Fue en el “búnker” de Parque Norte, en Buenos Aires, donde la coalición centroderechista argentina, Juntos por el Cambio, esperó los resultados de las elecciones PASO del pasado domingo. En medio de un ánimo de expectativas, un invitado chileno arribó hasta el lugar: el alcalde de La Florida, Rodolfo Carter. Esa mañana, el edil subió una foto a su Instagram viendo el diario El Clarín con una lectura que decía, entre otras cosas, que “el pueblo argentino, cansado de la miseria y la corrupción del socialismo, que hipotecó su desarrollo, quiere un giro hacia la seguridad, el progreso y la libertad”.
Pero Carter no era el único político chileno interesado en la elección. A más de mil kilómetros de distancia, tanto Chile Vamos como el Partido Republicano y el Socialismo Democrático estaban atentos a los resultados que usualmente marcan tendencias en la región y hoy sacan lecciones para sus respectivos partidos.
En estas elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) -que definen a los candidatos presidenciales para octubre-, el principal vencedor fue Javier Milei, líder del grupo de ultraderecha La Libertad Avanza, que obtuvo un 30%. Lo siguió el partido Juntos por el Cambio, que entre sus dos candidatos sumó 28,3%, consolidando a Patricia Bullrich, la candidata del macrismo, en la carrera. En tercer lugar quedó el kirchnerista Sergio Massa, cuya coalición de centroizquierda, Unión por la Patria, obtuvo 27%.
La lectura inmediata del resultado es que la derecha dura, con un discurso que supo representar el hastío con la política tradicional, se impuso. Algo similar a lo que ya ocurría en Chile para la última presidencial y la enorme votación de José Antonio Kast (28%), y que se consolidó para la elección del Consejo Constitucional, cuando su partido, el Republicano -que no quería una nueva Constitución- arrasó en las urnas. De hecho, los símiles entre el triunfo de Milei y la fuerza del partido de José Antonio Kast han estado sobre la mesa de los análisis, más aún desde que se reunieron en la breve visita de Milei a principios de julio al país y luego cuando Kast felicitó al diputado argentino a través de sus redes.
Este sorpresivo ganador -como lo llaman los expertos- celebró a su estilo los casi siete millones de votos obtenidos, entre canciones de rock y repitiendo varias veces su conocida frase “que viva la libertad, carajo”. Sus palabras finales resonaron fuerte entre la derecha chilena: “Hemos logrado construir esta alternativa competitiva que no solo dará fin al kirchnerismo, sino que, además, dará fin a la casta política parasitaria, chorra e inútil que hunde este país”, dijo Millei, en línea con el discurso que tomó durante su campaña y que, al igual que ocurre aquí con Chile Vamos, incomoda a la derecha tradicional agrupada en la coalición Juntos por el Cambio, liderada por el expresidente Mauricio Macri y que tiene a Bullrich en la primera posición.
Las similitudes del Partido Republicano y de Libertad Avanza han sido resaltadas, por ejemplo, en materias como el aborto. Fue precisamente el argentino quien al día siguiente de su victoria se refirió abiertamente al tema y señaló que, en el caso de salir electo, realizaría un plebiscito sobre la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y reiteró que esto “no es un derecho ganado”. Sus declaraciones se asemejan a las entregadas por republicanos hace menos de un mes, cuando su actual presidente, Arturo Squella, señaló que buscarían derogar la ley de aborto cuando fueran mayoría en el Congreso.
Parte del diagnóstico que se hace en la oposición es que una de las similitudes es que Milei ha captado el desencanto con la política tradicional. “Aumenta el voto castigo a los partidos tradicionales y la furia se refleja cuando votan por los extremos”, dice el senador de Relaciones Exteriores Iván Moreira (UDI).
Parte de esa lección, afirman en la derecha, se puede replicar en los próximos comicios -como las municipales del 2024 o las parlamentarias del 2025-, a propósito de los líos de plata entre fundaciones y ministerios. Esa crisis ha golpeado al gobierno y a sus coaliciones, lo que representa el escenario ideal para que un outsider como Milei arremeta contra la clase política tradicional. Con todo, y pese a la coincidencia del momento político de ambos países, también destacan varias diferencias entre las figuras de Kast y Milei.
“Kast es un político profesional con una carrera de más de 25 años y Milei es un economista que lleva poco más de dos años en un cargo de elección popular”, dice el analista político argentino Julio Burdman. A eso se suman otras diferencias, como el hecho de que Kast tiene una estructura partidaria detrás, y los temas que mandan en la agenda de cada país. En Argentina, el manejo de la economía es el principal asunto -entre sus medidas más drásticas, Milei postula la dolarización de la economía y el fin del Banco Central-, mientras que en Chile la agenda de seguridad ha tomado vuelo, aunque el crecimiento está en el centro del discurso republicano.
En los republicanos ven similitudes entre Kast y Milei –como el discurso anticorrupción- pero algunas diferencias, especialmente en los estilos. “José Antonio tiene una trayectoria política. No es un outsider, un rupturista o atípico. Pero sí tiene un perfil distinto a la clase política. En el caso de Milei él se reconoce como una persona que irrumpe en la política. Ahora sí, José Antonio ha sido crítico de la corrupción y una persona preocupada por la probidad”, dice el diputado de Relaciones Exteriores, Stephan Schubert.
Su par republicano del Senado, Rojo Edwards, sostiene que “Chile lleva una década de estancamiento y republicanos ha sido una respuesta a la crisis económica y de seguridad. Y en este caso Milei ha sido una respuesta a un país que los Kirchner han llevado a la miseria. En ese sentido hay similitudes”.
Otros gestos también se ven en alusiones a los mundos que cada uno apoya. Como por ejemplo, tanto Kast como Milei tienen respaldo en votos de la familia militar. De hecho, la carta a vicepresidente de este último está ligada a ese sector.
La posibilidad de las dos derechas
Pese a la fuerza del líder de ultraderecha, en Chile Vamos sacaron lecciones positivas, como la eterna ilusión de que se produzca una elección de segunda vuelta entre dos candidatos de derecha -allá Milei y Bullrich-, y en Chile entre Kast y la presidenciable de la UDI Evelyn Matthei.
Particularmente, en la UDI ven con buenos ojos cualquier acercamiento entre Milei y Bullrich, porque en el partido están por la línea de acercarse a republicanos. “Bullrich da una doble señal la noche del domingo en su discurso, felicitando a Milei por su ‘enorme elección’. Reconoce que el candidato de La Libertad Avanza tuvo la capacidad de interpretar a un importante y transversal votante hastiado de la debilidad económica y desencantado de la política tradicional. Y, al mismo tiempo, fija un camino: la pelea no es con el populismo de Milei, sino con el kirchnerismo”, dice el presidente de la UDI, Javier Macaya.
Eso mismo podría ocurrir en un escenario en que Kast ganara la presidencial, lo que obligaría a un acercamiento con Chile Vamos para formar gobierno.
La encargada de relaciones exteriores de la UDI, la exministra Isabel Plá, ve también algunas semejanzas del proceso en el sentido de que en ambos países ha abierto un debate de ideas más profundas y fuera de las temáticas habituales, las que los candidatos han sabido captar. En Chile, por medio del proceso constituyente, y en Argentina con una discusión seria respecto del modelo económico.
Agregan desde Chile Vamos que existen semejanzas entre la alcaldesa Matthei y el liderazgo de Bullrich en Argentina. Ambas son vistas como figuras duras en materia de seguridad, y que han sabido captar el interés del votante respecto del tema de la delincuencia. A ambas las ven como figuras firmes para expresar sus posiciones, y que se alejan del populismo.
“El clima de polarización favorece posiciones confrontacionales, que captan adhesión, pero tienen que demostrar capacidad de gobernar. Por lo mismo, la tarea de Juntos por el Cambio es poner el foco en la gobernabilidad y la estabilidad, demostrando que ellos son capaces de concitar las mayorías para ganar la elección y conducir el gobierno”, dice el diputado de Relaciones Exteriores Diego Schalper (RN).
Mal menor
En el oficialismo la mirada que se dio es que el triunfo de Massa representa un triunfo de los liderazgos más moderados. Esto, luego de que el ministro venciera en la primaria a Juan Grabois, quien representaba la opción más izquierdista del peronismo. En Chile eso abre las expectativas para el Socialismo Democrático, que -al hacer la similitud con Argentina- piensa que podría ganar terreno frente a Apruebo Dignidad. El presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara Baja, Tomás de Rementería (ind PS), señala que “las relaciones históricas del peronismo progresista han sido el mundo de la Concertación. Y Massa representa eso. Es de centroizquierda, moderado. Los números abordan que la tendencia es hacia los candidatos moderados. Massa no es un candidato de La Cámpora, que vendría a ser el Frente Amplio”.
“Massa tiene un símil de la ministra Carolina Tohá. Ambos fueron alcaldes, han sido ministros, tienen una carrera seria”, acota De Rementería al abordar la presidencial.
Sin embargo, otras voces de la centroizquierda creen que el panorama es completamente distinto. Para el senador Jaime Quintana (PPD), la cercanía territorial e histórica no necesariamente se replica en la política: “Hasta las dictaduras fueron distintas, fueron crueles, por supuesto, en ambos países, pero fueron distintas. Y eso también marca esta elección en Argentina”. Pero en su mismo partido, el excanciller Heraldo Muñoz asegura que, “efectivamente, se podría decir que a la izquierda más moderada que representa el ministro Massa le fue algo mejor al llegar segundo en la votación”.
De cualquier forma, expertos insisten en que la pregunta más fundamental es una: ¿Existe alguna posibilidad de que la segunda vuelta sea entre dos derechas? ¿Entre Milei y Bullrich? Stéphanie Alenda, analista de la UNAB, asegura que “muchas cosas podrían pasar, pero me parece ser la apuesta más plausible a estas alturas. Nadie de la izquierda votaría por Milei, entonces apoyarían en una segunda vuelta a Bullrich, como mal menor y para frenar el auge y la instalación del poder de Milei”.
En la misma línea del mal menor, el senador José Miguel Insulza (PS) hace la comparación con lo sucedido en Francia en 2002, cuando se presentaron en segunda vuelta el ultraderechista Jean Marie Le Pen y Jacques Chirac, del partido de derecha Unión por un Movimiento Popular. En esa instancia, aclara Insulza, “la izquierda tuvo que votar, tuvo que elegir entre dos males, por así decirlo”. En el caso argentino, ese mal menor lo representaría Bullrich. En Chile, Evelyn Matthei ante José Antonio Kast. Sin embargo, asegura que no cree posible este escenario ni en Chile ni en Argentina, especialmente porque es algo que jamás en la historia de Argentina ha ocurrido.
Desde Convergencia Social, Lorena Meneses es más categórica: “La izquierda argentina sostiene una votación que la mantiene con opciones. De cara al peligro que representa el extremismo de Milei, tiene la tarea de convocar al electorado que no votó en las PASO y, de esta forma, no correr el riesgo de las dos derechas”, dice.
En las antípodas de Meneses, el presidente de la Fundación para el Progreso, Juan Lagos, manifiesta que si bien Javier Milei “es un candidato extremadamente extraño”, su posible elección como presidente de Argentina podría transformarlo en un referente político tanto en nuestro país como en toda América Latina.