El 16 de enero, Ariel Holan entregó la lista de los jugadores de Universidad Católica que enfrentarían a Colo Colo en la semifinal de la Copa Chile. Entre los nominados por el técnico cruzado figuraba Bruno Barticciotto. El revuelo fue inmediato y, en alguna medida, natural. El delantero es hijo de Marcelo Barticciotto. Su apellido está indisolublemente ligado a los albos, por más que, en 1995, su progenitor también haya defendido a la UC. Fue el año en que marcó el inolvidable Gol Triste: por los cruzados al equipo de su alma. El tanto que no celebró.

El ascenso de Bruno al primer equipo estudiantil llegó después de un año complejo. Lo cuenta el protagonista que sueña con estelarizar su propia historia: "El año pasado, al comienzo, no jugué tanto. Al final del primer semestre hice varios goles. En el segundo, empezando, me lesioné el colateral medial y estuve parado dos meses y medio. Me avisaron a final de temporada que iba a entrenar con el primer equipo. Cuando me lo dijeron, lo recibí como la recibiría cualquier persona que está en esta profesión, feliz. Se piensa en hacer lo mejor posible. Uno lo piensa, más que se lo espera", precisa.

La vida de Bruno también pudo estar ligada al equipo de Macul. La relación era esperable. En gran medida, lógica. Es el hijo de un emblema de los albos como jugador que, además, dirigía al equipo popular en la época de infancia de su vástago menor. También se entrenaba en una escuela de fútbol del club albo en Las Condes. En el álbum familiar y en las redes sociales aún quedan fotos suyas con el vestuario del equipo popular. Pocas, claro está.

Tenía ocho años cuando se cambió a San Carlos de Apoquindo. El jefe del clan había dejado la banca del Cacique envuelto en una polémica que apuntaba a los referentes del equipo de Macul como responsables de su salida y a la falta de apoyo de Blanco y Negro al momento de adoptar medidas. Bruno poco y nada entendía del conflicto. Se fue a la UC. Ni siquiera recuerda claramente por qué.Y cambiaba para siempre sus afectos futbolísticos. "Me queda cerca, pero no fue por eso definitivamente. En verdad, era chico. Llegué nomás". Hoy, ya no quedan atisbos de algún vínculo sentimental con el Cacique. "Soy de la Cato hace mucho. Me encariñé con el club. De Colo Colo fui cuando mi papá era el entrenador. Iba al estadio, lo lógico. Ahora, soy de la UC", remarca.

Quienes han visto jugar a ambos Barticciotto dicen que se parecen. Que en la cancha lucen características y hasta gestos similares. Que tienen predilección por la gambeta. "Los dos somos rápidos, hábiles y diestros. He visto videos de mi papá, pero no es que esté pegado mirándolos tampoco", establece Bruno.

Hay una diferencia fundamental entre ambos. El mayor de los Barti siempre jugó recostado sobre la banda. Dominaba ambos perfiles. El menor, aunque en la etapa formativa actuó en todos los puestos de la ofensiva, es considerado por Holan como centrodelantero. Es en esa función en la que lo utilizó durante la pretemporada. "Me siento bien e intento hacer lo mejor posible lo que me piden, aprendiéndome todos los sistemas. Me pide no desesperarme, buscar el espacio entre los centrales y lateral e irme hacia el arco. Dar ese paso corto y entrar fuerte", se define.

Su búsqueda de modelos es variada. Ha dependido de cada etapa de su vida. En alguna oportunidad, por ejemplo, besó el balón al estilo de Juan Román Riquelme. Hoy se fija con detención en cada movimiento de otro argentino, que juega en su puesto: Lautaro Martínez. Procura no perderse partidos del Inter de Milán. "Obviamente veo al Inter, pero me detengo más en él. Todos lo hacemos, todos tenemos alguien en quien nos fijamos. También reviso compactos suyos en Youtube", sostiene.

Por el momento, sueña, se ilusiona. Primero, con debutar en el primer equipo de la franja. Y, después, reconoce que le gustaría jugar por Chile. "Soy año cambiado. Nunca hemos tenido Selección. Ojalá pueda ir este año citado", dice, en alusión a la Sub 20, la categoría que tiene más a la mano.

Pretende avanzar paulatinamente, sin presiones. La UC intenta ayudarlo en ese propósito. En el club ni siquiera son amigos de su incipiente notoriedad antes de tiempo. Formalmente, nadie en San Carlos tiene permitido entregar referencias suyas.

Sin embargo, Bruno afronta el peso del apellido Barticciotto con la naturalidad de quien lo ha llevado ya por 18 años. "Por lo que he visto es un apellido grande. Mi papá dejo su marca en el fútbol acá. Lo tomo tranquilo. Siempre voy a ser señalado por el apellido, lo tengo claro", asume. Eso sí, en la línea de diagramar su propia identidad, no piensa en heredar el 7 que caracterizó a su padre. "Me dieron el 22. En la juvenil jugaba con la 9. El 7 no es de mis números favoritos", sentencia.

Sí reconoce que cada vez que se ven con Marcelo hablan de fútbol. "Me pregunta cómo me va, pero no es que hablemos todos los días de eso. No me llena de información. Me aconseja en el tema mental, que esté tranquilo", revela.