Siempre fue el más rico, pero nunca el más atractivo. Hoy, convertido en una suerte de super héroe por su charla TED del 2015 donde predijo los efectos devastadores de una pandemia, Bill Gates alcanzó esa cima, quizás la única que no había podido conquistar. El pertenecer a ese privilegiado grupo de personas que sonc calificados como “interesantes”.
“Me aburre hablar con los hombres ricos”, decía Teddy Roosevelt, en ese tiempo el hombre más rico del mundo. “Uno espera que una persona que tiene millones, que dirige un imperio, sea alguien interesante de escuchar. Pero en general eso no es así y saben poco o nada fuera del ámbito de sus negocios”.
Timothy Egan, columnista del New York Times recuerda esta frase y dice que si Roosevelt hubiera conocido a Gates, probablemente hubiera hecho una excepción a su regla. Porque para él, es el hombre más interesante de la actualidad.
Cuando vi su columna, reconozco que me llamó mucho la atención. Soy parte de esa generación que ama a Steve Jobs y, por oposición, odia a Gates. Jobs era todo cool; en su forma de hablar, de vestirse, un genio de la estética. Por lo mismo fabricaba los productos más bellos del mundo, ya fueran un computador, un teléfono, un Ipad. Frente a esto, Bill Gates era un nerd fabricante de sotfware.
Lo curioso es que, al final, ambos no eran muy distintos. Más bien tipos antipáticos, exigentes hasta la tiranía y obsesionados a más no poder con su empresas. Pero Gates, además de ser el nerd de esta (no) dupla, ha tenido que cargar con las culpas de los dos y soportar vivir bajo la sombra del superhéroe que fue Steve Jobs durante toda su vida.
Pero la muerte de Jobs, por importante que haya sido en el imaginario público, no lo fue en la transformación de Gates en el hombre que hoy es. La clave parece estar en la influencia de una mujer, su mujer, Melinda, con quien se casó en 1994. Fue ella la que lo convenció de dejar Microsoft para dedidicarse de lleno a la filantropía a través de la fundación que habían creado el año 2000 y donde pusieron US$38.000 millones de su fortuna.
Fue partir de ese momento cuando Gates saca su cabeza de la programación y comienza a utilizar su mente en otros grandes desafíos de la humanidad. Es ahí cuando da los primeros pasos para convertirse en un hombre interesante.
Venganza del Nerd
El golpe lo dio Netflix el año pasado. Con la visión aguda que la caracteriza, a fines del año pasado la plataforma sacó al aire “Inside Bill’s Brain”, el intento más serio -en tres capítulos- por conocer cómo funciona la mente de Gates. Dirigida por David Guggenheim, ganador del Oscar por el documental “Un incovenient truth”, el equipo siguió los pasados de Gates durante dos años. La serie alterna escenas del Bill joven -arrogante, cuya frase favorita era gritarle a sus empleados “esa es la peor idea que he escuchado en mi vida”- con el Bill de ahora -64 años, más reflexivo, incluso risueño-, lo que produce un efecto muy interesante.
“Mucho éxito y mucho dinero demasiado joven”, dice Gates cuando mira su pasado. Pero hay algo que no cambia: su capacidad de pensar. Su forma analítica de ver las cosas. El cómo se informa de cada detalle. Los 15 libros que lee a la semana de diferentes temas. Y su competitividad. Porque el Gates actual quiere ser el campeón mundial de la filantropía, al igual como antes lo quería ser del software.
Una escena maravillosa, actual, es cuando Gates está con un grupo de asistentes organizando su agenda del mes. Presidentes, empresarios, científicos, universidades, artistas, entre muchos otros, tratan de caber en las 24 horas de su día. Gates ocupa mucho rato tratando de calzar las piezas para que cada reunión tenga sentido, evitando así perder un minuto de su tiempo, algo que detesta.
¿Qué tiene de interesante todo esto? Bueno, en primer lugar, ver funcionar una de las mentes más prodigiosas del mundo. Su forma de analizar, de estudiar, de ver las cosas, que supera con creces lo que uno puede imaginar.
Segundo, ver ahora esa inteligencia aplicada a buscar respuesta a algunos de los problemas más grandes de la humanidad. Por su mente pasan desde la energía a la poliomienitis, por lo que su aporte va en los campos más diversos y siempre con un enfoque original.
Tercero, darse cuenta que Gates es cool sin serlo. Para él, el cuerpo no es más que un instrumento para mover su mente. La ropa sólo sirve para tapar el cuerpo. Los autos, para trasladarlo de un lugar a otro. No hay nada en su vida que devele algún gusto o pasión por algo material. Abre su refrigedador y sólo hay cientos de latas de Coca Light. Nunca una copa de vino. Cuando lo muestran en un rato de ocio con su mujer, Melinda, están armando los dos un rompecabezas de miles de piezas tan concentrados como si de ello dependiera el futuro del planeta.
El CoronaGates
En marzo pasado, Gates dio otra conferencia TED para analizar el impacto del Coronavirus. Su antigua charla del 2015 donde advirtió que el mundo no estaba preparado para una pandemia ya es un ícono con más 35 millones de visitas, por lo que muchos esperaban su visión de lo que estaba pasando.
En esta ocasión dice que si bien el 2015 predijo algo como el Coronavirus, la verdad es que él estaba pensando en algo mucho peor. “Este virus tiene el problema que es muy contagioso, pero es poco letal. Sabemos que la gran mayoría de los que se contagien sobrevivirán. Si el virus fuera más agresivo, como yo lo imaginé, a la tasa que se esparció, pudo haber matado al 30 por ciento de la población”.
La buena noticia, dice Gates, es que no fue así. La mala noticia es que quedó en evidencia que no estabamos preparados. “Pero, si somos capaces de aprender de nuestros errores, esta pudo ser la advertencia final para que estemos listos cuando vuelva a suceder. Porque, de seguro, volverá otra pandemia”.
Es cuando le preguntan qué está haciendo para ayudar en esta crisis, cuando aparece la genialidad de Gates, el hombre que puede mirar más allá de lo convencional. Y explica que luego de estudiar la situación y conversar con muchos científicos y políticos, llegó a la conclusión de que ya había suficiente dinero para apoyar el desarrollo de una nueva vacuna contra el Covid-19.
“Es poco lo que podíamos aportar ahí, así que dimos un paso adelante y nos concentramos en estar preparados para el desafío que viene: la producción de las vacunas. Sabemos que ese será el cuello de botella que tendrá el mundo. Y ese es el problema que queremos ayudar a resolver”.
Para esto, Gates seleccionó los que, a su juicio, son los siete proyectos más promisorios en el desarrollo de una vacuna. Una vez que estén listo se lanzará a producirlos incluso antes de tener las aprobaciones de los gobiernos. “Sabemos que uno o dos de ellos serán aprobados. Bueno, los tendremos listos para repartir especialmente en los países más pobres, y así ganaremos muchos meses de fabricación”.
Al final todo cuadra. Bill Gates es un hombre interesante por todo lo que hace y ha hecho. Por lo que seguirá haciendo mientras tenga esa capacidad infinita de usar su mente. Y él lo tiene clarísimo. Al comienzo del trailer de la serie de Netflix, el entrevistador le pregunta cuál es su peor miedo. Bille Gates responde: que mi cerebro deje de funcionar. Y, a estas alturas, debiera ser el miedo de todos nosotros.