“Tómelo por el lado amable” es una de las frases más icónicas de Aquiles Esquivel Madrazo, más conocido como El Chompiras, un personaje interpretado por Roberto Gómez Bolaños, en su serie Chespirito. El Chompiras, un ladronzuelo de poca monta, siempre intentaba perpetrar asaltos junto a compañeros como el Botija o el Peterete, pero sus intentos siempre terminaban frustrados, ya sea por ineptitud o por inconvenientes que surgían en el camino.
En Chile, en las últimas semanas hemos asistido a un portonazo electoral en cámara lenta, perpetrado por emuladores del Chompiras y otros rateros que, silenciosamente, intentaron robarse la próxima elección, al tratar de dejar, a millones de chilenos y extranjeros, en libertad de acción respeto de su obligación de votar.
¿Robarse la elección? Así es. Nuestro Chompiras criollo y sus adláteres utilizaron el proyecto de elección en dos días para tratar de asestarle un golpe mortal al voto obligatorio, aprobado por el Congreso hace poco más de un año. Lo que buscan, al dejar sin multa el derecho a sufragio, es hacernos retroceder al voto voluntario por secretaría, pasando a llevar la voluntad del propio legislador.
Con ello, en vez de los 12 o 13 millones de votantes proyectados para las elecciones de octubre, perfectamente era previsible que más de cinco o seis millones de electores se restaran de la “fiesta democrática”, los que probablemente habrían votado por alguno de los partidos de oposición al gobierno o a los gobiernos locales, hoy dominados mayoritariamente por la izquierda.
¿Pero cómo se puede afirmar esa hipótesis? Fácil, porque en la elección municipal de 2021, a nivel país, votó un 43% de la población nacional y, en una comuna tan emblemática como Santiago, apenas votó un 35% de los electores habilitados para sufragar. Eso permitió que, en esa comuna, Irací Hassler fuera elegida por apenas un 13,2% de los votantes, porque obtuvo apenas 45 mil de los 340 mil votos disponibles en Santiago.
En cambio, mientras el voto obligatorio estuvo plenamente vigente, la participación electoral superó el 82% a nivel nacional y en Santiago, más del 65%, que optó preferentemente por la derecha, en desmedro de las alternativas que promovía la izquierda. Es decir, en los tiempos que corren, mientras menos electores participen, más probabilidades tienen Irací Hassler y el Partido Comunista de ser reelegidos en Santiago.
Pero el Chompiras local, al igual que su par mexicano, fue torpe e inepto: dejó sus huellas marcadas en la escena del crimen y sus cómplices no pudieron perpetrar el robo con éxito. La oposición, buena parte del oficialismo y la opinión pública fueron gradualmente subiendo el tono y le reprocharon al gobierno su impudicia y sinvergüenzura, evitando que el ministro Elizalde, literalmente, se llevara las urnas para la casa. No contento con ello, el gobierno dilató la presentación del veto e, incluso, intentó evitar el ingreso del proyecto, pero luego de ser llamado al orden, tuvo que presentar el veto, con la firma del Presidente incluida, manifestando su voluntad de reponer la multa frente al Congreso.
¿Fracasó el Chompiras? Está por verse. Si bien se repuso la multa, el monto de la sanción se redujo drásticamente y se limitó la aplicabilidad en los hechos. Si el Congreso aprueba el veto, habrá que esperar el resultado de la participación en octubre y dimensionar cuántos millones de personas que votaron en los últimos tres procesos electorales se van a restar de participar en la próxima elección municipal.
“Tómelo por el lado amable”, repetiría El Chompiras, buscando resaltar que el robo electoral no se pudo concretar de manera perfecta y que el cambio del monto no parece ser tan significativo. Pero a diferencia de Chespirito, gobernar un país no es una comedia, ni la Presidencia de la República una plataforma para un comediante, por lo que no podemos aceptar este grave hecho con liviandad.
Gabriel Boric se llena la boca hablando del compromiso democrático; del respeto a la Constitución y el Estado de Derecho, y de enfrentar los desafíos de la democracia con más democracia, nunca con menos. Pero la irrefutable verdad es que en las últimas semanas el Presidente Boric guardó silencio respecto de este tema y con su firma avaló uno de los asaltos más graves de nuestra historia electoral, buscando, precisamente, restringir la democracia por un pequeño e inaceptable interés político-electoral.