Una culpa reconocida del expresidente Sebastián Piñera era que fue un padre ausente. Una cuenta que sus hijos Cecilia (46 años, pediatra infectóloga) y Sebastián (42 años, ingeniero comercial) están lejos de pretender saldar. Al contrario, ambos recuerdan a un progenitor cariñoso y, sobre todo, a un abuelo ejemplar, que en estos últimos meses estaba viviendo un período de mucho balance con su vida pública y familiar.
¿En qué momento de su vida creen que estaba su padre?
Sebastián: Me siento bien contento de sentir que nos dejó con el corazón lleno. Estaba en un momento súper pleno. Estaba disfrutando mucho de estar con su familia, amigos, de poder distenderse en las conversaciones, los almuerzos, pero también con su voz siendo bien escuchada, queriendo aportar en temas que le interesaba que fueran mejor. Se fue en un momento en que estuvimos mucho juntos, en que logró generar lazos fuertes con los nietos, los hijos. En particular, sentía que era como un partner en un montón de temas, un amigo cercano.
Cecilia: Se fue en un momento que él estaba muy, muy vital. Como que había como recobrado mucha energía y muchas ganas de seguir aportando a la familia, al país. Agradezco que tuvimos unos últimos años muy unidos como familia. Nos tocó compartir muchas instancias y pudimos celebrar la vida con él, vivo, decirnos cuánto nos queríamos, cuánto nos valorábamos. Fue el aniversario de matrimonio de 50 años de mis papás, el cumpleaños de mi mamá en enero y un viaje que hicimos para Año Nuevo en familia. Se fue en un momento muy pleno de la vida, muy joven, mucho antes de lo que se debería haber ido.
Hace poco había señalado que había buena vida después de La Moneda. ¿No sentía nostalgia del poder?
C: No. Primero, mi papá amaba profundamente la libertad. Poder opinar, aportar, estar con los amigos, estar con la familia, explorar, recorrer Chile, era algo que él valoraba mucho. Obviamente, en el periodo del gobierno no tenía esa libertad. Creo que sí tenía nostalgia de querer hacer las cosas. Me imagino cuando se tomaban decisiones, no sé, ahora con los incendios en Valparaíso, él había vivido situaciones muy parecidas y las había logrado enfrentar armando equipos y había aprendido cómo enfrentarlas. Entonces, creo que tenía nostalgia por hacer las cosas, más que por el cargo.
¿Cambió mucho su rutina desde que dejó el poder?
C: Cuando terminó el gobierno pensé que iba a dormir un mes de corrido y descansar. Y nos fuimos de viaje todos el 12 de marzo del 2022 y volvimos un martes en la noche. Y el miércoles estaba a las 9 en su oficina. Entonces, en términos como de seguir muy activo, no cambió tanto la rutina.
S: He escuchado de toda la gente que sale de cargos públicos que cuesta bajar la adrenalina. Y él ya estaba como en ese momento. Seguía estudiando, aprendiendo. Tenía espacio para los nietos, para los hijos, para los amigos. En muchas partes de su vida estaba como 100% abocado a un proyecto, y siento que ahora tenía la armonía de estar avanzando en muchos frentes de su vida.
Por razones obvias, el expresidente Piñera era ampliamente conocido en Chile. ¿Era muy distinta su imagen pública de la más íntima?
C: Era muy cariñoso, muy atento de cada uno los hijos y de los nietos. En la esfera privada era muy activo, muy pilar. Un roble. Así como el país lo veía como un tronco, alguien firme, lo he escuchado aquí en estos días, en la familia él también jugaba ese rol. Era el que nos unía, mantenía el contacto. Obviamente, en una dimensión mucho más cercana y más afectuosa.
S: Humanamente, creo que había crecido mucho. En cómo expresar más los sentimientos, en ser como un poquito menos pragmático y quizás interactuar de una forma como más tranquila. Tenía energía que empujaba a todos. Con sus grupos de amigos, con la familia empujaba a hacer cosas fuera de lo que uno hace comúnmente, todos los fines de semana o en las vacaciones. Siempre tuvo un espíritu aventurero, de hacer cosas distintas. Hace cinco días estábamos en Tantauco y fue él que tironeó a los amigos con que estaba para que se bañaran en el mar, quería siempre alguna cosa que fuera más entretenida, que los paseos tuvieran como más significado.
Los ministros del expresidente suelen señalar que era un jefe exigente y severo. ¿Lo era como padre?
C: No. Como padre nos dejó crecer y elegir con mucha libertad. Nos empujaba, pero respetando mucho. Que cada uno eligiera su vocación, cómo quería que fuera su familia. Como fue con el país fue con la familia: muy tolerante, muy abierto.
Él tenía una suerte de culpa con ustedes por ser un padre ausente…
S: Era muy chico como para tener ese recuerdo. Crecimos siendo más independientes. En parte esa independencia era como..., como valerse un poco solo. Pero yo diría que los últimos 20 años, al menos, ha sido un papá ejemplar. Creo que le creció el corazón con los nietos. A mí me tocó estar el año pasado viviendo unos meses en la casa de ellos. Mi mamá me decía: ‘Nunca lo había visto tan feliz’ por tener los nietos viviendo en la casa. De hecho, cuando me iba a ir me acuerdo que decía ‘no se vayan, ¿qué necesitan? Se pueden quedar acá’.
A él le gustaba estar rodeado de gente joven.
C: Sí. Y le gustaba trabajar con gente joven. Era muy abierto de mente y muy abierto a nuevas ideas, a escucharlas, aunque no fueran las de él. En nuestra niñez, de una manera misteriosa, este ser excepcional, a pesar de todo lo que hacía, no fue un papá ausente. Tal vez no estuvo en algunos momentos en términos de tiempo. Pero se lo dije esto a una amiga mía hace una semana: yo y mis hermanos nos sentimos muy queridos por mi papá, pese a que estaba full con muchas cosas.
S: Esos tiempos, además, pese a que eran cortos, eran con mucha energía, mucha intensidad.
C: También fueron muy equipo con mi mamá, en complementarse. Porque obviamente mi papá por los cargos que le tocó ejercer no podía estar en todas las cosas de familia.
Lo acompañaron mucho como familia en sus aventuras políticas…
C: Él logró conjugar la familia con la política, porque lo acompañamos mucho, las campañas eran casi un proyecto familiar.
¿Y eso era una opción de ustedes?
C: Él nos dejaba con mucha libertad de acción. Ahora, cuando terminó el gobierno y se está como reestructurando todo lo que era la familia, los negocios, las fundaciones, yo le dije: ‘Papá, llevo años dedicándome a perfeccionarme en medicina, pediatría, infectología, VIH..., no me interesa hacer un MBA para entender esta otra parte del mundo’. Y él en eso fue siempre muy respetuoso. O sea, nos invitaba, y el que tomaba la invitación súper bienvenido, y el que no tomaba la invitación, muy bien también. Y sin rencor.
Esa es una cualidad que ha sido destacada en estos días.
C: Él era capaz, cuando había que trabajar o hacer algo, de juntarse con alguien que podrían haber tenido diferencias en el pasado y jamás fue un impedimento. Lo vi con este gobierno, cuando salió electo el Presidente Boric lo llamó y, con toda la generosidad, siempre pensando en querer aportar al país, le dijo que estaba a disposición de entregar su experiencia, su conocimiento, su capacidad de liderazgo. Era de muy poco rencor. Eso para nosotros de repente, a veces, hasta era como divertido...
S: Sí, le decíamos… mantén más el odio por tal o cual persona. Pero en política le tocó vivir muy así, porque creo que era necesario también para poder avanzar con los proyectos de Chile.
¿Ustedes hablaban de política en su casa?
C: Él venía de una familia en que había muchos pensamientos distintos. El Polo, mi papá, José, Miguel, la Pichita, la Lupe. Una familia muy pluralista, tolerante, diversa. Nos inculcó eso de mantener el pluralismo, la diversidad y la tolerancia. Hablábamos mucho de historia. Él era muy conocedor de la historia y en la familia hay muchas historiadoras. Hablábamos de política. Creo que el único momento en el que hicimos este cordón de blindarlo fue en la época del estallido social. Porque a nosotros, como hijos, nos llegaban una cantidad de comentarios, críticas e instrucciones de lo que había que hacer de todas partes, que hay que hacer esto otro, que no sé qué, qué dirá tu papá. Ahí fue un momento en que nosotros, como familia, lo quisimos blindar, nos propusimos que llegar a la casa para él fuera un momento de tranquilidad, de descanso, de cariño, de reírse y no de seguir hablando de política, de contingencia y eso.
¿Lo vieron muy abatido en esos días?
S: Mucho. Creo que se criticara tanto todo el legado de la Concertación y de lo que hacía su gobierno. Él decía: ‘¡Pero si estos han sido los mejores 30 años de Chile!’. O sea, la pobreza bajó significativamente, el país estaba creciendo, la gente estaba feliz y vino como un momento en que la gente estuvo con una percepción muy negativa, con un espíritu revolucionario que era como derrocar todo y creer que iban a armar todo en un segundo. Y, de hecho, ahora que les tocó ser continuidad como gobierno, se dieron cuenta de lo complicado que es.
C: Durante el estallido no sé cómo se levantó todos los días y, o sea, yo pensaba que me habría quedado en mi cama tapada con las sábanas hasta arriba como diciendo hoy día no quiero ir al colegio, hoy día no me quiero levantar. Y él ni un día, ni un día se dejó abatir, al revés, como que se propuso mucho escuchar para tratar de entender esto. Era súper optimista, era súper positivo. Pienso ahora con el accidente, creo que él en esos últimos minutos estuvo todo el rato pensando que se iba a salvar él también. No creo que haya ningún momento que él como que haya renunciado.
El estallido social fue una de las crisis que vivió en su gobierno. Pero hubo también otras, como el rescate de los mineros, la pandemia. Sobre esos problemas, ¿compartía sus impresiones?
S: Comentaba y para nosotros siempre era muy entretenido que entendía los problemas, decía su posición de lo que creía que hacer y lo que hacía. Sobre las vacunas comentó ‘mira, esto cuesta X y el tenerla un mes antes, que si nos ponemos a la fila, más que compensa el costo’. No sé si hay alguien en la izquierda o la centroderecha que de verdad lograra entender al Estado y al país como un todo.
C: Pero nosotros tratamos de mantener que la casa fuera el hogar y la familia, sobre todo después del estallido. A mí me daban ganas de preguntarle muchas cosas, pero tratamos de que se convirtiera en un lugar con mucho humor y que fuera un momento como de distensión y de los nietos. No es que él llegara con la oficina a la casa, pero sí, ciertos temas nos preguntaba o nos comentaba… Yo soy infectóloga y cuando fue la pandemia me tocó hablar mucho con él y me preguntaba. Me acuerdo que cuando estaba el comité asesor me decía ‘oye, es sólo opinión’. Y yo le dije, bueno, es que un comité científico te va a opinar en base a la evidencia y la evidencia todavía no está construida.
Él estuvo dos veces en La Moneda. La segunda candidatura fue resentida por la familia. ¿No?
S: A mí lo que no me gustaba es que cuando se sale del gobierno cuesta retomar un ritmo, son unos años que te cuesta mucho volver a estar como entusiasmado con tu trabajo, probablemente por el nivel de impacto, con la adrenalina que se trabaja en temas de contingencia, y creo que a mí me pasó como el último año antes de que empezara esa campaña, que fue cuando lo logré ver como que se había soltado, que estaba tranquilo, que estaba disfrutando.
C: Alguna vez tuvimos una conversación, me acuerdo, en la terraza de la casa de los papás, cuando él nos dijo que iba a tomar este desafío de nuevo, yo lo miré y dije: ‘¿Cómo, en serio?’, pero más que por nosotros, como por él. Es una tremenda carga, y si uno ve las fotos de cómo entra al gobierno y cómo salió y después cómo entró y cómo salió, era mucho el desgaste.
El expresidente se reveló como un abuelo muy orgulloso…
C: Era muy partner de sus nietos. Tenía un alma también muy de niño, muy de aventurero, de explorador, de curioso. Cuando los nietos supieron lo del tata se acordaban de, no sé, que les decía que una roca que había en Ranco era un meteorito que había caído. Para él ser abuelo, de verdad, fue una experiencia increíble y que la gozó a concho. Les dedicaba mucho tiempo. Mi hermano Cristóbal tiene un hijo, el tercer hijo, el Nico, que tiene síndrome de Down. Y él se conectó con el Nico. Volvía de giras agotado y pasaba a verlo. Con todos sus nietos logró establecer un vínculo muy fuerte y profundo, y muy lindo, muy alegre.
S: Mi papá de repente los invitaba a todos a alojar y mi mamá decía, por favor, descansemos una noche.
C: A mí me sorprendía que un hombre de esa edad no le daba nervios estar con un niño chico que iba a llorar. Alguna vez que yo tenía que dejar a mi hija, me dijo déjamela a mí. Le dije “papá, ¿pero cómo? ¿Y si hay que cambiar el pañal?’. ‘Yo se lo cambio’. Era capaz de consolar una guagua llorando…
S: Y tenía la capacidad de estar estudiando, trabajando con la pelotera de nietos alrededor. O sea, algo que yo no duro ni un minuto…, pero él podía estar concentrado. Colgado con uno al hombro…
C: Por eso, por ejemplo, que ayer en la misa, los nietos tenían mucha curiosidad de ir a ver al tata y nosotros los dejamos. Porque así fue su vida, con todos estos nietos revoloteando, desordenados, corriendo, riéndose, gritando alrededor de él. En la misa se acercaban a verlo y decían el tata está ahí, se va a despertar y lo quiero ver.
¿Ser Piñera, tú además te llamas Sebastián, tuvo alguna carga simbólica?
S: Nunca fue un peso. De repente sobre su popularidad, sobre todo cuando fue el estallido social, en esa época uno sí sentía y vivía más que hubieran pasado cosas, de vivir un poquito más retraído y también un poco de que no te puedes pegar una cagada.
C: Ser Piñera para mí, bueno, es un orgullo, pero a veces vi como reacciones desproporcionadas de las personas en relación a lo que me conocían. Como alguien excesivamente simpático para lo poco que me conocían o de repente también unas pesadeces gratuitas… Fuimos creciendo junto con él, con mi papá como político. Pero claro, aprendí a distinguir estas cosas, si no puede ser a veces doloroso, porque a veces a uno le llegaban críticas, y si tú no entendías que esa crítica no era a mi persona, sino que era a mi rol como hija de un Presidente...
¿Era imaginable para ustedes una vida distinta de su papá?
C: Yo creo que no. Dentro de la tragedia que ha sido ahora su muerte, una de las cosas que me consuelan es que él no fue apagándose de a poco, sino que él se fue en un momento en que estaba brillando como un sol, muy feliz.
¿Les ha impactado la presencia de la gente en su funeral?
S: Hace más fácil llevar la tristeza... Cuando lo fui a ver al Servicio Médico Legal, cosas así, cuando se ven como estas demostraciones de cariño, es muy fuerte. O sea, a uno lo conmueve mucho, lo quiebra también.
¿Creen que dejó planes inconclusos?
C: Creo que él quería seguir viviendo y seguir aportando al país. O sea, él tiene unos apuntes de esa mañana..., una minuta del incendio, de las cosas que se podían hacer y un seminario sobre “gobernar es educar”. Y él también quería hacer mucho crecer este grupo Libertad y Democracia, con líderes de Panamérica. Creo que a él le quedaba mucho por hacer y él quería todavía hacer mucho por Chile y por Latinoamérica.
¿Y volver a La Moneda?
S: Creo que estaba feliz donde estaba, que le interesaba poder aportar. Siento que estaba en un momento que sentía que lo estaban escuchando…
C: Él quería seguir aportando y tenía un tremendo conocimiento y experiencia para seguir haciéndolo, pero también entendía que hay tiempos y tiempos.