Estaba con su familia en su casa de veraneo en Llico, en la zona costera de Vichuquén, donde le gusta sacar lapas. La misma afición por culpa de la que se ganó un lumbago que lo tuvo en ese debate para el olvido (22 de septiembre, cuando la UDI comenzó a abandonarlo) a trastabillones, con calmantes y volcando un vaso de agua antes de comenzar. Retirado allá desde el día siguiente a sufrir la bofetada de rematar cuarto en primera vuelta, Sebastián Sichel cerró el círculo de su aventura presidencial a nombre de la derecha gobiernista.
Redactó a solas los nueve puntos del petitorio que le envió a José Antonio Kast como condición para apoyarlo. El trance revolvió las entrañas de la derecha: reavivó resquemores, y el final hizo a algunos recordar el también tibio y tardío respaldo de Marco Enríquez-Ominami a Eduardo Frei para el triunfo 2010 de Sebastián Piñera (aunque el comando del republicano dice que no son comparables).
La decisión la tomó allá, después de días de darle vueltas a un dilema que lo tenía atenazado entre dos desenlaces que tenían en vilo a su comando. Si no decía nada a favor del rival que lo había dejado fuera, sabía que lo iban a culpar de una eventual derrota. Pero si se jugaba con todo y de los primeros, temía quedar del lado erróneo de la historia, detrás de una candidatura ideológicamente muy lejana a él, como tanto remarcó.
En los ocho días que pasaron entre su derrota, cuando dijo que no iba a votar por Gabriel Boric “pero tengo diferencias programáticas con Kast que estoy dispuesto a conversar”, hasta el lunes 29, cuando le envió el documento al republicano, Sichel sacó cuentas. Sentenció que los partidos de Chile Vamos erraban al plegarse en muy pocos días; peor halló la fórmula Evópoli de apoyar a Kast, pero marginarse del comando y de un hipotético gobierno suyo (igual hay gente de ese partido en el aparato).
En su anillo narran que ante esas y otras señales coordinó con ellos guardar silencio, no soltar pista de su decisión, esperar cómo decantaba el asunto en los partidos y, sobre todo, si Kast mutaba su programa. Se dieron una semana de tope. Tenía decidido no entregarle su apoyo gratis desde el primer día; además, circulaban encuestas con que solo una porción de sus votos se iban a él.
Pero entremedio, su comando se retorcía. Allá dicen que algunos hicieron ver que Sichel tenía que tomar una posición, que era impresentable que un líder con casi 900 mil votos terminara votando nulo o blanco, que si no decía nada, la omisión hablaría por sí sola (por mucho que hubiese dicho que no iba por Boric, hubo de reiterarlo cuando Izkia Siches sugirió que podría irse con él).
Al día siguiente de la derrota, el equipo de coordinadores y colaboradores programáticos de distintas áreas -muchos independientes- estaba en vías de desbande. En los grupos de WhatsApp reñían entre quienes querían irse donde Kast con el trabajo que se había quedado sin candidato, y quienes criticaban por inconcebible la idea.
Había allí gente que se quería ir al comando de Boric -aseguran-, y otros pensando en votar nulo o blanco. La pelea enrojeció y el mismo lunes 22 la ahora excoordinadora programática de Sichel, Victoria Paz, les dio libertad de acción y que lo hicieran tranquilos, pero a título personal y no a nombre de todo el equipo de programa.
Cuando Patricio Rojas, excoordinador económico del derrotado, le dijo a Paz que se iba con Kast (hace dos jueves fue presentado como uno de los refuerzos de su comando), ambos se despidieron sin incidentes.
Sichel pasó esos días -insisten los suyossin contacto con los presidentes de partidos y su equipo niega tajantemente que éstos hayan hecho de canal con Kast. Cuando escribió el petitorio tuvo a la vista los excel y láminas explicativas que su comando había confeccionado antes, cuando en las últimas semanas de campaña atacaron con todo los forados del programa del republicano, en un postrer intento (desesperado, leyeron sus adversarios) por revertir una lucha perdida.
Pero, casi al final, el asunto se enredó más, aseveran en el extinto comando. Primero, a Sichel le indignó que el secretario general RN, Diego Schalper -que ya se había apurado en ir a celebrar de los primeros con el ex UDI la noche de la votación- lo presionara por los diarios a hacer pública su decisión “ojalá lo antes posible” (lunes 29).
“Lo trató como si fuera un empleado suyo y eso demoró más todo, él fue muy culpable de que se trabara”, afirman dos versiones. Una asegura que reclamaron airados desde el anillo de Sichel.
Sichel pimponeó el documento con sus más allegados. Lo vieron Paz, Juan José Santa Cruz, Pedro Browne y Hernán López, su asesor de prensa. Algunos lo vieron el mismo lunes 29; una versión dice que no le hicieron cambios. A Mariana Aylwin le contó, pero no cotejó el texto con ella.
Cuando los nueve puntos del petitorio salieron en los medios de prensa a primera hora del martes 30, ardieron Troya y sus suburbios. Kast iba ya volando a Estados Unidos y su equipo hizo saber su disgusto, que su rival armaba un “show” porque los puntos “ya se habían incorporado” y que se habían enterado por la prensa. Pero lo último no fue así.
Al menos cuatro versiones, dos de cada trinchera, coinciden en que el texto lo enviaron la noche antes de que se divulgara, por dos vías. Sichel se lo pasó a un hasta ahora no identificado intermediario, y éste, a Kast. Browne se lo mandó a Arturo Squella -estrecho colaborador del candidato finalista-, quien lo recibió o acusó recibo a las 21:25 horas del lunes, y además se lo compartió al ex UDI.
Kast se embarcó casi media hora más tarde, a las 22:00. Su gente no niega los hechos, pero que vieron el documento recién en la escala en Miami, cuando ya estaba todo desatado. Horas de más o de menos, hacen ver las implicancias de que Sichel lo haya enviado demasiado al filo. Como sea, la versión del comando derrotado es que el episodio Schalper retrasó eso.
Pero al final de esta semana los kastistas aseguraban que eso no les había molestado, que su abanderado estaba de cabeza en la gira y que -no es por ningunear, repiten- el asunto Sichel no era prioridad.
Kast ni comentó el asunto durante su viaje, pese a insistentes preguntas de la prensa. Pero esa misma mañana el conflicto se incendió cuando su senador electo Rojo Edwards despotricó contra el vencido: “Debe abandonar su pretensión de poner condiciones para la entrega de su apoyo. La primera vuelta ya pasó, hoy el adversario es el candidato del PC”.
Su otra vocera, Macarena Santelices -menos molesta- dijo más tarde que “muchos de los puntos que se mencionan han sido previamente incluidos” (después emparejaría su tono con el de Edwards).
“Si no decía nada a favor de su rival, sabía que lo culparían de una eventual derrota. Pero no quería ser de los primeros por temor a quedar del lado erróneo de la historia, detrás de una candidatura ajena ideológicamente a él”
El portazo de Edwards indignó de nuevo a Sichel y a los suyos. Éstos insisten que el texto era un “regalo” para que el republicano captara apoyos lejanos a él. Y que “fue un error de marca mayor” que disuadió a algunos que pensaban votar por Kast y -otra vez demoró la respuesta definitiva de apoyo. Mientras, en la UDI y RN algunos se sumaban a la molestia contra él (una “deslealtad” es lo más suave que han dicho fuera de cámara), pero Marcela Cubillos lo apoyaba.
El comando de Kast dice que la vocería de Edwards fue decisión suya y que no fue pauteda por el candidato. En ese bando -y varios en ChileVamos- reiteran que el petitorio tenía un tono “hecho para que no se lo aceptaran”. Cuando la noche del martes Joaquín Lavín subió su video apoyando a Kast desde España, en el sichelismo se enojaron: nunca hizo eso con el ex DC. Algunos dicen que éste se picó; otros, que no.
La teleserie se estiró -justo cuando el sector se alarmaba por dudas en la campaña del finalista- hasta el jueves en la mañana, después de que Kast regresara. Él telefoneó a Sichel y, hasta donde se sabe, llegaron a acuerdo sin problemas. El vencido, eso sí, le hizo ver el error de Edwards. El jueves en la tarde comprometió su voto con un comunicado en el que no nombró al ex UDI.
Sichel no quería ni perder su sello independiente, ni quedar como su exaliado Andrés Velasco, que el 2017 anunció que entre Piñera y Alejandro Guillier, anulaba su voto. Le pesa el “trauma” -dicen los suyos- de que con eso el exministro de Michelle Bachelet salió de la relevancia política.
Sus rivales creen que con esto sepultó su futuro político al quedarse sin vereda. Él no sabe aún qué hará; piensa que tiene margen si acá se replica el esquema español 4/4, con la derecha dividida entre un símil de Vox y otra en que gente como él, Cubillos y otros armen algo como el PP. Pero ella no vislumbra aún nada sobre su futuro. Está dedicada a la Convención Constituyente, a la que le quedan meses de trabajo.
Sichel quedó convencido de que parte de la derecha se portó vergonzosamente, anclada en la lógica del tercio, y que un triunfo de Boric -que su gente ve muy posible- sería su culpa. Dicen que “nunca enfrentaron a Kast, fue como si Camilo Escalona hubiese aplaudido a ME-O”. Vino y se fue a Llico. Volverá a Santiago a cumplir y votar por él. Nada más.