del comité político y el jefe de asesores, Miguel Crispi (RD), porque este cambio de gabinete -el tercero y el más personal del Presidente desde que llegó al poder- no tenía como objetivo un cambio de dirección, sino más bien un asunto de confianza y gestión.

“El cambio de gabinete que realiza el Presidente no obedece, y muy bien lo dice la oposición, a un cambio de rumbo del gobierno, porque el Presidente no determinó un cambio de rumbo. Él tiene una agenda clara y lo que requería era reforzar ciertos ministerios para reforzar ese rumbo”, dijo Vallejo.

Por eso, cuando finalmente el movimiento fue más acotado de lo que imaginaron en el oficialismo y en la oposición -donde exigían modificaciones sustantivas para retomar el diálogo en las reformas del gobierno-, muchos se sorprendieron al ver los nombres que asumieron en la primera línea del gobierno: Cataldo, Toro, Marcela Sandoval (RD), en Bienes Nacionales, y Aurora Williams (PR), en Minería -recomendada directamente por la expresidenta Michelle Bachelet-, además de cinco subsecretarios, entre los que también hay cercanos a Boric, como la nueva Subdere, Francisca Perales (CS), y el nuevo subsecretario de Defensa, el exconvencional Ricardo Montero (PS), quien reemplazó a Víctor Barrueto (PPD), una salida sin mayores explicaciones tras solo seis meses en su cargo.

Boric en el cambio de gabinete.

Retomar confianzas

Diez días antes de que estallara el caso Democracia Viva, el 5 de junio, el Mandatario había hablado con su hermano Tomás Boric sobre el final de la serie Succession -que trata sobre una familia disfuncional dueña de un conglomerado de medios- y habían reflexionado sobre la corrupción. Esas opiniones las compartió Tomás en su cuenta de Instagram: “Dentro de nuestra situación de privilegio nos sorprende demasiado la necesidad de ciertas personas o grupos de siempre querer más, hasta el punto de ser corruptos”.

A Boric la crisis provocada por el lío de platas entre el Estado y fundaciones le golpeó fuerte. Condenar la corrupción es justamente algo en lo que basó su identidad, su campaña para llegar al poder, y que estuvieran involucrados los suyos desarmaba todo ese relato. Por eso, en quién confiar se convirtió en una de las dudas más importantes de despejar.

Hace poco más de un mes, Boric tomó la iniciativa y se reunió con sus excompañeros de la Izquierda Autónoma -hoy la mayoría en Comunes-, de quienes se distanció luego del quiebre del partido -con polémica incluida- por motivos estratégicos. Una de las presentes fue la ministra Toro.

El Presidente no solo ha estrechado su vínculo con ella, sino que también con el subsecretario del Trabajo, Giorgio Boccardo; Francisco Arellano, hoy a cargo del plan Buen Vivir, y Víctor Orellana, quien fue nombrado subsecretario de Educación Superior en el cambio de gabinete del 10 de marzo. Un avance impensado para un partido que en 2021, cuando Boric fue elegido, estaba en su mayor crisis luego del escándalo de corrupción que tuvo como protagonista a la excandidata a gobernadora Karina Oliva. Pero en el trayecto del gobierno el Mandatario ha vuelto a confiar en quienes fueron sus primeros compañeros de militancia.

En la reflexión del Presidente sobre sus relaciones, la más dura giró en torno al exministro Jackson, uno de sus mejores amigos y su principal aliado político desde las movilizaciones estudiantiles de 2011. De a poco el Mandatario tomó conciencia de que remover a su álter ego era una decisión tan inevitable como compleja. Además, porque ya dos amigos cercanos habían abandonado La Moneda este año: el exjefe de gabinete Matías Meza-Lopehandía y el escritor Patricio Fernández. Pero la derecha marcó los tiempos y la presión no aguantó más.

La jugada del Partido Republicano cambió todos los planes y el anuncio de la segunda acusación constitucional selló la renuncia indeclinable de Jackson, quien con ojos llorosos le dijo al Presidente que tenía que salir del gobierno para facilitar la negociación de las reformas.

“La oposición ha definido utilizar políticamente mi presencia en el gabinete como una excusa para no responder a las urgencias de las personas y no avanzar en las reformas que Chile necesita”, escribió Jackson en una carta que le entregó al Presidente.

Así también se aceleró el movimiento de piezas.

Giorgio Jackson el día de su salida.

El perdedor

Pasó un día desde que el exministro Jackson había renunciado para que pudiera profundizar de su salida con el Presidente.

Hablaron del desgaste del ingeniero, de lo dolorosa que fue su salida para el Mandatario y también de los cambios que el mismo Boric tenía preparados para su gabinete. Su salida, les dejó claro el Presidente a sus cercanos, no cambiaba sus planes ante un cambio de gabinete que ejecutó cuatro días después y que manejó con su círculo más íntimo, como las ministras Vallejo, Antonia Orellana (CS) y Carolina Tohá (PPD), además de Karamanos y Crispi.

Pero en los partidos oficialistas no estaban claros del timing del cambio, porque esperaban que fuera mayor. Incluso algunos se ilusionaron con que el gobierno integraría a la Democracia Cristiana al gabinete, luego de que el ministro Álvaro Elizalde invitara a La Moneda a conversar a líderes del partido -como el jefe de bancada Eric Aedo- este lunes (21 de agosto). Pero Boric tenía otro plan.

La semana previa, en la tanda de llamados, el Mandatario también aprovechó de respaldar a su equipo. Llamó al ministro de Vivienda, Carlos Montes (PS). Le manifestó su apoyo una vez más y le dijo que, pese a las presiones, no lo removería del gabinete. Quienes no tuvieron la misma suerte fueron los ahora exministros de Educación, Marco Antonio Ávila (RD), y Jaime de Aguirre, de Cultura.

La mañana del miércoles Boric recibió a Ávila en su oficina. Conversaron alrededor de 40 minutos, en los que el Mandatario le dijo que quería nuevas energías y le agradeció por su gestión.

Pero su salida, sumada a la de Jackson, dejaba ver a Revolución Democrática -el partido más involucrado en el lío de platas- como el gran perdedor del cambio de gabinete, uno de los pocos conceptos evidentes que dejó el acto en La Moneda.

En la directiva de RD -que ya estaba debilitada por la crisis- no supieron cómo reaccionar. Intentaron hacer esfuerzos de último minuto y tiraron todas sus cartas sobre la mesa: querían que el director de Indap, Santiago Rojas, asumiera como ministro de Agricultura; que la subsecretaria Paula Poblete, quien se desempeñaba como ministra de Desarrollo Social subrogante, se mantuviera en el cargo, que el académico Gonzalo Muñoz fuera ministro de Educación o que la Subsecretaría de Minería quedara en manos de Carlos Silva. Pero nada se cumplió. Y lo único que les otorgó el Mandatario fue el Ministerio de Bienes Nacionales a la exdiputada Marcela Sandoval, una decisión que nuevamente definió según su criterio.

Cuando recién había terminado el cambio de gabinete, en el Salón Montt Varas, uno de los presidentes de Apruebo Dignidad propuso: “Deberíamos salir todos juntos, como señal de unidad”. Pero no todos escucharon la idea. El senador Latorre se precipitó y salió primero.

Pocas horas después, en el comité político del partido, renunció a su cargo, algo que en La Moneda fue visto como un objetivo cumplido del ajuste, porque la interlocución del senador ya no daba para más. Lo que no resolvió todas las dudas que dejó el proceso en el partido, porque Crispi, el mandamás del Segundo Piso, no logró evitar la humillación de su partido y abrió las sospechas, ya que mantiene un vínculo directo con Boric.

En plena discusión para que los partidos del Frente Amplio formen un partido único, el ascenso de Comunes, el retroceso de RD y el respaldo a CS -con Perales a cargo de la Subdere- fueron vistos como una señal clara en ese camino.

Pero el impacto para afuera no fue el mismo. Al día siguiente, Boric recibió a la oposición en La Moneda en una reunión que todos clasificaron como tensa y en donde los parlamentarios de derecha repitieron que el cambio de gabinete no fue sustancial. Tampoco tuvo eco en los más dudosos del Socialismo Democrático.

A tal punto de que algunos integrantes de la bancada del PPD se reunirán este lunes para seguir discutiendo la formación de un partido Socialdemócrata que pueda criticar al gobierno con más soltura.

Mientras, el Presidente sigue en proceso de reflexión. En las últimas semanas, en La Moneda, se dejó ver con dos libros. El primero se titula Contrademocracia: la política en la era de la desconfianza. El segundo, Utopía para realistas.