Aunque la contextura de Gabriel Boric no coincida con la de don Jorge Alessandri ni con la de ninguno de los presidentes que ha tenido Chile, hasta aquí todo indica que él será el candidato más votado de los dos que pasen a segunda vuelta en noviembre próximo. Tener ya en el bolsillo arriba de un millón de votos es muy importante. Representa un capital político fabuloso para cualquier político de su edad y debería pavimentarle, a lo menos hasta la mitad, el camino para llegar a La Moneda.
A pesar de esa ventaja, claro, el escenario sigue estando muy abierto. El demorado anuncio que hizo ayer la senadora Yasna Provoste podría cambiar las cosas o al menos complicárselas al candidato del eje Apruebo-Dignidad. Se supone que en las próximas semanas la candidatura de ella debería pasar por algún filtro de legitimidad popular, luego de que la centroizquierda repitiera este año el mismo error que cometió la Nueva Mayoría el 2017, cuando dejó pasar la oportunidad de someterse a primarias legales. Eso se llama tropezar dos veces con la misma piedra y es solo uno de los tantos efectos del colapso político que sufrió la centroizquierda en los últimos años. También es una factura que esta candidatura, montada como pyme sobre la presidencia del Senado, tendrá que comenzar a pagar como peaje de entrada. Se trata de una sombra incómoda que tendrá que despejar y que en absoluto cancela sus posibilidades. Las puede tener, y muchas, entre otras razones porque en la reciente elección de gobernadores -a pesar de todas las pruebas en contrario- la antigua centroizquierda demostró que todavía era capaz de respirar.
Si el horizonte político de noviembre próximo se circunscribiera solo a Boric, Sichel y Provoste, a lo mejor se podría apostar por el orden en que los candidatos podrían llegar. Pero como, además, saltarán al ruedo varias otras candidaturas, la gran incógnita es cuántos votos esos tres nombres podrían perder por efecto de los “catapilcos” que eventualmente se inscriban. Ya se sabe que la decisión de José Antonio Kast de llegar a la primera vuelta a como dé lugar podría costarle a Sichel quedar fuera de la segunda vuelta. Es un secreto a voces que la Lista del Pueblo quiere llevar un candidato y eso ciertamente podría perjudicar a Boric. Provoste tampoco está libre de estas interferencias. Aparte de tener un problema geológico con el voto socialista de base, que en gran parte ya se identificó con Boric, su candidatura también perderá agua si son arriba de seis los candidatos que se inscriban. No están todos los que son. Hay analistas que creen que el número final andará por los nueve o 10, lo cual no es raro dadas las facilidades que existen para aspirar al cargo.
Aunque la elección de Presidente es, por supuesto, la más importante y vistosa -siempre ha sido así en este Chile presidencialista y un tanto mesiánico-, va a ser en la elección parlamentaria donde los tres grandes tercios de la política chilena se jugarán realmente el futuro. Para la derecha el reto es doblemente desafiante, por varias razones. Parte compitiendo con la pesada mochila política del gobierno que -bien o mal- ha sido el más impopular que el país ha tenido desde la transición. El sector viene de lamerse las heridas tras su desastroso desempeño en la elección de los convencionales. Y, por mucho que las primarias le hayan devuelto alguna confianza en el porvenir, no es necesario saber ver debajo del agua para reconocer que las grietas en los cimientos políticos y culturales de la centroderecha -hasta aquí al menos- no dan para que el sector pueda animar otro gobierno como este. Repetir la película de una administración sin mayoría en el Congreso, y además con la convención, las redes sociales y la calle en contra, es un plato simplemente intragable. Gracias, pero mejor que no. Es preferible que el sector -que quedó reducido a poco más de un quinto del electorado en la Convención Constituyente- trate de volver a sus marcas históricas del tercio y se resigne, en consecuencia, como primera minoría que ya es, a que sean otros los que gobiernen.
El sacudón que fue para Chile Vamos la elección de los convencionales marcará seguramente un antes y un después, por mucho que el impacto haya afectado a todos los partidos políticos, sin distinción. Pero el golpe para las colectividades de la centroderecha fue feroz. No por nada el gran triunfador de las primarias del sector fue un independiente que se impuso, más que por su liderazgo o por su convocatoria, por su experiencia de vida y por su identidad. En tiempos en que la gente vota por las personas, este es un activo fundamental. Es verdad que Sebastián Sichel supo sintonizar mejor que los demás precandidatos con el momento que estamos viviendo. Pero cuando se trata de capturar circunscripciones y distritos, el puro carisma del abanderado presidencial no basta. Se necesita, además, organización, infantería, territorio, caras nuevas y proyecto. Y no es necesario militar en las filas del pesimismo profesional para reconocer que son insumos más bien escasos en esta coalición.