Los ánimos estaban tan caldeados que ya nadie medía demasiado sus palabras. Tras varias horas de negociaciones -luego de la debacle que generó el intento de eliminar el Senado y el intento por instalar un régimen unicameral- se produjo uno de los mayores desencuentros entre los convencionales de la izquierda.
El fuego lo abrió el jueves 21 de abril de 2022 el exvicepresidente de la Convención y abogado Jaime Bassa (FA).
-”¿Qué diría (Salvador) Allende de lo que ustedes están haciendo?”, espetó con dureza a Maximiliano Hurtado (Colectivo Socialista), quien no podía creer lo que escuchaba.
Los integrantes de izquierda de la Comisión de Sistema Político -reunidos en la Sala 1 del piso tres del Senado- estaban convocados en pleno y -ante la arremetida de Bassa que increpaba a los socialistas por, según él, defender planteamientos similares a los de los convencionales de Vamos por Chile- varios aguantaron la respiración.
-”Mi corazón de izquierda se resiente al ver esto”, se lamentaba Bassa, enrostrando que una minuta de la derecha -de autoría de Cristián Monckeberg (RN)- coincidía con la postura PS de fortalecer la Cámara de las Regiones, que reemplazaría al Senado.
Hurtado devolvió el golpe. La verdad era que los socialistas ya no estaban para toreos. Las acusaciones de “amarillos” ya eran abiertas en la Convención -principalmente provenientes de los integrantes de la Lista del Pueblo y Movimientos Sociales-, al punto que pocas horas después los nombres de los socialistas serían gritados a viva voz bajo el apelativo de “traidores” por sumarse en el pleno al rechazo del informe de la Comisión de Medio Ambiente.
-”¡No voy a aguantar que un aparecido en política me cuestione!”, replicó.
Fue uno de los tantos momentos de tensión que marcaron el trabajo de la Comisión de Sistema Político, acaso la más demandada por los convencionales y considerada el Santo Grial de la propuesta constitucional.
Ello explica -por ejemplo- la presencia masiva de los convencionales de mayor perfil en la instancia, como los exministros Monckeberg, Marcela Cubillos (IND-UDI), Marcos Barraza (PC) y el exsubsecretario Arturo Zúñiga (UDI); el exdiputado Fuad Chahin (DC); los abogados constitucionalistas Fernando Atria (FA), Constanza Hube (UDI) y Bassa (FA), y reconocidos dirigentes de sus partidos, como Constanza Schonhaut (FA), Ricardo Montero (PS), Bárbara Sepúlveda (PC) y Hernán Larraín Matte (Evópoli), y la dirigenta feminista Alondra Carrillo (Movimientos Sociales), entre otros.
En los 12 meses en que los convencionales desarrollaron su trabajo, el debate por cómo se distribuiría el poder político y cuáles serían las instituciones que lo administrarían fue objeto de los puntos más álgidos del proceso. De hecho, en su primer apronte ante el pleno -el 18 de marzo de 2022-, el informe de la comisión fue rechazado casi en su totalidad, lo que dio paso a sucesivas negociaciones; en una segunda oportunidad no estaban asegurados los 2/3 para aprobar la propuesta y, finalmente, en el pleno definitivo se restó la derecha y el Colectivo del Apruebo.
Convencionales consultados para esta serie de reportajes revelan, por ejemplo, que durante las últimas reuniones de la instancia en abril, el ambiente era tan tenso que lo único que hacían era sentarse alrededor de una mesa, exponer los puntos que defenderían y luego, en completo silencio, mirarse unos a los otros por varios minutos, conscientes de que nadie estaba dispuesto a ceder en sus posiciones.
La dinámica sólo se alteraba cuando desviaban la mirada para revisar los apuntes sobre la mesa o la tabla de Excel que proyectaba Bassa, donde cada uno marcaba sus posiciones y se evidenciaba si se conquistaban los votos para un acuerdo.
Cuando el silencio ya resultaba incómodo -señalan las mismas fuentes- se hacía una pausa de 15 minutos para salir al patio, hablar entre los colectivos y repetir la rutina. Tanto era el celo por que no se filtraran las conversaciones, que en una ocasión la convencional Alejandra Pérez (Coordinadora Plurinacional) llamó a los guardias de la Convención cuando la prensa intentó acercarse al tercer piso del Senado, donde se desarrollaban las tratativas. También se recuerdan las tempranas deserciones de Chahin y Renato Garín -quien incluso se salió de los grupos de WhatsApp- a las conversaciones que tensionaron los avances y que fue una de las sonoras reculadas del Frente Amplio, que se debió allanar a desestimar su interés por avanzar a un régimen parlamentario.
Y es que había conciencia transversal de que la falta de acuerdo implicaba el fracaso del proceso constituyente. “Una Constitución que no se pronuncia respecto de la composición del Congreso, que es el órgano legislativo, bueno... podría decirse que no es una Constitución”, señalaba en febrero Atria, cuando el primer intento de un acuerdo -aquel que eliminaba el Senado y creaba una Cámara o Consejo Territorial- había hecho agua ante la ofensiva de los partidos que -quizás por primera vez sin asomo de dudas- hicieron sentir su fuerza entre los convencionales.
La propuesta había sido firmada por la mayoría de los integrantes de la comisión, con la excepción de la derecha, pero la batahola fue tal que -de manera inédita- los convencionales de ese sector fueron convocados para diseñar un consenso.
Cae la reina
La noticia corrió como un reguero de pólvora entre los parlamentarios que recién comenzaban a regresar de sus vacaciones a fines de febrero de 2022. Descansados -algunos más bronceados que otros-, los senadores sintieron con fuerza el movimiento telúrico: la izquierda de la Convención había suscrito un acuerdo que eliminaba el Senado y promovía un Congreso Unicameral.
Las recriminaciones se desataron. ¿El epicentro? El Partido Socialista.
El co-coordinador de la Comisión de Sistema Político, Ricardo Montero, quien se había impuesto sorpresivamente a Fernando Atria para ocupar el cargo, llegó a comentar casi con entusiasmo que “el Senado como lo conocíamos ya no va a existir en las propuestas que hemos venido discutiendo”. A esa altura, la institución se había convertido a ojos de la Convención en algo así como el símbolo de todos los males: una suerte de cámara de “privilegios” que -sostenían- había frenado los avances en 200 años.
Montero y los convencionales socialistas parecían adherir a la tesis. Eso sí, antes de que la noche les cayera encima a él y a sus pares.
-”¡Pero cómo son tan hueones!”. “¡Afírmense los pantalones!”. “Tienen que arreglar esto”. “Vayan y desarmen la hueá”, fueron parte de las fuertes recriminaciones que los convencionales socialistas escucharon de los senadores y la mesa directiva del PS, que por ese entonces lideraba Álvaro Elizalde.
Elizalde se había enterado por la prensa de la suscripción del acuerdo por parte de los miembros socialistas de la Convención. Y convocó a una reunión de Zoom urgente. Según recuerdan algunos de los presentes, Elizalde estaba indignado y retó a los constituyentes como si fueran niños.
Al encuentro -al que se sucedieron al menos otros tres en las semanas siguientes- se conectaron Elizalde, el exsenador Juan Pablo Letelier y los senadores Alfonso de Urresti, Isabel Allende, José Miguel Insulza y Juan Luis Castro. Por el lado de los convencionales asistieron Montero, César Valenzuela, Pedro Muñoz, Tomás Laibe y Maximiliano Hurtado.
La irritación de Elizalde -en todo caso- no se igualaba a la de los parlamentarios. No es un secreto que para los socialistas el Senado representa un espacio relevante de poder, quizás el más importante de la colectividad. De hecho, actualmente el PS es el partido de izquierda que más integrantes tiene en ese órgano, con siete representantes.
-”Es que ustedes no entienden lo solos que estamos... soooooooloooos”, remarcaba Tomás Laibe intentando explicar a los senadores que no existía piso político en la Convención para restituir el Senado y que ellos hacían lo posible por morigerar las posiciones del organismo.
Los convencionales del Colectivo Socialista resentían la actitud de sus correligionarios. Mal que mal, señalaron varios que fueron consultados para esta serie de reportajes, se habían ido de vacaciones, nunca se preocuparon del rumbo de la Convención y la expresidenta del Senado, Ximena Rincón, había ido a defender al organismo el bicameralismo. Peor aún -sostuvieron las mismas fuentes-, los senadores no entendían la lógica del organismo ni su ambiente político radicalizado y -en la práctica- les pedían lo imposible.
Pero los senadores no aflojaban. Simplemente no entendían lo que consideraban un error político de grandes proporciones de sus convencionales y una derrota incalculable a manos del Frente Amplio y el PC, partidarios reconocidos del unicameralismo.
En las semanas previas la tensión no haría sino aumentar entre ambos grupos. El punto álgido fue cuando el PS instó a sus convencionales a romper la negociación -convencidos de que una postura sólida haría ceder a sus ya compañeros oficialistas- y -de llegar el caso- bajarse de los acuerdos y dejar la propuesta constitucional sin sistema político, si fuera necesario. Era una jugada audaz: sin los votos socialistas no se conseguirían los 2/3 necesarios para aprobar en el pleno una propuesta de sistema político. Y que no se pariera un acuerdo significaba ni más ni menos que la propuesta de la Convención sería no nata.
En esa línea, Insulza, según recuerdan los presentes, esbozó la posibilidad de que fuese el actual Congreso el que resolviera cómo debiese ser el sistema político que se propondría. Pero los convencionales, principalmente Montero y Valenzuela, descartaron que estuvieran dispuestos a llegar a eso. No querían botarlo todo. Y mucho menos quedar mal con sus demás compañeros de izquierda.
-”En el fondo, no querían ser tildados de amarillos, ni aparecer alineados con los convencionales más moderados, ni menos con la derecha. No era su manera de pasar a la historia”, reflexiona hoy un importante personero del PS.
En la exdirectiva socialista hacen hoy un mea culpa. Algunos de sus miembros asumen que fueron en exceso respetuosos de la labor de los convencionales y sólo al final -ante los cambios promovidos para el Congreso- decidieron incidir. Pero ya era tarde.
-”Se partió esa negociación perdiendo por goleada. Todo lo que se pudiera revertir no podía compensar el error de haber eliminado el Senado. Se había entregado en la primera mano a la reina”, sostienen en el PS.
Con todo, la influencia del partido comenzó a sentirse en las votaciones de los convencionales socialistas, quienes se transformaron en actores claves y en una especie de bisagra en las tratativas al interior del órgano constituyente. En un punto de prensa realizado luego de la votación del segundo informe de la Comisión de Sistema Político -instancia en que los socialistas votaron en contra de algunas de las normas acordadas-, Sepúlveda dijo: “He llegado al punto de pensar que debería, quizás, pedirles el teléfono de Ricardo Lagos o José Miguel Insulza, a fin de poder conversar con quienes parece que están realmente tomando las decisiones (...)”. En los días previos a la votación, de hecho, en una de las reuniones privadas que sostuvo la comisión, Barraza recriminó a los socialistas. “Vienen pauteados por sus senadores”, les manifestó en duros términos.
La polémica por la propuesta de eliminación del Senado -que concitaba el entusiasmo fervoroso de la Lista del Pueblo y los Movimientos Sociales, el Frente Amplio y el PC, entre otros- terminó llegando a La Moneda chica, las oficinas en Condell, donde el ya electo gobierno de Gabriel Boric se instaló antes de asumir formalmente sus cargos.
Elizalde, junto al entonces secretario general del partido, Andrés Santander, advirtieron -en una de las reuniones que se sucedían en esos días para preparar la instalación- del rumbo que tomaba la Convención, pero el futuro ministro Segpres Giorgio Jackson bajó el perfil al asunto. Puede -dicen algunos de los consultados para esta serie de reportajes- que este sea el germen de la idea de que Jackson es el padre de la eliminación del Senado y que estaba detrás del avance de los constituyentes FA-PC para borrar del mapa a la institución.
Lo cierto es que las turbulencias de la Convención tuvieron un efecto real en el Congreso: no sólo dinamitaron la relación entre los senadores socialistas y el futuro ministro, sino que, además, posibilitaron el desembarco del mismo Elizalde como presidente del Senado. La apuesta -a la que se sumó la derecha- fue que la defensa corporativa de la institución y los esfuerzos por moderar las normas aprobadas por la Convención la hiciera un parlamentario socialista.
Las huellas de la derecha
Fueron encuentros en los que incluso no hay actas y no pocos recuerdan que el 23 de marzo de 2022, cuando la comisión se reunió -por primera vez tras el fracaso del primer informe- en dependencias de la Universidad de Chile, la casa de estudios había habilitado una sala de reuniones con micrófonos y cámaras. Sin embargo, el co-coordinador de la comisión, Ricardo Montero, declinó el ofrecimiento y pidió que el encuentro fuese privado.
Fue la primera vez -también- que los convencionales de la derecha fueron invitados de manera más formal a las conversaciones. Los cálculos de los convencionales de Vamos por Chile eran variados. Los optimistas -como Monckeberg o Larraín Matte- se sumaban creyendo que se podría influir y también estimaban, al igual que los otros, que tenía un sentido más estratégico de no aparecer rehusándose a acuerdos.
Larraín y Monckeberg se quedaron hasta el final de las conversaciones de manera presencial, la UDI sólo fue al inicio y después le pidió al primero que los representara e informara.
Pero terminó todo en un esfuerzo fallido: los convencionales decidieron finalmente no adherir al acuerdo, ya que aparecían más legitimando una mala propuesta -a sus ojos- que habiendo influido en el diseño propuesto al pleno y que finalmente derivó en lo que se ha llamado un “bicameralismo asimétrico” -con un Congreso de Diputadas y Diputados y una Cámara de las Regiones- y un presidencialismo atenuado.
La única jugada de la derecha en la Convención también se dio durante las tratativas por la propuesta de diseño político y fue -paradojas del destino- de la mano de los representantes del PC.
Ante la arremetida por establecer un régimen de carácter semiparlamentario, los comunistas -partidarios del presidencialismo- propusieron a la derecha sellar un acuerdo que dejara fuera de juego al Frente Amplio y los sectores más radicales aún que el PC.
Vamos por Chile pidió un precio: quitarle el artículo que establecía “incapacidad total declarada por el Congreso Plurinacional, o la revocatoria de mandato” del Presidente, del cual pidieron votación separada. Así se hizo.