Revolución Democrática -partido manchado ahora definitivamente por los casos de corrupción confirmados por Contraloría- es, en algún sentido, como el muñeco autómata ajedrecista secretamente manejado por un enano jorobado de Walter Benjamin. El muñeco, en la lectura de Benjamin, era el materialismo histórico, mientras que el enano deforme era la teología mesiánica. En este caso, en cambio, el autómata es la política identitaria y victimista, pero el enano disimulado por juegos de espejos es el mismo: la esperanza de una redención final y definitiva, insuflada en los fundamentos del partido por el cristianismo “social”, que es el denominador común de sus fundadores. La “angustia del privilegiado” que torturaba al joven Giorgio Jackson, inoculada por el sacerdote Felipe Berríos y administrada por Fernando Atria y sus promesas de un orden pseudosacramental, anticipatorio del “reino”.

Benjamin nunca explica qué fue lo que hizo “pequeño y feo” al enano ajedrecista. Yo supongo que esto es efecto directo del mesianismo político, que degrada la teología al buscar la redención final en el plano temporal, incapaz de proveerla. Es el disfraz político el que deforma la esperanza, que luego no sabe actuar en el mundo sino disfrazada.

El resultado de esta operación es el “gran inquisidor” de Dostoievsky. Un desprecio por la aparente impotencia de Cristo y su mensaje, y un retorno a la adoración del poder mundano. Es decir, la inmersión en la teología política, que siempre se expresa en forma persecutoria. De ahí el ánimo de purga del woketubre universitario: la búsqueda de la redención propia en la acusación y expulsión de otros. La convicción de ser guardianes y tutores de los débiles y oprimidos, meros “despojos de humanidad”, que se encuentran siempre expuestos a la manipulación interesada de los poderosos malvados. Y el deseo de ejecución sumaria de los pecadores que hoy hace nata en los campus otrora progresistas, y que, lamentablemente, muchos profesores creen poder esquivar mirando para el lado cuando los estudiantes atacan a sus colegas, tal como refleja la tibia declaración del decano Pablo Ruiz-Tagle respecto de la agresión sufrida por Sergio Micco en Derecho UChile. Ni hablar de las cobardes descalificaciones de Atria con excusa de condenar el hecho. Todos ellos olvidan la advertencia de Martín Niemöller, y probablemente la recordarán sólo cuando vengan por ellos.

Lo que soñaron Jackson y Crispi era ser poderosos, buenos, generosos, dolientes. Para todos, todo; nada para nosotros. Portadores de un estándar moral superior. Incorruptibles. Y por creerse incorruptibles es que se fueron convenciendo de que lo que corrompe a otros, a ellos no les hace mella. Como el inquisidor de Dostoievsky, ellos podrían pecar en beneficio del resto de la humanidad, pero porque se sentían lo suficientemente fuertes como para poder cargar con ese pecado, ya que lo cometerían supuesta y exclusivamente por servir a otros y no a ellos mismos.

Aquí está la clave de la corrupción prematura de la nueva izquierda: la convicción de que podían saltarse las barreras que imponían a los demás, porque ellos eran inmunes a la degradación que temían en el resto. Por eso demolieron, sin dudar un segundo, el Instituto Nacional con los propios hijos en el Santiago College. Por eso no les interesa modernizar ni profesionalizar el Estado, sino apropiarse de él. Por eso nunca cumplieron con la promesa de campaña de ponerles un tope a los sueldos del Estado repartidos por el Presidente. Por eso apoyaron a rabiar la propuesta de la Convención, que abría la puerta a un régimen a su propia pinta, sin contrapesos, pero no tienen interés alguno en el nuevo proceso desde el momento en que salió de su control. Van por todo, por el bien de todos. Pardow está por sobre los lujos que aprovecha. Crispi no quería declarar, porque se siente juez de jueces.

La única manera de evitar que el autómata siga ganando y se haga del poder total es quebrar los espejos y divorciar muñeco y enano. Romperle la espalda a la teología política y obligar a los guardianes autodesignados a bajar de su Olimpo. La dura medicina del 4S, repetida el 7M, parece requerir una nueva dosis. ¿Puede serla el 17D?