Columna de Pablo Ortúzar: Sueños de cartón
Cada vez que se aproxima una coyuntura electoral o requiere mejorar su nivel de apoyo popular, el Presidente Boric reafirma su compromiso de realizar un perdonazo a los deudores del Crédito con Aval del Estado (CAE). Lo usó en la campaña presidencial, luego en su primera cuenta pública en 2022 -poco antes del primer plebiscito constitucional- y otra vez a comienzos de este año, para ver si movilizaba apoyos para la reforma tributaria. Ahora ha vuelto a prometer que el próximo año sí que definitivamente viene un proyecto.
De acuerdo a Acción Educar, el costo de una condonación completa del CAE, incluyendo la liquidación de los títulos de deuda hoy en manos del Fisco, ronda los 10.200 millones de dólares. Una cifra que supera los costos de la reconstrucción posterremoto del 2010, pero que no genera ningún empleo, y que también resulta más cara que una Pensión Garantizada Universal de 250 mil pesos. Condonación que beneficiaría sólo a un millón de personas que, por lo demás, en pocos casos pertenecen a los segmentos más necesitados.
¿Por qué, habiendo tantas necesidades imperiosas insatisfechas a nivel popular, el Frente Amplio insiste en una medida tan cara como regresiva? La respuesta es simple: el modelo de negocios de Boric y sus socios sigue anclado en la política universitaria. Su base de apoyo dura ese 30% incombustible, según nos muestran las encuestas, son personas educadas de clase media y sus familiares. Esos son sus clientes. Ahí tienen montada la máquina de votos a la que cada cierto tiempo hay que recargar con ilusiones.
Al final del día, el corazón de la estrategia política de la nueva izquierda reside en la universidad. Al estudiante, el FA le promete acceso libre y gratuidad. Al universitario endeudado, cancelar las deudas. Y al dirigente político o militante desempleado, trabajos bien pagados en el Estado o cerca de él (en alguna fundación afín). Por las venas del gobierno corre frustración profesional. La misma frustración que, tornada en envidia, fue utilizada para dinamitar los liceos de excelencia sin ningún proyecto serio para reemplazarlos.
A esto se suma una captura sistemática de los espacios académicos -especialmente en Humanidades y Ciencias Sociales- por camarillas cerradas de profesores de izquierda que se alaban entre sí, mostrando a los estudiantes que el único camino para ser considerado en ese ámbito es unirse al pensamiento de lugares comunes, firmar las cartas colectivas y repetir, con ínfulas de neutralidad técnica, la vulgata progresista. Varios de ellos fueron convencionales en el proceso fracasado. Y este esfuerzo es coronado en algunas casas de estudio por rectores activistas que usan su posición como plataforma política. Pregúntenle si no al embajador en Italia. Todo recuerda a la película El Estudiante, de Santiago Mitre (2011), que retrató cómo la politización universitaria corrompe la educación superior argentina, anteponiendo la militancia al mérito.
¿Cómo terminamos así? En 1998 el PNUD ya advertía sobre el malestar en nuestras clases medias, pobres frente al mercado, ricas frente al Estado, y endeudadas hasta el límite. Mostraba, también, que esos sectores veían el título universitario como gran y única puerta de salida de la vida en cuotas. Y el CAE, establecido el año 2005, durante el gobierno de Ricardo Lagos, respondió a esa ambición masificando la educación superior en base a deudas. Sin embargo, lo que más produjo esta política es inflación de títulos, sobreoferta de credenciales universitarias y devaluación de los estudios superiores. El daño al sueño meritocrático de la modernización chilena fue irreparable: la desilusión se lo ha ido tragando todo, y el mercado identitario reemplazó los sueños de superación individual.
La masificación a la mala de la universidad les entregó a los grupúsculos políticos, dirigentes universitarios y profetas de cátedra un nivel de poder del que nunca antes habían gozado. Esa es la fuerza que mató a la Concertación y que se hizo del Estado con Boric. Y será la base de sustento de la nueva izquierda por varios años venideros. De una época en que todos querían ir a la universidad pasaremos a una en que la universidad vendrá por todo y todos.
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