Estaba todo listo para la presentación de Peso Pluma en el Estadio Caliente de Tijuana el 14 de octubre del año pasado. Eso, hasta que el CJNG (Cartel Jalisco Nueva Generación) decidió colgar una narcomanta con un mensaje destinado al señor Pluma “invitándolo” a abstenerse de hacer su show porque sería su última presentación por “irrespetuoso y lengua suelta”, advirtiendo que, si se presentaba, le iban a partir a su madre. Suavecito.

La amenaza a Pluma no era una reacción a un supuesto posicionamiento político del cantante usando su plataforma comunicacional para liderar la lucha contra las drogas y el crimen organizado. No, todo lo contrario. Era una reacción a la evidente cercanía de Pluma con el cartel de Sinaloa, rival del CJNG; a las continuas referencias en conciertos al narcoterrorista Chapo Guzmán, y a su pertenencia al género musical de los corridos, verdaderas odas e himnos a la cultura narco, que él mismo reconoce “mandan a hacer” los miembros de estos carteles para exaltar su poder en público.

En Tijuana, la ciudadanía sabe muy bien el impacto del narcotráfico: drogas, tráfico de armas, asesinatos, prostitución, en un marco de profunda ausencia del estado de derecho. Una ciudad donde la alcaldesa vive dentro de un cuartel militar con su familia, para evitar ser asesinada. Una ciudad que prohibió los narcocorridos en espectáculos públicos para evitar que artistas como Peso Pluma busquen promover la cultura de la violencia o hagan apología de estos delitos.

En Viña del Mar, la alcaldesa Ripamonti no tiene que vivir dentro de la Escuela Naval para proteger su seguridad y no hay narcomantas amenazando presentaciones de artistas. En Valparaíso, la tasa de homicidios es de 7 por cada 100 mil habitantes, mientras Tijuana es la segunda ciudad más peligrosa del mundo, con más de 100 homicidios cada 100 mil habitantes. Claramente, las circunstancias son distintas: Viña del Mar no es Tijuana y Chile no es Ecuador. Pero vamos hacia allá y no estamos haciendo nada para evitarlo.

“A veces hay que escuchar la voz del narco”, fue la columna que escribió Alberto Mayol y que puso en vitrina los cuestionamientos a la presentación que Peso Pluma hará en la noche de cierre del Festival de Viña del Mar. Lo calificó como “un promotor de la cultura narco”, agregando que viene a Chile auspiciado por TVN y la Municipalidad de Viña del Mar. Muchos han salido a criticar a Mayol por un supuesto intento de censura o que este cuestionamiento sería una exageración.

La organización del Festival no solo lo ratificó después de la polémica, sino que exaltó sus “virtudes”: 55 millones de oyentes en plataformas musicales, el artista revelación del año y uno de los líderes jóvenes según Forbes. Más que pluma, un peso pesado. Pero no solo eso, sino que afirmaron que la organización “no incurrirá en ningún tipo de censura ni discriminación”, agregando que el Festival “celebra la diversidad de todos los artistas”, puesto que la música “describe diferente realidades”.

Ojalá que el señor Pluma describiera la preocupante realidad de Chile, donde día a día nos conmovemos al conocer asesinatos por encargo, secuestros y violencia criminal extrema. Ojalá que, dentro de la diversidad que propone el Festival, escucháramos la voz de los niños chilenos que no pueden ir a clases cuando hay un narcofuneral o de aquellas madres que se levantan todos los días con la única misión de que sus hijos no sean seducidos por las bandas de crimen organizado. Ojalá que el Festival no discrimine en sus espacios y permita transmitir también la realidad de los chilenos que mueren por el efecto de una “bala loca” o que son víctimas circunstanciales de sicarios y asesinos a sueldo con cada vez mayor frecuencia.

El señor Pluma, en el ejercicio pleno de su libertad de expresión, tiene todo el derecho de cantar lo que se le plazca y rendirles homenaje a los jefes de cartel que le parezca, ensalzando la violencia y haciendo apología de décadas de miseria, terror y sangre que marcan la historia de los carteles en México que se expanden sin control por Sudamérica. Pero los chilenos también tenemos derecho a cuestionar la decisión editorial de una alcaldesa, de la Municipalidad y de Televisión Nacional de Chile, en cuya misión se establece expresamente que promoverá y difundirá, además de la tolerancia y la diversidad, los valores democráticos, los derechos humanos, la cultura y la educación, todas áreas que están siendo arrasadas por el narco y cuyo vocero, en la actualidad, no es otro que el señor Pluma.