El Salón de Honor de la Universidad de Chile estaba colmado de público que esperaba oír a Jorge Luis Borges. Favorito para el Premio Nobel, el escritor argentino viajó a Chile para recibir un doctorado honoris causa. Era el 21 de septiembre de 1976 y entre el público se encontraba Carlos Iturra, entonces un aspirante a escritor de 20 años. Entre sus manos tenía un volumen de tapas verdes con las Obras completas de Borges, y esperaba pedirle una firma.
-Pero al terminar lo rodeó un montón de gente, estudiantes sobre todo, que le pedían autografiar tesis anilladas. Borges, ciego, trazaba líneas vagas hasta que en la trifulca se volcó el vaso de agua y comprendí que no había caso: lo que hice entonces fue tocarlo. Toqué su mano, el dorso de su mano izquierda, suavemente, una ligera caricia con un par de dedos -recuerda.
A Borges aquella visita a Chile, donde se reunió con Pinochet y alabó al régimen, le costó el Premio Nobel. A Carlos Iturra, su apoyo a la dictadura y su amistad con la escritora y exagente de la Dina Mariana Callejas, condenada como cómplice en el asesinato del general Carlos Prats, igualmente le ha significado costos, según cuenta:
-¡También el Nobel, jajaja! Por así decirlo. El caso de Borges tiene de interesante el hecho de ser un ejemplo nivel Nobel… de cancelación, o mejor dicho, fue darle el Nobel a la cancelación, a la evaluación política de la calidad literaria. Elevado hasta el primer premio que existe, lo político desplazando lo literario.
Borges y Mariana Callejas forman parte del libro más reciente del escritor chileno, Maestros y otros ensayos. Publicado por la editorial Zuramérica, el volumen reúne un conjunto de crónicas literarias dedicadas mayoritariamente a autores clásicos, desde Tolstoi y Dostoievski a Henry James, Virginia Woolf, Marcel Proust y Thomas Mann. También, algunos contemporáneos, como Michel Houellebecq, Leonardo Padura, Roberto Bolaño y Juan Rivano.
Autor de cuentos, microcuentos y una novela, Iturra (1956) desarrolla su faceta de ensayista en más de un centenar de textos, escritos en casi cuatro décadas. Mayoritariamente literario, sin embargo, el libro recoge también reflexiones en torno a ideología y cultura.
Como Borges, Carlos Iturra toma distancia de la literatura “comprometida” y de las lecturas políticas. Se define como independiente y liberal, y observa que la cultura hoy parece invadida por los discursos ideológicos de izquierda.
En cualquier caso, sus mapas de lectura es amplio: en él figuran, además de los clásicos mencionados, Emily Dickinson, Jane Austen, Karen Blexin, Whitman, Poe, Faulkner, Ezra Pound, Carson Mc Cullers y Flannery O’Connor, entre muchos otros. También Gabriela Mistral, Baldomero Lillo y José Donoso.
“¿Te imaginas lo descriteriado que sería decir que es una lista de “derecha” o de “izquierda”…?”, pregunta.
El volumen incorpora un texto dedicado a la crítica, que contiene un elogio de Alone, seudónimo de Hernán Díaz Arrieta, en contraste al ejercicio de Ignacio Valente, seudónimo del cura José Miguel Ibáñez.
“Frente a la sequedad sin encanto de Valente, Alone siempre inspira una deliciosa semisonrisa”, escribe.
¿Qué piensa del oficio de Valente?
Escritor comprometido, ¡sacerdos in eternum! Mejor poeta que crítico. Más bien estéril de influjo.
Formado en los talleres literarios de Enrique Lafourcade y José Donoso, Iturra participó en las reuniones literarias que organizaba Mariana Callejas en su casa de Lo Curro, casa que pertenecía a la Dina y donde Michael Townley preparó las bombas que mataron a Carlos Prats en Argentina y a Orlando Letelier en Washington. En esas veladas participaron también Gonzalo Contreras y Carlos Franz, entre otros.
A inicios de los 90, Contreras, Franz e Iturra fueron parte de la llamada Nueva Narrativa Chilena, movimiento editorial que logró entusiasmar a lectores y a la crítica y que fue decayendo hacia el final de la década.
¿Qué valoración hace de la generación de la Nueva Narrativa hoy?
Que no es tan buena como la del 50, que estuvo antes, pero que es muy superior a lo que ha venido después, llámese como se llame.
Roberto Bolaño era particularmente crítico con los autores de la Nueva Narrativa. A su vez, usted ha sido crítico con las novelas de Bolaño. ¿Qué piensa del fenómeno Bolaño y la influencia que alcanzó? Algunos piensan que se convirtió en un clásico equivalente a Borges.
Es curioso Bolaño, porque sus cuentos son harto buenos, ahí domina y contiene el lenguaje, pero en la novela, sin economía verbal ninguna, es de una banalidad que agobia y ya puedes buscarle en vano algo de nervio y menos de hueso: puro tejido adiposo... Es leído, ¿pero a quiénes influye? La influencia de Borges se palpa en los mayores escritores del presente… No concibo en qué podría basarse la comparación con Bolaño: tal vez se le ocurrió a alguien que no ha leído a Borges…
Si consideramos la notoriedad internacional que han obtenido ciertos autores y autoras, como Benjamín Labatut, Alia Trabucco, Alejandro Zambra y Nona Fernández, la literatura chilena vive un gran momento. ¿Cuál es su percepción?
Le pondré ojo a Labatut y Trabucco, pero sí te puedo decir que hasta el momento no he sabido de nadie, ni lector ni escritor, que haya visto algo nuevo o diferente en la generación que aludes, o siquiera amenidad… Nadie. Así que no, la notoriedad internacional de un autor, porque es de fácil venta, fenómeno comercial, o porque es comunista y tiene claque y socorros mutuos asegurados, o porque el otro es habilidoso en redes y enredos, bueno, nada de eso roza la literatura. Esta generación ultranovísima parece desconectada de la tradición, y se cree adánica, pero en absoluto es más “revolucionaria” que la de 1923; no han recibido savia del viejo tronco y tampoco han leído mucho, sin por eso privarse de adoctrinar a sus masas… Hay algo artificial en estos estrellatos fulminantes, algo vacío y sin mayor interés para lectores avezados. Por otra parte, todavía son jóvenes y cabe esperar que les quede por escribir lo mejor…
Donoso hablaba de atrapar el presente: ¿no será que las nuevas generaciones están buscando retratar el presente, tan remecido por tensiones sociales y políticas? Es lo que hace a su modo Houellebecq, un autor que usted aprecia.
Es posible… Solo que el presente es más difícil de atrapar cuanto mayor es la ignorancia del pasado. Houellebecq lo logra de manera triunfal, con una superioridad aplastante y saberes enciclopédicos: a mí me resulta más provocativo por la brillantez insólita con que lo hace que por los temas que aborda…
Usted afirma que la cultura está “colonizada por la izquierda”. ¿Qué significa eso?
Nada más contrario a la cultura que la inducción encubierta, esa manipulación bienintencionada de los que son proselitistas antes que cultores o cultivadores. Trabajan la cultura, desde Gramsci y la Escuela de Frankfort, para inclinar insidiosamente las opiniones del público. La verdadera cultura, en cambio, no la que persigue fines espurios, es la que proporciona materiales suficientes, diversos, opuestos incluso, para que cada uno “cultive” su propia opinión, una opinión libre.
¿Cómo ha sido para usted moverse en ese ambiente? ¿Dónde están los escritores de derecha?
Bueno, como te decía… Más que un mundo cultural de derecha, en oposición al de izquierda, y que en todo caso sería conveniente para la ciudadanía, que podría disponer de una referencia cultural menos hemipléjica, lo de veras necesario es un mundo cultural centrado en la cultura, no al margen sino por encima de la política y más allá del proselitismo partidista que tanto vemos, un mundo cultural que creyera de verdad en la capacidad de la cultura para hacer mejor al ser humano, intelectuales y artistas convencidos del poder que la cultura tiene por sí misma para embellecer la vida y aplacar el dolor, sin necesidad de inyectarle energizantes ideológicos ni estimulantes políticos, y en el que lo periférico fuese justamente esa versión de la cultura como sierva de la ideología. Escritores así, también de derecha, pero mayormente libres del prurito político, solo encuentras hoy en las bibliotecas bien nutridas, en librerías de viejo y mercados persas, no por cierto en las vitrinas ni en los catálogos editoriales, cuyos intereses no son literarios.
¿Se ha sentido postergado por sus opiniones políticas?
No lo he sentido, pero sé que ha ocurrido. Eso es lo malo. Y lo bueno: que me incorpora a un honrosísimo catálogo.
Leyenda negra
En el libro recoge un texto dedicado a Mariana Callejas. ¿Por qué rescata una figura que fue condenada por su complicidad en crímenes de derechos humanos?
Desde luego no es eso que tú señalas lo que yo rescato, primero, porque tengo mi propia opinión sobre muchas cosas que nuestra justicia ha hecho y dejado de hacer: tal como se habla de crimen perfecto, también se puede hablar de prevaricaciones perfectas. Lo que sí rescato yo es la escritora y la amiga, genial una y entrañable la otra. Tanto más rescatable por mí cuanto que otros se empeñan en consumar una leyenda negra esencialmente falsa. Y qué, ¿habría que olvidarla, acaso…? Imposible, tiene cuentos inmortales, ¡vayan a cancelar a otra…! Pero me apena tu pregunta: significa que el texto no se explica, o no justifica por su sola lectura. Los cuentos de la Mariana serán siempre el desmentido de sus difamadores.
Ella fue condenada. ¿Desconfía de la justicia o se ilusiona con que era inocente?
¡Todas las anteriores, jajaja! Lo que creo al respecto es que ella era, esencialmente, la mujer de un agente norteamericano. Ese es el punto.
A casi 50 años del Golpe, ha cambiado de parecer o sigue siendo pinochetista?
A ver…, ya que planteas así de rotundo el interés por las declaraciones políticas: Pinochet siempre será acreedor al reconocimiento de haber legado un país próspero y libre, después de acabar con una intentona marxista de máximo interés mundial para la difunta URSS y en plena Guerra Fría, ¿no es así? Se demoró 17 años. Okey. Después ha venido una satanización basada en violadores de DD.HH., y también una secuencia de gobiernos que nos han traído, en el doble de tiempo, a los oscuros días que estamos viviendo hoy, sin seguridad, sin orden, cuesta abajo en todos los indicadores. Heredaron un “modelo” exitoso en el que no creían, lo dejaron decaer, autocorromperse, y por último lo acusaron de ser causa de todos los males… Estos temas no pueden analizarse hoy con objetividad y menos debatirse con libertad, ¡ciertas opiniones al respecto están tan prohibidas que se han vuelto delitos! La dictadura de lo woke, lo progre, el buenismo, la papilla intelectual, el eslogan-mantra, no tolera más que una sola manera de pensar. Eso es peor que prohibir una sola manera de pensar y dar chipe libre a todas las otras…
En cualquier caso, no relativiza las violaciones a los DD.HH.?
No.
Hace poco, el escritor Roberto Merino hablaba sobre la pobreza del debate público, la falta de argumentos en la discusión. ¿Cómo lo aprecia usted?
Es verdad. Hay una sobrevaloración de la sentimentalidad por encima de la racionalidad. Y no se puede debatir con sentimientos, sólo y exclusivamente puede discutirse con razones. Efectuar operaciones aritméticas cuando la contraparte quiere condolerse y lamentarse es más inútil que buscar el promedio entre tocino y velocidad. Sin contar con que el aritmético queda de insensible y de indolente, mientras el otro queda de “muy humano”. Entiendo que Chomsky ha dicho hace poco que uno de los tres mayores peligros de la humanidad, hoy, es la imposibilidad de diálogo… Terrible.