El rostro de Carolina Schmidt lo decía todo. La mañana del domingo 15 de diciembre, tras 11 días y 36 horas de arduos debates y negociaciones en Madrid, la atribulada ministra de Medio Ambiente intentaba con dificultad dar por cerrada la más extensa de las cumbres por el cambio climático sin alcanzar avances sustantivos en uno de los objetivos primordiales que se había fijado como presidenta de la XXV Conferencia de las Partes del Convenio Marco de la ONU sobre el Cambio Climático (COP25): la aprobación del Artículo 6 de la Convención de París, para regular los mercados de carbono.
"Claramente no estamos satisfechos", reconocería Schmidt a su regreso a Chile. Pese a los avances logrados en áreas específicas -como en el plan de equidad de género y el establecimiento de un fondo de más de cuatro trillones de dólares para apoyo de programas de carbono neutralidad-, el balance final no podía ser más que negativo. Mientras delegaciones extranjeras y organizaciones medioambientalistas hablaban del fracaso de la COP25, la propia ONU la calificaba de "oportunidad perdida".
Con los focos puestos en su falta de expertise para liderar una negociación multilateral de esta envergadura, Schmidt acusaría a los grandes emisores de gases invernadero "de no tener voluntad ni madurez política" para sumarse a los acuerdos.
Este escenario adverso, sin embargo, era más que predecible y había sido advertido con anticipación por la Cancillería ante los oídos sordos de La Moneda y el Ministerio de Medio Ambiente, los que vieron en esta cumbre un evento internacional en el que Chile y el gobierno podían brillar, menospreciando el complejo entramado de negociaciones entre Estados que tienen intereses muy diferentes.
"Hubo voluntarismo de la ministra que la llevó a desconocer la realidad internacional", señalan desde el mundo diplomático. El error, aseguran quienes conocen de cerca los entresijos de estas citas multilaterales, fue haber elevado las expectativas respecto del resultado de esta cumbre, cuando todo apuntaba a la cautela, y no haber reconocido a tiempo las dificultades que existían para alcanzar consensos.
El relato comunicacional, reconocen en el gobierno, corrió exclusivamente por parte del equipo de Schmidt y de Presidencia, que pusieron el énfasis en el ámbito de la acción climática global, un área en la que la ministra se sentía más cómoda, pues le permitía hablarles directamente a los empresarios, observadores y organizaciones civiles que se movían en la llamada "zona verde" de la cumbre y no tanto en la "zona azul", donde los delegados y representantes oficiales de los países llevaban adelante las negociaciones duras.
[caption id="attachment_940769" align="alignnone" width="900"]
Para conciliar posiciones entre los países y destrabar temas pendientes, solicitó la ayuda como facilitadores de la negociación a los ministros de Medio Ambiente de España, Nueva Zelandia, Islas Maldivas, Sudáfrica, Noruega, Granada y la Unión Europea. Aún así no fue suficiente.[/caption]
En Madrid, Schmidt tuvo el apoyo de 10 funcionarios de la Dirección de Medio Ambiente (Dima) de la Cancillería chilena, y de cinco negociadores del Ministerio de Medio Ambiente -a cargo de temas de transparencia y adaptación-. Además, para conciliar posiciones entre los países y destrabar temas pendientes, solicitó la ayuda como facilitadores de la negociación a los ministros de Medio Ambiente de España, Nueva Zelandia, Islas Maldivas, Sudáfrica, Noruega, Granada y la Unión Europea. Aún así no fue suficiente.
"Todo lo que había que hacer se hizo", afirman diplomáticos chilenos, pero era "prácticamente imposible lograr otro resultado".
Así lo entendió el canciller Teodoro Ribera. Durante los tres días que estuvo en Madrid -entre el 9 y 11 de diciembre-, en el marco de la COP25, centró su agenda para hablar sobre la situación de Chile en la crisis social, enfrentar el tema de los derechos humanos y dar tranquilidad a los inversores. Con eso en miras, se reunió el martes 10 con más de 80 empresarios españoles con intereses en Chile, con la vicepresidenta del gobierno español, con el timonel del PP y con el secretario general de la ONU.
Aparte de visitar el pabellón en la COP25 y al equipo diplomático chileno que participaba de las negociaciones, a los dos únicos foros que asistió fueron los relacionados con Bosques y Océanos, temas que impulsa la Cancillería.
Llamado a Polonia
Todo partió hace más de un año con un llamado desde La Moneda a Polonia, cuando recién arrancaba la COP24. "¿Qué significa hacer una COP?", le preguntó por teléfono el asesor presidencial en temas internacionales, Benjamín Salas, al entonces subjefe de la Dirección de Medio Ambiente, Juan Angulo (actual embajador en la India), quien encabezaba el grupo de negociadores chilenos ante la cumbre. Solo una semana antes, Brasil había anunciado que no organizaría el evento y un país latinoamericano tenía que asumir la posta. Costa Rica estaba interesada, pero no tenía los recursos financieros para hacerlo.
Tras indagar, Angulo no solo informó a La Moneda sobre el costo logístico de un evento de esta magnitud; también informó a la Cancillería del interés de La Moneda.
El entonces canciller Roberto Ampuero consultó en varias oportunidades a su equipo sobre los pros y contras de asumir la COP25, más aún cuando Chile también sería sede de la Apec. Los reparos que se plantearon en ese momento no solo eran logísticos. También se hizo ver lo difícil que sería llegar a acuerdos en la cita climática de la ONU en este contexto internacional: el Presidente Donald Trump había anunciado su retiro del Pacto de París, el negacionismo del cambio climático se extendía en Estados Unidos y Brasil, la guerra comercial entre Estados Unidos y China se agudizaba, mientras India se mostraba renuente a desacelerar su crecimiento. Estos, entre muchos otros factores internacionales, desaconsejaban asumir la presidencia de la COP25.
Solo días antes de que Schmidt partiera a Polonia, Ampuero fue a La Moneda a hablar con el Presidente Piñera para transmitirle la posición de la Cancillería. A la cita también llegó la titular de Medio Ambiente. Según fuentes diplomáticas, el Mandatario y la ministra desestimaron estas aprensiones.
Días después, ya en Katowice (Polonia), Schmidt quedaría deslumbrada ante un evento al que asisten más de 30 mil delegados de 197 países y el impulso que podía dar a la agenda que impulsaba el gobierno en descarbonización. Así se lo planteó al Presidente Piñera en un llamado telefónico entre Polonia y Chile, en el que se selló la propuesta de asumir la presidencia de la COP25. Aún en Polonia, Schmidt haría el anuncio oficial el 14 de diciembre del 2018; un año después, las cosas no se darían como se imaginaba.