Los asesores de Penta sabían que tenían una tarea imposible. La audiencia de formalización contra Délano y Lavín, fijada para el miércoles 4 de marzo de 2015, sería transmitida en directo por el Poder Judicial. Uno de ellos contó tres equipos móviles de un canal de televisión. La transmisión duró cuatro días. En el primero de ellos, el fiscal Gajardo habló de Penta como una "máquina para defraudar al Fisco". Délano respondió al día siguiente y leyó temprano y frente a las cámaras una declaración que él mismo preparó, contra la opinión de sus asesores y familiares. "Empresas Penta es una máquina para dar trabajos", retrucó al mediático persecutor. Uno de los defensores recordó en esos días el caso La Polar, que terminó con Pablo Alcalde preso cuatro meses, en otro caso de altísima exposición pública. "Discutir la prisión preventiva en ese ambiente era imposible", explica. Las cámaras facilitaron la prisión.
Dos semanas antes de la audiencia, la defensa de Délano y Lavín había concluido que la fiscalía incumpliría el acuerdo al que habían llegado en enero de 2015, cuando los Penta accedieron a declarar para evitar la cárcel. Gajardo lo había prometido, acusaría más tarde Julián López. El fiscal, señalan en la defensa, había sido instruido por el fiscal regional, Alberto Ayala, y luego por el jefe nacional, Sabas Chahuán, de pedir la prisión preventiva como medida cautelar. La fiscalía acusó públicamente que en sus declaraciones, Délano y Lavín habían omitido información. "La fiscalía perdió credibilidad después de eso. Nadie más volvió a declarar frente a ellos", analiza un abogado ligado a la causa.
Pero esos días, la fiscalía se anotó un triunfo. El tribunal otorgó la medida cautelar el sábado 7 de marzo y Délano y Lavín, acusados por cinco cargos de delitos tributarios y uno de soborno, entraron al anexo cárcel Capitán Yáber. El juez Juan Manuel Escobar consideró que "la libertad de los imputados resulta peligrosa para la seguridad de la sociedad", y ordenó también la prisión de Hugo Bravo, Marcos Castro y el exejecutivo del grupo Pablo Wagner, quien había recibido pagos de Penta mientras era subsecretario de Minería.
Bravo, sin embargo, sufrió una descompensación y fue enviado al hospital penitenciario y una semana más tarde su detención fue cambiada por arresto domiciliario. Los Penta agradecieron no toparse con Bravo. "La convivencia habría sido un caos", dice un imputado en el caso. Testigos del encierro recuerdan que Délano estaba, el primer día, más afectado que Lavín. El ánimo mejoró en los 40 y tantos días siguientes.
El recinto tenía cuatro habitaciones -celdas de cuatro por tres metros, habilitadas con dos camarotes y un velador-. Las duchas y baños eran comunes para los 10 habitantes del penal.
La pieza número cuatro fue ocupada por Délano, Lavín y Marcos Castro, quien estuvo preso solo una semana. A pocos metros, Wagner, quien completó 52 días preso, se instaló en la celda del ingeniero Jorge Tocornal, condenado en 2007 por delitos sexuales, y de Luis Miguel Casado, exdueño de Shopping Group, condenado por estafa. En la pieza común estaba el único televisor del recinto y un reproductor de DVD. Fue la sala de cine.
Wagner se hizo cargo de las nóminas de personas autorizadas en las visitas y de enviar cartas al alcaide con las peticiones especiales y las listas de mercadería necesaria para la prisión.
Por orden de Gendarmería, se permitía un máximo de 15 visitas diarias en total, programadas para los días martes, jueves y domingo, por un lapso cercano a las dos horas. Para ingresar al penal, los visitantes debían enrolarse días antes en las oficinas de calle Agustinas 1491, en el centro de Santiago. Según uno de los imputados, Joaquín Lavín, actual alcalde de Las Condes, amigo de Délano, uno de sus samuráis en la elección presidencial de 1999, habría manifestado su intención de ir a visitarlos, pero los Penta sugirieron que no lo hiciera, para evitar exponerlo a la prensa. En el grupo Penta niegan que Lavín se haya enrolado.
Quienes también trataron -sin éxito- de ingresar a la cárcel fueron Leonidas Vial, dueño de LarrainVial; José Antonio Garcés, socio de Embotelladora Andina, y el empresario inmobiliario Eduardo Fernández. Sí lo hicieron el arquitecto Cristián Boza y el presidente de Penta, Alfredo Moreno. En una de esas visitas, Moreno informó a Délano y Lavín que la presión de la autoridad obligaba a la venta de los activos del Banco Penta. Délano fue quien más resintió la noticia. Pero el visitante más asiduo fue Julián López. Como abogado, podía ingresar todos los días. Lo hizo casi todo el período. "En esos casos, el abogado se convierte en el soporte emocional de un cliente", analiza un jurista que se involucró en el caso Penta.
"La vida dentro de la cárcel pasa más lento de lo habitual", reflexiona un ex preso. Por eso crearon rutinas y distracciones. Lavín leía en detalle las minutas y resúmenes sobre el caso y Délano encontró compañía en una vieja bicicleta estática y un libro biográfico de Nelson Mandela que llevó para su encierro y que citaba divertido. "Délano mantuvo en alto siempre su sentido del humor", recuerda alguien que lo visitó. En sus sesiones de gimnasia, Délano se acompañó de Jorge Tocornal y de unas botellas de Coca Cola rellenas con arena que hicieron de pesas. Tocornal construyó con los Penta una cercanía que sigue hasta hoy: libre y resuelto a conseguir una absolución tardía en la Corte Suprema, ahora trabaja en Penta. "Lo quisieron ayudar", justifica un asesor.
Otro factor común en el grupo era la religión. Cada lunes se oficiaba una misa a la que asistían todos los imputados. Algunas de ellas, las primeras, las celebró el capellán de Gendarmería, el jesuita Luis Roblero. También tuvieron tiempo para asesorar a algunos gendarmes. Uno de los vigilantes relató sus penurias económicas y Lavín y Wagner, con una calculadora y un lápiz, le diseñaron fórmulas para repactar sus deudas con una casa comercial sin pagar intereses excesivos. Otros celadores siguieron luego su ejemplo.
El 19 de abril de 2015, Gendarmería accedió a una petición especial: el ingreso de una torta, bebidas -sin etiquetas por razones de seguridad- y bocadillos. Carlos Eugenio Lavín festejó ese día su cumpleaños número 73. Tres días después, el tribunal revocó la prisión de los dueños de Penta. Al ordenar sus cosas, Délano notó que uno de sus pares de zapatos favoritos había desaparecido. Meses después, había olvidado ese incidente y ya sin arresto domiciliario, volvió a Capitán Yáber a visitar a sus ocasionales compañeros de encierro.
Tres años después, en 2018, Délano y Lavín fueron condenados a cuatro años de libertad vigilada. En total, los ingenieros y sus empresas pagaron más de $ 6.600 millones en multas e intereses. Sintieron que fueron los únicos en pagar por los males de una práctica generalizada -el financiamiento político irregular- y que el Poder Judicial los expuso, con cámaras, frente a todo Chile. La última parte de su condena sigue en desarrollo: en diciembre, Délano y Lavín terminan las 100 horas de un curso de ética en la Universidad Adolfo Ibáñez que, pese a todo, han encontrado intelectualmente interesante.