Columna de Héctor Soto: Liderazgo

Candidatos Presidenciales


El que sigue a una muchedumbre jamás será seguido por una muchedumbre. Este proverbio, que el escritor y ensayista mexicano Héctor Aguilar Camín atribuye a su abuelo, un patriarca que algo alcanzó a saber de estos temas, envuelve una de las dimensiones del liderazgo que nunca estará de más recordar en tiempos como los actuales. Después de todo, las convicciones también debieran contar en la política, por mucho que amplios sectores de opinión entiendan que esta actividad supone el talento y el radar necesarios para acatar incondicionalmente los vientos que soplen en un momento dado. Está claro que ese es el camino que conduce directo a la popularidad. Pero también lo está que es el que más se aleja del liderazgo.

La expresión más grosera y reciente de este dilema está asociada, por supuesto, al cuarto retiro. Es muy impresionante la forma en que las bancadas parlamentarias se alinearon en las tres iniciativas anteriores y vuelve a serlo, incluso más dramática, ahora. Para ese amplio espectro de la izquierda que se sintió interpretada por las palabras del diputado que dijo que esta era la manera de echar abajo el actual sistema de pensiones, esa opción es sí o sí. No hay disyuntiva, así sea que la destrucción del sistema pase a dejar en la ruina a los pensionados del futuro. Total, las pensiones ya eran malas antes. ¿Dónde está el problema de hacerlas un poco peores, si igual el Estado en su momento se va a tener que meter la mano al bolsillo para asegurar pensiones mínimas?

Enfoques menos ideologizados entienden, sin embargo, que lo que aquí se está jugando no es el destino de las AFP -sea que estas entidades logren zafar o no del debate actual, eso es secundario- sino la posibilidad de que las personas puedan llegar al final de su vida laboral con un ahorro ojalá significativo como para mirar con cierta tranquilidad el último tramo de su vida. En este punto, el acuerdo del mundo tecnocrático es transversal, razón más que suficiente para que sean muchos los que, precisamente por eso, creen que hay que transgredirlo. Abajo los tecnócratas. Hasta los más obstinados, sin embargo, sea que prefieran un sistema de reparto, de capitalización individual o uno mixto, reconocen que estos retiros son una mala política. Será mala, se dice, pero es popular y en tiempos de elecciones no hay dónde perderse. No es la hora de las convicciones ni de la conciencia cívica; tampoco de los testimonios morales. Que nadie se pierda: es la del oportunismo, estúpido.

Dice mucho del liderazgo que tienen o aspirar a tener la manera en que los candidatos presidenciales se han planteado respecto del tema. Boric había dicho no ser partidario del cuarto retiro por un asunto elemental de responsabilidad, hasta que su propio sector le dobló la mano. Aquí, en su caso, el premio que está al otro lado -el ascenso al poder- es demasiado grande para perderlo por cuestiones de escrúpulos. Por lo mismo, se sometió a la aplanadora. Boric sabe muy bien el costo que tiene salirse a veces de la manada. Todavía hay quienes la cobran -y le cobrarán toda la vida- haber suscrito el acuerdo del 15 de noviembre del 2019. Lo que fue un testimonio de coraje y sensatez, para los partidarios de la insurrección permanente fue un acto de entreguismo. Ahora, como candidato presidencial, simplemente no quiere darse el lujo de ponerle de nuevo el pecho a las balas. Vamos entonces al cuarto retiro, quizás al quinto y, en definitiva, a todos los que vengan.

Sichel, en cambio, se la está jugando por parar en seco esta chacota. Y está pagando los costos de intentarlo. Su postulación quedará debilitada si, como ha ocurrido hasta ahora, parlamentarios oficialistas siguen amparando la iniciativa. Y no es en absoluto seguro que el rechazo del proyecto le traiga retornos en el futuro. No importa, pero debe hacerlo. No por él, sino por un asunto de responsabilidad pública. Si eso le significa perder la elección, bueno, que sea. Mejor no seguir jugando a la zorra y el cuervo con estos impresentables malabares.

Yasna Provoste, tributando a las medias tintas que tanto dañaron a su partido en el pasado, ha preferido no pronunciarse. Curiosa manera de proteger su liderazgo. El suyo es casi un asunto de metafísica pura: ¿Se podrá proteger lo que no se tiene?

Si estas fueran solo contorsiones de teloneros para llamar la atención, el tema no importaría mucho. Pero como Chile se está viniendo abajo y está frente a un problema descomunal de gobernabilidad para los años que vienen, el asunto no es trivial. Se necesitará un Presidente que le diga al pan, pan y al vino, vino, así sea que pierda rating. Se necesitará un mandatario que conecte de veras con la gente e inspire su confianza. Se necesitará un líder capaz de desbloquear el sistema político con acuerdos ciudadanos amplios y fuertes, puesto que se comprobó que la clase política no sabe, no puede o no quiere llegar a acuerdos de ningún tipo. Tendrá que haber alguien que los haga forjar, no con la manga de oportunistas y demagogos que amenaza tomarse las instituciones, sino con la base social concreta que está por no sacar a Chile de las corrientes del desarrollo y de la historia.

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