El debate sobre qué tan superadas están las categorías de izquierda y de derecha para entender la política bien podría corresponder a esas discusiones que son interminables. No se trata de una controversia anclada solo al actual ciclo político. Lo mismo se ha discutido en otras épocas y la conclusión es parecida. Sí, a veces, en parte, circunstancialmente, las fronteras entre ambos polos parecen diluirse. Pero en lo básico la distinción sigue apuntando en direcciones correctas. Llamamos izquierda al partido de la igualdad y derecha al de la libertad y el orden.
Lo que sí está hoy día muy debilitado, no solo en Chile, sino en todo el mundo, es el centro político. Obviamente es por efecto de la polarización. Como quiera que sea, no obstante que los expertos dicen que todas las elecciones se ganan en el centro, este espacio político alternativo ha venido perdiendo con rapidez convocatoria y glamour, particularmente en el Chile en los últimos años. El fenómeno se agudizó a partir del momento en que la centroizquierda se avergonzó de su obra durante el período de la transición.
¿Será solo un problema de desgaste el que afecta a los partidos de la ex Concertación, y sobre todo a la DC, colectividad emblemática de centro? ¿Se tratará de un repliegue circunstancial o hay algo más de por medio? ¿En qué momento la moderación y la gradualidad perdieron magnetismo? ¿Por qué es difícil concebir que un liderazgo genéticamente contenido como el del Presidente Aylwin pudiera tener cabida en el día de hoy?
La apuesta presidencial de la senadora Yasna Provoste es interesante por varios de estos conceptos. Se podrá discutir desde el terreno de las percepciones si ella encarna o no la identidad más profunda de la DC. En concreto, sin embargo, ha sido militante del partido por décadas, fue una dirigente destacada y después una ministra importante, víctima de la acusación constitucional de la derecha en abril del 2008. Luego de una travesía de años por el desierto, el 2013 llegó a la Cámara de Diputados con una gran votación y cuatro años más tarde al Senado, también con un sólido mandato popular. Y fue este año cuando sus pares la eligieron presidenta de la Cámara Alta. Desde ahí adquirió un aplomo y visibilidad política que nadie tuvo entre sus predecesores y predecesoras y eran muchos los observadores que hace uno o dos meses consideraban que iba a ser con toda probabilidad la próxima Presidenta de la República.
Aunque esas percepciones se han debilitado, desde luego sus opciones en modo alguno están canceladas. El escenario, lo sabemos, sigue muy abierto. Mucho dependerá del resultado a la consulta pública que la Unidad Constituyente llevará a cabo el próximo sábado. Lo más relevante, en todo caso, es que la candidatura de la senadora pareciera suscribir el diagnóstico de la desaparición del centro político y, de hecho, lo que está haciendo es disputarle el voto de izquierda a Gabriel Boric, ofreciendo como garantía al electorado más tradicional de su sector una cierta gradualidad en los cambios, el respeto a las vías institucionales y estándares superiores de gobernabilidad a los del eje Apruebo-Dignidad.
¿Anda extraviada Yasna Provoste al orientar en esta dirección su candidatura? Bueno, ese es el tema. No es la primera vez que la DC toma este camino. Con matices aquí o allá, eso fue lo que hizo Radomiro Tomic el año 70. Y si ahora el centro ya no existe, la senadora considera que es la izquierda el sector mejor preparado para interpretar a la mayoría ciudadana. Reconociéndose a este lado del espectro, considera que los gobiernos de Piñera están entre lo peor que pudo ocurrirle al país en el último tiempo y en abril del año 2020 suscribió un proyecto para nacionalizar los fondos de pensiones. También puso su firma este año a la iniciativa parlamentaria -bien poco institucional, dicho sea de paso- de indultar a los presos de la revuelta. Y esta semana fue un poco más allá y dijo compartir la idea de reconocer entera libertad a las mujeres para interrumpir el embarazo hasta las primeras 14 semanas de gestación. Desde luego, esta opción difiere de los criterios con que su colectividad se había manejado hasta aquí en estos temas.
El posicionamiento claramente a la izquierda no es una apuesta estratégica de Yasna Provoste. Es un testimonio de coherencia política y una manifestación de sus convicciones. El hecho podrá generar reservas en sectores de su partido, aunque nadie podrá discutir que la suya es una candidatura muy jugada. Lo es a tal punto que si no fuera cierto aquello de la gasificación del centro político, bueno, podría estar dejándole un espacio electoral muy amplio y cómodo a Sebastián Sichel para que lo capture. Es desde luego un riesgo. Pero un riesgo que debe considerar menor al de aparecer comedida con el actual modelo y con los 30 años de los cuales -todo hay que decirlo- ella también fue parte.